EL VERDADERO MANIFIESTO - UN RECORRIDO ATÍPICO POR LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD (CAPÍTULO 3)



La Historia de la humanidad es un mero ciclo que no hace más que repetirse constantemente. La Tierra se formó hace unos estimados 4.500 millones de años. Los primeros seres humanos aparecieron en África hace 2’5 millones de años; nuestra actual raza, Homo Sapiens, hace 200.000. Bueno, o por lo menos eso nos dicen los datos comprobados científicamente. ¿Los científicos también mienten? No nos precipitemos aún. El desarrollo científico vivido hasta hoy día nos ha permitido descubrir cosas inimaginables hace tan solo unos años. No obstante, muchos gobiernos tienen un control férreo sobre la investigación, y eso fue, es y siempre será muy peligroso. Es un hecho certero que la Historia ha sido siempre manipulada en beneficio de las clases dominantes. La historia de la humanidad en sí, citando al extravagante Marx, es una lucha de clases en la que las clases dominantes someten al resto de estamentos a sus reglas y a sus condiciones. Durante el transcurso de la historia nunca ha habido una igualdad de recursos que haya permitido un desarrollo equitativo de todos los sectores de la población mundial. El feudalismo, las monarquías, la burguesía, el liberalismo, el fascismo, el comunismo, el capitalismo… todos, y sí, absolutamente todos los sistemas de organización de nuestra sociedad siempre han favorecido considerablemente más a una parte mínima de la población, desfavoreciendo así a la mayoría débil (y tantas veces callada).

Tanto en el Imperio Romano, como en la Edad Media, como durante la Ilustración - por citar tan solo algunos períodos destacables de la Historia - ha habido grandes similitudes en cuanto a comportamientos humanos. Es un hecho. Si no, mirad lo que le pasó a Napoleón cuando invadió Rusia a principios del siglo XIX, y cómo, un siglo y pico después, Hitler cometió el mismo error. Pero no nos detengamos en un caso específico. Desde la creación de las primeras sociedades, la raza humana siempre ha buscado una excusa, causa o razón para justificar los sucesos contrarios a su entendimiento. Desde mi posicionamiento agnóstico, he de admitir que estoy convencido de la existencia de un ser superior. Llamadlo Dios, Buda o Alá. Sin embargo, esto no justifica en absoluto como las religiones han sido creadas y modificadas a la perfección para conseguir una manipulación extrema sobre cada sociedad que ha ido pasando por nuestro mundo. En innumerables sociedades anteriores se ha vivido por y para el ser o seres supremos en los que se creía. Esto tan solo ha causado un retraso increíble en la evolución de tales pueblos, restringiéndolos a una forma de vida muy por debajo de sus posibilidades. El creer y la fe es algo muy bonito y extremadamente respetable a la vez, pero todo tiene su límite. La manipulación provocada por las religiones ha sido extrema, llevando así a miles de guerras, conflictos y percances en son de unas creencias celestiales que, a día de hoy, en pleno siglo XXI, siguen sin tener una mínima corroboración científica que las respalde. Y ahí hallamos el problema: no podemos vivir de creencias. Pueden formar parte de nuestras vidas, sí. Pero son un medio, no un fin. Y en el pasado fueron utilizadas tantas veces como un fin, que acabaron perjudicando sustancialmente al desarrollo pacífico de nuestras sociedades variopintas.

Sin embargo, las religiones son solo un ejemplo de la multitud de instituciones creadas con el fin de someter a la población. Los bancos, las grandes empresas o los gobiernos han estado siempre por encima de los meros ciudadanos. Al igual que la religión, han influido en la gente, han creado patrones y han buscado - la mayoría de las veces - el beneficio propio. Ahora seguramente os estaréis planteando si seguir leyendo este tercer capítulo del Manifiesto plagado de escepticismo y crítica a la sociedad. Sí, bueno; estoy siendo bastante radical. Pero mi elección de hoja de ruta está razonada: a veces, exagerar un poco las cosas tampoco es tan nocivo como se pinta, siempre y cuando no sea de manera excesiva y tenga como fin el esclarecimiento de un argumento que redunde en beneficio de quienes lo escuchan. ¡Claro que las religiones han propiciado el desarrollo de la sociedad y han creado gente llena de valores y con ganas de hacer de este mundo un lugar mejor! ¡Claro que ha habido buenos gobernantes que se han preocupado por los intereses del pueblo! (Si no activen la “ouija” y contacten con los señores Lincoln y Mandela). ¡Claro que ha habido bancos y empresas morales y desinteresadas en beneficios ilegítimos! Y así, muchos otros casos. Pero, desde mi mente inocente, no me creo que superen, en absoluto, al bando contrario. Hobbes lo decía, y, hasta cierto punto, comparto su opinión: El hombre es un lobo para el hombre. Y es que, desgraciadamente, lleva una gran parte de razón. La búsqueda del beneficio individual está presente en todos; en mí mismo mientras redacto este Manifiesto. Pero discrepo de él en lo respectivo al estado de naturaleza. Si bien es cierto que el interés personal supremo que mantenemos los humanos deriva de nuestros respectivos egos y, por tanto, es algo innato a nosotros, pienso que el hombre se ha convertido en un lobo mucho más feroz a raíz de lo sucedido con el paso de la Historia. 

Supongamos un caso hipotético: tú mismo/a, el/la que estás leyendo esto en este preciso instante, naces en una isla desierta sin ningún tipo de conocimiento relativo a la sociedad actual. Muchos han analizado este suceso - y similares - con anterioridad con el único objetivo de obtener respuestas relativas a lo que en psicología se conoce como la dicotomía entre lo innato y lo adquirido; en otras palabras, ¿qué parte de como eres nació contigo y qué parte la construyeron los demás? Es más, hay una aproximación que arrojaría datos especialmente relevantes al respecto: el llamado experimento prohibido (aislar de la sociedad a un ser humano de corta edad con el fin de averiguar qué parte de él sería innata y cuál dependería del ambiente en el que ha sido criado). Sin embargo, debido a la crueldad que este experimento tendría para los sujetos experimentales, nunca ha sido llevado a cabo como tal. El ejemplo registrado que más se ha acercado a dicho experimento fue el caso Genie, una niña americana que pasó los primeros 13 años de su vida encerrada en una habitación a oscuras y en condiciones infrahumanas. No obstante, en el supuesto hipotético que os propongo, voy a procurar usar un enfoque distinto; una perspectiva algo más profunda, aunque menos fáctica, ya que está basada en meras conjeturas personales - amparadas, eso sí, en una intensa investigación y meditación por mi parte que dota de una cierta validez a la inminente reflexión en cuestión.  O, igual, no tan inminente

¿Tú cómo crees que serías si nacieras en esta isla desierta? ¿Te lo has imaginado alguna vez? ¿Crees que la interpretación que voy a proponer de este caso hipotético se asemeja a tus propios pensamientos al respecto? Y, finalmente, en base a las conclusiones que saquemos de la reflexión planteada y tras un Capítulo 3 plagado de consideraciones ciertamente críticas con la sociedad, ¿crees que será posible conseguir, algún día, la unión social tan necesaria de la que hablaba en el Capítulo 2? 

Para dar respuesta a estas cuestiones tan profundas, considero que lo más adecuado es citaros para el próximo Capítulo. Entre tanto, os invito, como ya es habitual, a que no dejéis de darle al coco y plantearos cosas. La vida vivida desde el cuestionamiento también es vida y puede resultar ser muy gratificante si uno sabe gestionarla bien. Pero para ello, primero, hay que tener la osadía de dar el primer paso. Yo, de momento, parece ser que ya lo he dado. ¿Y tú? ¿Lo has dado? ¿Lo quieras dar? Nos vemos prontito…

 

Por Rubén Serrano Alfaro