Un final para un nuevo principio

 



Nunca me ha gustado meditar demasiado mis artículos. Escribo por impulso, dejo que me llene una emoción, la aguanto, la retengo y cuando no puedo mantenerla durante más tiempo dejo que se desborde en un archivo de Word.

Hoy es la primera vez que me pongo a escribir de manera sosegada y después de madurar una idea, la primera vez que empiezo un artículo con varias semanas de margen para poder hacer y deshacer según pasen los días.

Llevaba mucho tiempo sin escribir para Opinión20, y a pesar de estar poco activa me dio muchísima pena saber que se cerraba, pero supongo que todo es cuestión de fases y es el momento de cerrar este capítulo.

 

Según los libros de psicología cuando nos enamoramos nuestro cerebro libera un cóctel de hormonas que nos hace estar felices todo el tiempo, nos ayudan a fijar nuestra atención en una persona y casi nos obligan a estar pegados a ella constantemente. Sin embargo, este momento idílico de enamoramiento no se mantiene, según la ciencia, durante más de tres años. A partir de ese momento el enamoramiento pasa por una fase de adaptación, de acoplarse al otro y ver todas las manías y las facetas de la otra persona que estaban ahí pero no éramos capaces de ver. De repente cosas que nos gustaban se convierten en molestias y hay que tomar la decisión de continuar con la pareja o buscar otra. Supongo que es un proceso natural, aplicable al amor romántico, pero también a las pasiones.

Empecé a estudiar periodismo hace cinco años, totalmente enamorada de una profesión idealizada y creyendo de verdad que si la gente supiera como es realmente el mundo querrían cambiarlo a mejor.

A lo largo de estos años he tenido profesores nefastos que odiaban la universidad, su propia asignatura y a la especie humana en general, pero también he tenido otros con los que era un auténtico placer ir a clase, como Cristina, profesora de Historia de España o Germán que enseña radio y disfrutaba tanto como nosotros cuando nos trabamos delante de los micrófonos. He tenido compañeros que se han convertido en mucho más que amigos y otros que le pisarían la cabeza a su madre por llevarle los cafés al jefe de una radio local independiente, pero no estaban solo en la carrera, también me los encontré en las prácticas.

El primer año de universidad fue bastante parecido a las primeras etapas del enamoramiento, todo me parecía bien quería probarme y disfrutar del camino y de una profesión que pensaba que estaba hecha para mí. Sin embargo, según fueron pasando los cursos me di cuenta de que yo estaba enamorada de la idea de lo que debería ser el periodismo, y no de lo que es realmente, pero decidí acabar la carrera y darle una nueva oportunidad estudiando un máster, con la esperanza de poder aprovechar las prácticas para saltar a alguna redacción que encajase con mi forma de pensar, pero eso nunca ocurrió.

Llegados a este punto, yo ya había superado la fase de enamoramiento por la profesión y me encontraba en la fase de decidir si merecía la pena esforzarme o tomar otro camino. Pero me di cuenta de que el objetivo, trabajar de periodista, ya no me hacía ilusión. ¿Cómo iba a esforzarme por conseguir algo que realmente ya no quería?

En este proceso y sobretodo en los últimos meses me aparté del sector, no presto atención al telediario, no escucho noticias y mucho menos participo en discusiones sobre temas polémicos, ha sido este último paso el que me ha llevado a dejar de escribir, y sobretodo, a dejar de ser un miembro activo de Opinión20. Por eso me gustaría aprovechar este último artículo para reflexionar sobre cómo el sistema aparta a personas que realmente tienen ilusión y ganas de hacer las cosas bien. Según mi experiencia tienes dos caminos, o participar en proyectos independientes y buscar otra fuente de ingresos, o tirar todos tus principios para entrar en redacciones que subastan su ética profesional e informan según quién pague para mantener el medio.

Afortunadamente en medio de este caos tuve la oportunidad de encontrar Opinión20 y a todo un equipo humano con ganas de trabajar y que valora las ideas de los demás. Un medio en el que nunca nos pusimos límites a la hora de escribir y publicar, en el que se genera debate a raíz de artículos de compañeros y en el que he podido opinar y expresarme con total libertad, sabiendo que al otro lado había gente con ganas de leerme.

Aquí termina mi corta y casi inexistente carrera en un mundo de la comunicación que nunca fue como a mi me hubiera gustado y en el que no he llegado a encajar por distintos motivos, algunos por culpa ajena, pero otros muchos culpa mía. A pesar de todo, me despido con cariño y pensando en qué hubiera pasado si las cosas hubieran sido diferentes, como cuando una persona a la que amas te deja porque tenéis modelos de vida incompatibles. No hay rencor, pero si te hubiera gustado que las cosas fueran de otra manera.

La ruptura con la que iba a ser mi profesión no ha sido sencilla, pero como pasa después de todos los finales he tenido la oportunidad de disfrutar de cosas que no hubieran sido posibles si no hubiese roto con la situación anterior. Me dedico a enseñar voleibol, el deporte que me da la vida y disfruto viendo a niños superarse a ellos mismos y aprender cosas que les parecían imposibles. Se acabó escribir, publicar y Opinión20, porque todo lo bueno termina, y gracias a eso se abren ahora oportunidades para todos.

Gracias por leerme durante tanto tiempo y a mis compañeros por darme la oportunidad de trabajar con ellos. Ha sido un auténtico placer.

Por Cristina Moreno