Move fast and break things

La avenida del Toisón de Oro es una de las arterias principales de la ciudad de Bruselas. Amplia, luminosa y llena de tiendas y servicios, me traía a la memoria el ambiente que se respira en las calles de Goya y Serrano. Como madrileño de periferia que he sido toda mi vida, casado a la fuerza con el coche y el transporte público, este tipo de avenidas siempre han representado para mí un estilo de vida tan deseable como inalcanzable. 

Cuando encontré una habitación libre en el corazón de la imponente Avenida del Toisón de Oro, no podía creer mi buena suerte. De hecho, estaba convencido de que era una señal de que, finalmente, había encontrado mi sitio. Apenas tres meses después, estaba preparando las maletas para marcharme de allí.


Mis últimos meses en Bélgica me han enseñado mucho sobre la vida y lo que supone dejar cosas atrás. Sin ganas de aburrir al lector con mis vicisitudes personales, diré simplemente que llegué a Bruselas en septiembre para realizar unas prácticas en las instituciones europeas, y aquí sigo, feliz cual almeja en salsa de vino (¿o debería decir cual mejillón?). En apenas ocho meses he realizado tres mudanzas, más movido por un espíritu de mejorar mi situación que por la necesidad imperiosa de huir de un tugurio inhabitable. En ese sentido, he tenido suerte. Saber que mi incomodidad es fruto de mis decisiones siempre me ha dado una cierta medida de paz. 

Cuando un camino llega a su fin y nos preparamos para empezar otro, la pregunta de qué llevarse y que dejar atrás se convierte en una cuestión ineludible. En una mudanza no sólo dejas atrás objetos, sino que dejas atrás un espacio, un barrio, una casa, posiblemente amigos y compañeros de piso. Pero también dejas atrás ideas sobre ti mismo, sobre lo que crees que necesitas y lo que crees que te gusta. Cada despedida es una nueva oportunidad de reevaluarse, de la misma forma que cada comienzo es una nueva oportunidad de reconstruirse. 



En este momento de transición entre la vida estudiantil y la vida adulta, cuando tantos de nosotros hemos partido para encontrar nuestro camino y lo que antes duraba años pasa a durar meses o incluso semanas (casas, amigos, trabajo, relaciones románticas), no puedo evitar identificarme con Sam Smith cuando dice que soy demasiado bueno con las despedidas (I’m way too good at goodbyes). Sin embargo, el tema de Smith plantea esta experiencia desde el dolor, mientras que mis experiencias de los últimos meses me han enseñado a ver las cosas de una forma diferente. Es por eso por lo que, en lugar del título de esta canción, me he decantado por una expresión mucho más prosaica para dar nombre a este artículo: muévete rápido y rompe cosas, el antiguo (y en muchos sentidos desafortunado) lema de Facebook. 

Para mí, muévete rápido y rompe cosas contiene un punto de sabiduría que me recuerda al concepto del Tao, el principio de la filosofía china que sostiene que el mundo se encuentra en un estado de flujo similar al del agua, algo no muy diferente de lo que dijo el filósofo griego Heráclito. En ese sentido, las despedidas de los últimos meses no hacen más que señalar que las aguas de mi vida están fluyendo más rápido en este momento, y eso no es un motivo para estar triste. Como todos sabemos, cuando el agua baja en torrente puede inundar regiones enteras y dejar profundos surcos en la tierra, pero con el tiempo estos se convierten en humedales repletos de vida y cañones que quitan el aliento. La ruptura, y por ende el descarte, crea espacio para que algo diferente pueda crecer.




Estos meses me han enseñado a apreciar la bondad del cambio, y por tanto de las despedidas. Al igual que los objetos están pensados para usarlos hasta que se rompen, la vida está hecha para vivirla y apreciar sus diferentes momentos y etapas. Sólo las cosas que terminan tienen valor, y sólo nuestra capacidad de aceptar ese fin nos permite disfrutarlas mientras ocurren, e incluso cuando ya han pasado, en vez de causarnos ansiedad o nostalgia. Porque si algo me han enseñado los últimos meses es que lo bueno, lo realmente bueno, siempre permanece contigo. 

Muchas gracias a todxs los que habéis trabajado para convertir Opinión20 en lo que ha sido, especialmente a aquellxs que habéis peleado por mantenerlo a flote, y gracias a todxs los que nos habéis leído y habéis dado una razón de ser a este pequeño proyecto. Ahora, es momento de enterrar esta semilla y esperar a que germine de la forma más imprevista y maravillosa posible, como estoy seguro de que hará, a su debido tiempo. 

Hasta entonces, queridxs amigxs, os deseo una vida feliz y enriquecedora, llena de desafíos y (¿por qué no?) de despedidas agridulces. Porque, como decía A. A. Milne a través de la boca de su querido personaje, Winnie the Pooh:

“Que suerte tengo de tener algo 

que haga que decir adiós sea tan difícil”.