Las fronteras te definen, quieras o no

En un mundo tan polarizado como el actual, nada nos define tanto como nuestras fronteras. La RAE define frontera como la línea que marca el límite exterior del territorio de un Estado, pero realmente hay un estado que no depende exactamente de un territorio y que aún así genera fronteras: el estado mental.

Os propongo, queridos lectores, dos conversaciones en una misma situación, la cena de Navidad:
  • En la conversación 1, un familiar tuyo no muy allegado te comparte que en las últimas elecciones votó a la ultraderecha. Era la mejor opción para esta persona pero no profundiza en nada más.
  • En la conversación 2, el mismo familiar te dice que cree que el aborto debería ser ilegal porque atenta contra la vida de los bebés.

Sin saber en qué crees, estoy seguro de que en el primero, tu mente ha ido directamente a una serie de comportamientos y creencias, una serie de límites sobre temas que entrarían en ese territorio ficticio llamado “pertenecer a la ultraderecha”.

En la segunda situación, el territorio está más claro, está mucho más delimitado a una creencia más concreta. La frontera está más clara.

Solo tienes que pensar en alguna situación en la que hayas escuchado a alguien con el que no compartas algunas creencias, sean las que sean, y habrás dicho o pensado: “NO, LO SIENTO PERO POR AHÍ NO PASO”.

Eso, queridísimo lector, es tu frontera mental.

No pienses que es algo malo, para nada, España tiene fronteras y es preciosa. Extremadura tiene fronteras. Mérida. Mi casa.

No te voy a decir que hagas como cualquier programa americano de reformas y te pongas a tirar paredes. Siendo la última filosofada de sillón, te diría que lo que deberías hacer es construir puertas.

Visitar a tu amiga en su casa no te da la propiedad de poder vivir en ella, pero tu mente sí que ya lo ha conocido y esto le permite tener una idea más clara de lo que puede considerar como “casa” u “hogar”.

Así que, al igual que cuando vas a una casa de alguien que no conoces, no entras diciéndole que debería pintar de blanco las paredes, entra en las fronteras mentales de personas que no piensan igual que tú. Puedes descubrir cosas maravillosas: ideas que te iluminan, te desafían, te ponen en duda.

Viajar aclara la mente y la ensancha. Pues, siguiendo con la metáfora, viajar a la razón de otras ideas, a otras fronteras, ensancha la mente. No digo que debemos estar de acuerdo con todo -ya que las fronteras tienen doble camino- sino que tenemos que buscar esos puntos que a lo mejor en tu territorio no se tenían en cuenta o eran puntos ciegos.

Durante las elecciones de finales de 2019, entré en una dinámica en la que no leía más allá de lo que decía mi comunidad -mi territorio–. La cuestión no es que no tuvieran razón, sino que el hecho de solo escuchar y leer sobre esto, me limitaba la perspectiva de temas importantes.

No hay una sola solución para cada problema, y en ocasiones no hay una “mejor solución”, solamente una menos mala. Y eso se ve en negocios y en viajes.

Anda que no vemos raro que los que viven en la jungla o en el sudeste asiático vayan descalzos. ¿

Y los gatos en Estambul? ¿Cómo que son de la ciudad? Luego te paras a pensar y a lo mejor son cosas que podríamos implementar en la vida de uno. Imagínate la vida sin ramen… eso no puede ser. Y eso que tenemos la sopa de fideos de la abuela hecha durante 5 horas pero UF.

Os invito a reflexionar sobre esto hoy. Pensad que tenéis un territorio mental con una serie de fronteras llenas de “por eso sí que no paso”. Ahora pensad si son pequeñas, grandes, si son todas de la misma manera. Siendo consciente es el primer paso, a partir de ahí, todo es ensancharlo por diferentes bordes.

Yo sigo mi camino, a ver donde me lleva. ¡Pero no olvides ponerte crema solar! Que luego se nos queman las ideas.




Por Carlos Otero