Cómo dejar ir a tu "casi algo", y otras cosas sencillas

Cerrar etapas. Dejar la relación con tu pareja (o con tu "casi algo", que a veces es incluso peor), alejarte de algunas amistades, cambiar de trabajo, mudarte a otro país para empezar de cero... Qué movida, qué drama y qué todo.

Creo que muchos estaremos de acuerdo en que cerrar etapas es de las cosas que menos gustan y más nos cuestan. A veces sabemos que el hecho de cerrarlas va a traer cosas mejores y, aunque siga doliendo, la emoción por lo que está por venir hace que cueste un poco menos. Otras veces “lo que está por venir” no está tan claro, y a esa mezcla de emociones que supone dejar ir se le suma además la incertidumbre de no saber cuál es el siguiente paso. Y quizá es esta segunda situación a la que nos solemos enfrentar más a menudo.

En mi caso, el concepto de dejar ir lo asocio principalmente a las relaciones con otras personas y, además, creo – y he podido confirmar – que es un proceso totalmente diferente cuando es tu decisión dejar ir a alguien frente a cuando es el otro el que decide dejarte ir a ti. Diría que cuando tú decides cerrar una etapa importante con alguien, el sentimiento que más te invade es la culpa; culpa por hacerle daño al otro y por ponerle en una situación en la que una decisión importante para él (como es dejar una relación) ha sido ya previamente tomada por otra persona. Esa culpa se junta con la tristeza y con la incertidumbre, pero, aunque no sepamos qué viene después, sabemos que el hecho de tomar la decisión de manera consciente significa que en el fondo es algo que necesitamos y que, aunque lo pasemos mal y no queramos perder a esa persona, tarde o temprano todo tendrá sentido y estaremos un poco más alineados con lo que queremos. Si hay algo que me ha ayudado profundamente cuando me he encontrado en estas situaciones es saber que puedes sentir miedo, dudas y la pena más grande, y aún así confiar en que has tomado la decisión correcta. No necesitas “no sentir nada” para estar seguro de que has hecho lo que había que hacer, porque si algo ha sido importante para ti lo seguirá siendo, y cuando eso se va duele; así de simple.

¿Y qué pasa cuando es el otro el que decide dejarte ir a ti? Pues que gestionar ese rechazo cuesta incluso más. Nos daña el ego, nos daña la autoestima, nos genera mil dudas que muchas veces no podemos responder, nos hace sentir impotentes e incapaces de hacer algo al respecto, nos suele pillar por sorpresa y, en resumen, nos descoloca totalmente. Una mierda, así para entendernos. Entonces toca aceptar muchas cosas. Aceptar que debemos ser capaces de avanzar sin obtener las mil respuestas que queremos y sin entender del todo qué ha pasado. Aceptar el rechazo, pero sabiendo que este no determina nuestra valía ni significa que no seamos suficiente. Aceptar que el hecho de que no seamos para alguien también significa que esa persona no es del todo para nosotros, al menos en esas circunstancias concretas.

Aceptar la situación hasta conseguir afrontarlo desde la calma y la aceptación plena (uf, qué fácil suena, ¿verdad?), sin oponer resistencia, sin rabia hacia la otra persona, pudiendo desearle cosas buenas y reconociendo sin orgullo de por medio que ha sido - y quizá sigue y seguirá siendo - una persona importante para nosotros. Entender que es parte de la vida, que es imposible encajar con los miles de millones de personas que existen en el mundo y que, igual que nosotros hemos podido rechazar a otros a lo largo de los años, ellos tienen derecho a hacer lo mismo. Aceptar también que es probable que les tengamos idealizados y en un pedestal, y que la resistencia al rechazo y al cambio sólo hace que les idealicemos aún más y perdamos la visión más objetiva de cómo era la relación entre los dos, con sus más y sus menos. Y, por último, dejarles ir nosotros también.

Lo mejor sería no tener que pasar por nada de esto, y muchas veces es justamente eso lo que intentamos. Nos aferramos a algo y lo alargamos más de lo necesario porque es más fácil intentar ignorar que eso no encaja que enfrentarse a todo lo que supone el cambio. Incluso cuando nos separamos de esa persona y nos encontramos atravesando el duelo, parte de nosotros puede querer quedarse en esa etapa de tristeza y rumiación porque, lo queramos admitir o no, ese duelo es a veces lo único que queda conectándonos a esa persona. Además, autoengañarnos y dejar la puerta mínimamente entreabierta es una manera de evitar tener que afrontar la pérdida por completo y tener que sentir el dolor de esta en su totalidad. Al fin y al cabo, he aprendido que una de las cosas que más duele es que cuando decimos adiós a alguien no sólo nos estamos despidiendo de esa persona, sino que también tenemos que dejar ir todo lo que hemos vivido, y sobre todo el futuro que nos habíamos imaginado con ellos. Pero quedarse con alguien por miedo, tristeza o por cualquier motivo que no sea la decisión consciente de querer tener una relación con esa persona con todo lo que eso conlleva, significa que no os estáis eligiendo por las razones adecuadas.

Hace poco llegué a una conclusión que fue muy reconfortante para mi, y es un pensamiento al que sigo recurriendo cada vez que me encuentro en este tipo de situaciones. Me di cuenta de que cuando estamos pasando por un duelo (o, en verdad, por cualquier situación que nos produzca tristeza, dolor, enfado o algo parecido), es fácil que nuestra percepción se distorsione y acabemos cayendo en pensamientos como que parece que somos las únicas personas a las que les ha pasado algo así, que nunca nadie ha sentido tanto dolor, que no puede haber una situación peor que esta y que va a ser difícil superar dicho duelo. Sin embargo, cuando consigues separarte de tu propia mente y observar la situación "un poco más de lejos", te das cuenta de que el duelo es una vivencia universal. Todo el mundo ha pasado, está pasando y/o pasará por duelos en su vida, algunos más leves y otros realmente dolorosos, y la gente consigue seguir adelante, rehacer sus vidas, recuperarse, encontrar de nuevo el amor y la alegría en otras personas y en ellos mismos, y avanzar. Y con esto no quiero caer en aquello de 'mal de muchos, consuelo de tontos'. Simplemente creo que mirar las cosas desde esta perspectiva puede aliviar un poco el dolor que sentimos, hacernos sentir un poco más comprendidos y menos solos en este proceso, y aportarnos una sensación de calma al ver que, tarde o temprano, nosotros también seremos capaces de estar bien.

Después de todo, ahora creo que dejar ir se puede resumir en poner el foco dentro, en centrarnos en lo que podemos controlar y en aprender a aceptar lo que ha sucedido, a dejar que las cosas sigan su curso, a hacer las paces con aquello que ya no va a suceder, y a confiar en que, con el tiempo y la aceptación suficiente, tarde o temprano, esto también pasará.

Por: Beatriz García Valverde