¿POR QUÉ ESCRIBO?


1 de diciembre. 2022. Ayer aún era noviembre. JAJAJAJAJAJA… ¿Por qué escribo? Porque escribo. ¿Por qué escribo porque escribo? Porque escribo porque escribo. ¿Por qué escribo porque escribo porque escribo? Porque escribo porque escribo porque escribo. ¿Por qué escribo porque escribo porque escribo porque escribo? Porque escribo porque escribo porque escribo porque escribo. Periódico…

No escribo por ninguna razón en particular. Bueno, o quizá sí. Quizá es porque quiero saber quién soy. Quizá es porque tengo una necesidad candente de conocerme más a fondo. ¿Instaurada por la sociedad externa en la que me integro o surgida por un proceso bioquímico interno tan intangible como inexplicable? No lo sé. Probablemente nunca lo sabré. Qué más da. No creo que ese sea mi propósito en la vida. Pero ni ese ni ningún otro de cualquier otra índole. Yo tan solo soy una consecuencia determinista de los sucesos espaciotemporales que acaecieron previos a mi existencia.

Bien. Suficiente dilación. Nazco un 2021. Bueno, técnicamente renazco en 2021. Para ser más precisos, en noviembre de 2021. Renazco hacia abajo. Por aquel entonces, es cuando definitivamente afloran todas mis maldades canalizadas en forma de dolores físico-corporales persistentes, acompañados, a su vez, de indudables tintes de desasosiego mental —todos los cuales ya habían mostrado su punta, cual témpano de hielo, durante los dos años inmediatamente anteriores—.

En este sentido, la caída efectiva —que fue lo que me llevó, años después, a renacer hacia abajo— empezó a ir ciertamente en picado a partir de la manifestación de la punta del iceberg en torno a mis cuestiones mentales. Las físicas eran demasiado latentes en esos momentos. En fin. ¿Y el motivo de esta manifestación psicológica que desencadenaría mi caída? Pues me ha costado lo innombrable dirimirlo, y, muy posiblemente, nunca tendré certeza plena —ni mucho menos— de su verdadero origen. No obstante, años después, a raíz de una larga y profunda contemplación, meditación, reflexión y análisis por mi parte, por fin me he dado cuenta de que la concienciación o elevación de conciencia respecto a mi historia personal —cargada de numerosos elementos sin resolver— fue la presunta causante de esta intranquilidad psíquica... con todo lo siguiente. Causante, que no culpable. ¡Dios me libre! 

Es a partir del surgimiento de este estado de conciencia activo cuando empiezo a visualizar aspectos de mi vida, de mi yo interno, que no había querido avistar previamente. Mis limitaciones puras y duras. Mi maldito perfeccionismo. Mi tenaz autoexigencia. Pero a su vez, mi acomodamiento. Mi dubitación. Mi inesperada falta de voluntad en tantas ocasiones. Mi miedo a fallarme a mí mismo. Mi temor por no poder demostrar al Rubén que tanto sufrió de niño y de adolescente que eso ya era agua pasada. Mis eternas contradicciones.

Ahora bien, sí que hubo algo que permaneció a mi vera durante toda mi caída y mi posterior renacimiento hacia abajo: mi interminable espíritu curioso y escéptico que me invitaba, con todo, a seguir yendo más allá en cada una de las facetas de mi existencia. Aunque quizá este idiosincrásico espíritu con carices iconoclastas también contribuyó a mi caída. Seguramente. Pero, por otro lado, igual fue mi caída la que, finalmente, consiguió externalizar este infatigable anhelo por conocer, por saber. Es decir, viéndolo desde esta perspectiva, puede haber sido mi caída la que provocara la consolidación de dicho espíritu (y no al revés), caracterizado por un incansable afán de cuestionarse las cosas y aprender cada día algo nuevo. ¿Qué vino primero, el huevo o la gallina? Qué se yo. Solo sé que no sé nada. Solo sé que la primera vez que publiqué un artículo de opinión fue el 19 de noviembre de 2019. El segundo, publicado tan solo 6 días después, tampoco tiene desperdicio. ¿Qué pasa con noviembre?

El Rubén de febrero de 1999 es el nacimiento biológico. Se inaugura mi historia personal. El Rubén de noviembre de 2019 es el comienzo del final. Empieza mi proceso de concienciación. El Rubén de noviembre de 2021 es el final. Mi concienciación ya es sumamente elevada. El Rubén de noviembre de 2022 es el comienzo de una nueva etapa. La acción como método para combatir mis maldades de las que ya soy altamente consciente muestra sus inicios. El inicio de una vida desde la conciencia despierta, desde el más puro y genuino deleite mientras tecleo estas modestas palabras, desde el vencimiento de miedos, desde el establecimiento de una estrategia personal, desde la implementación de un plan de acción —si bien flexible— con vocación de permanencia. El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es una decisión. Hoy, es el primer día del resto de mi vida

 

Por Rubén Serrano Alfaro.