Por otro lado, disponemos de tres recursos en Cuidados Paliativos: la atención domiciliaria (especialmente por parte de Atención Primaria), las unidades de agudos en los hospitales (en las que se abordan procesos patológicos puntuales que desestabilizan la vida del paciente terminal, como por ejemplo infecciones, dolor incontrolable, infartos…) y los centros de media estancia (para aquellos pacientes que se encuentran estables de salud, pero que necesitan una atención médica más especializada). Sin embargo, se estima que unas 80.000 personas de casi 200.000 que presentan al año una enfermedad terminal en España mueren sin recibir atención paliativa. A nivel mundial, según cifras de la OMS, solo un 14% de los pacientes terminales reciben una atención paliativa adecuada. Esto son cifras verdaderamente alarmantes que nos hablan no solo de los pocos recursos que se destinan a este tipo de atención médica, sino de la poca concienciación a nivel burocrático que se tiene sobre el tema. Otro asunto que nos revela esta información es que al parecer, el sufrimiento al que más valor se le da a nivel social parece ser el “físico”, mientras que el dolor emocional y psicológico en un tramo tan duro de la vida parecen tomar un papel secundario (cuando estos últimos forman gran parte del “todo” de la vivencia del paciente). Es en parte por esto por lo que se tiende a pensar (erróneamente) que la labor de Cuidados Paliativos sólo se cierne sobre el manejo del dolor, mientras que la realidad es que abordan de forma holística todo lo que supone la realidad de un enfermo terminal (incluida su familia).
Por todo lo anterior, dudo de si el lector que ha conseguido llegar hasta aquí sabe ahora a qué me refiero con el título del artículo. Para mí, el alma de la Medicina son las personas: desde lo más puramente biológico que les ocurre hasta las tramas emocionales más complejas que les hacen sufrir. El momento en el que eres consciente de que la enfermedad de tu familiar (o la tuya propia) no tienen una cura, te cambia la vida. Se transforma tu visión de la temporalidad de las cosas, de lo cortísima que es la vida y se nos abren los ojos a una realidad que nos muestra lo sumamente frágiles que somos en el fondo (aunque a veces no seamos conscientes de ello). Es por esto que una Medicina que no tiene en cuenta esta dimensión de la vida de quien lo atraviesa, dudo que pueda llegar a considerarse Medicina, del mismo modo que un ser humano sin su alma pierde su esencia, deja de ser quien es. Una Medicina que se desentiende del cuidado de los más frágiles (o no se preocupa porque este esté garantizado a todo aquel que lo solicite) es más parecida a un taller de automóviles averiados que a lo que está llamada a ser: el CUIDADO de los seres humanos desde lo más profundo de su ser hasta el momento más vulnerable de su vida.