Soy una persona que tiene muchas inquietudes, o que es muy inquieta (no es exactamente lo mismo, pero coincido con ambas). Seguro que figuro en la agenda de diversos contactos como Teresa Guitarra, Teresa Coro, Teresa Canto, Teresa Escuela, Teresa Opinión20, Teresa Patio de Mi casa, etc. Y es curioso que he pasado por un momento de mi vida de agobio constante por cómo percibía la etiqueta de al lado de mi nombre. Yo no me sentía a la altura, me consideraba una impostora en todas y cada una de ellas. Las exigencias, frustraciones, miedos, pesadillas, y todas las sensaciones en plural que os vengan a la cabeza, me han venido devorando por días: los nervios ya habituales, pelearme conmigo misma, la vocecita en mi cabeza de “no vales” criticándome en absolutamente todo... Y alguna vocecita de fuera, por qué no. Aunque si resonaba tanto era porque lo permitía, y mi vocecita estaba de acuerdo y esperando cualquier pretexto para alimentarse.
El caso es que tras muchas exigencias, frustraciones, miedos y el largo etcétera, empecé a buscar etiquetas diferentes en las que me sintiese cómoda (¡como si no fuesen bastantes ya!). Creía que iba a llegar a la saturación plena cuando, al fin, me di cuenta de algo tan obvio que actuó como un bálsamo en mí, y que todavía (en pleno proceso) me recuerdo a mí misma casi como un mantra: soy Teresa. Valgo lo mismo con o sin etiquetas. No soy menos Teresa por ser menos guitarrista, (lo mismo al revés, vaya), o menos cantante, o menos dormidora de competición, qué se yo. No soy menos porque al final las etiquetas van al lado de lo importante, que es una misma.
Es que tengo valor por el hecho de existir, y fin. No sé los motivos por los que me ha costado tanto llegar a esta conclusión, pero no es realmente importante. No quiero culpar a nada ni a nadie (menos al patriarcado, pero eso se da por sentado), lo que quiero es dejarlo por escrito, un poco de mí para mí. También es bonito darse cuenta de que la gente muy cercana me tiene guardada por mi nombre, algún apodo, o sienten anticuada la etiqueta con la que me agregaron cuando me conocieron... Curioso, ¿no?
Desde hace muchos años pongo en la biografía de las redes sociales la frase: cuando me conozca me presento. Supongo escribía esto para evitar el momento incómodo de rellenar espacios definiéndote en la palabrita que te ponen al lado del Whatsapp. O quizás era porque ya entonces sospechaba que realmente ni tenía sentido ni marcaba una diferencia. Según mi propia frase hoy no me podría presentar, y es que ni de lejos he conseguido la premisa. La he empezado, eso sí, me estoy conociendo, y oye, creo que puedo hacerlo. Uf, qué nervios... Venga va, allá vamos...
Por Teresa Camarena Moreno