Sobre la resurreción en el siglo XXI del japonismo del XIX

La fascinación genuina por lo oriental en general y lo japonés en particular parece estar aumentando a un ritmo frenético. La gente parece sorprenderse ante el ascenso de la incorporación de recursos de dicha cultura a la nuestra. Parece estar generando confusión, ¿desde cuándo hay tantas referencias a esa civilización? Pueden llegar a preguntarse. No obstante, ¿es esa fascinación, esa adquisición cultural, realmente algo nuevo y propio de nuestro siglo?

Se conoce como japonismo a la fascinación que el mundo oriental despertó en Occidente durante el siglo XIX (la capacidad seductora del país del sol naciente podría remontarse a muchos siglos antes, pero por acotar y centrarnos comenzaré desde aquí). Japón era un país que acababa de levantar el aislamiento que había experimentado durante años. Era un país exótico, un país que inspiraba fábulas y leyendas; misterioso y enigmático. Dicha fascinación acabó traduciéndose a elementos visuales. Un estancamiento en los artistas europeos combinado con ese mismo encandilamiento acabó llevando a que el Ukiyo-e o la estampa japonesa, género de grabados típicos del país (que gracias al aislamiento había conservado su “pureza”) acabara influyendo decisivamente sobre ellos, ayudando a la creación de un nuevo movimiento en Europa: El Art Nouveau (movimiento que dependiendo del país recibe un nombre u otro).

“la necesidad por innovarse fue estimulada por la adopción del estilo de arte japonés. El Ukiyo-e japonés puede ser considerado la mayor inspiración para el movimiento de fines de siglo XIX, este género artístico que se consolido en mediados del siglo XVII y perduró hasta el XIX, donde los artistas producían impresiones y pinturas que tenían como personaje principal a bellas mujeres, prestándole especial atención a los detalles de la vestimenta, el maquillaje y el peinado, a diferencia de las facciones del rostro que usualmente eran estereotipadas. Incluso, abundaban en sus diseños los 6 actores kabuki y luchadores de Sumo, escenas históricas y leyendas, flora, fauna y erotismo, así como paisajes que fueron los más distintivos para el Occidente. Las escenas naturales, tenían una relevancia histórica y alcanzaban niveles de excelencia en cuanto a su anatomía. Las representaciones humanas, sin embargo, permanecieron básicas hasta épocas modernas.” (Atauri, 2017. pp. 5)

No es costoso percatarse de la similitud entre las características normativas del Ukiyo-e respecto a las características que acabaron consolidándose en el nuevo movimiento artístico: cómo elaborar la composición de la obra, uso de la figura femenina -mujeres jóvenes, hermosas y oníricas- como núcleo de todas las obras (siempre en el centro), atemporalidad, desestimación de perspectiva y profundidad, adhesión de elementos naturales, minuciosidad en los decorados de los ropajes…

      

No solo los artistas impresionistas se vieron embaucados por la nueva estética, también le ocurrió a otro tipo de público. Macarena Atauri explica: “la fiebre del japonismo seducirá también a […] la burguesía y la emergente clase media. Estos adquirirán todo tipo de productos japoneses. La influencia es dual, pues penetra en el proceso creativo y en el proceso comercial, convirtiéndose en una auténtica moda de consumo para las masas.”

Antes de continuar con el tema del artículo me gustaría presentar una serie de fotogramas. De todos ellos, si al lector le apetece, quisiera que intentara responder a las siguientes cuestiones: ¿Hay algo que todas las fotografías tengan en común? ¿Algún elemento que se repita? ¿Puede sacarse un mínimo común múltiplo de ellas?



Además de las imágenes, quisiera añadir nuevos elementos a la ecuación: Hentai de Rosalía (pasemos por alto el significado de la palabra, nos es indiferente para el artículo. Nos importa su procedencia), Yamaguchi de Amaia (cuya letra dice: “Me pregunto si en Japón/una niña llorará/Como yo he llorado amores/En las fiestas de San Juan/Con los cerezos en flor”) y Tamagochi de Lola Índigo (aunque su frase “baja de la nube, que no eres Goku” de Niña de la escuela también nos serviría). ¿Puede localizarse algún factor que se repita en todos los casos?

Como ya habrá deducido el lector, la respuesta es sí (de otro modo no estaría hoy escribiendo este artículo). Todas las producciones artísticas mencionadas están empezando a incorporar nuevamente elementos típicos de la cultura japonesa, recordando de forma bastante curiosa a ese primer japonismo de hace dos siglos. 

El primer fotograma pertenece al videoclip de Nezuko, cantada por Rojuu. En la escena vemos que las ropas que llevan recuerdan con bastante claridad al ropaje de los samuráis (sin obviar el hecho de que Nezuko es un nombre japonés y que en el vídeo aparecen muchas jóvenes vestidas con uniformes que rememoran los usados en Japón). En la siguiente imagen vemos la palabra japonesa “Konbanwa”, palabra que da título a un disco de Sticky M.A y que se usa de forma rutinaria para saludar a los demás en dicho país. En la última figura se observa una representación de Bad Bunny con el estilo de la animación japonesa (contando también con árboles de cerezo, muy característicos del país y ya visto en Yamaguchi de Amaia). 

Podría tantearse la hipótesis, con los primeros artistas mencionados (Rojuu y Sticky M.A), de que son casos puntuales, casos excepcionales de individuos interesados en la cultura japonesa. No obstante, la aparición recurrente de particularidades culturales japonesas en el trabajo de personas más sonadas destruye hasta los cimientos esa tímida posibilidad. Puede empezar a hablarse sobre el comienzo de una tendencia que parece estar consolidándose con bastante rotundidad (otro tema es cuánto durará dicha moda en nuestro frenético mundo). Solo he citado algunos casos, probablemente si se continuara investigando seguirían apareciendo alusiones, pero por no volver este artículo interminable, dejaré que sea el verdadero interesado quien, al escuchar una canción, se pregunte si hay o no influencia japonesa.

Resulta increíblemente interesante observar hasta qué punto la historia se repite (por mucho que algunos se pregunten que cómo es posible que de repente todo esté relacionado con lo japonés, como si fuera la primera vez que ocurre). Los tiempos han cambiado. En el siglo XIX la influencia venía encabezada por movimientos artísticos como la estampa japonesa, influencia observable en los resultados artísticos y comerciales de entonces. También en el siglo XXI la influencia de lo japonés se aprecia en dichos resultados artísticos y comerciales, pero los componentes contemporáneos adquieren otras formas que se adaptan a los tiempos que corren, pueden observarse nuevos cánones de belleza impulsados por dicho país, la incorporación de algunas de sus expresiones y palabras sin traducir, la estética general en el medio audiovisual, referencias a su historia... El paralelismo de lo que ocurrió en Europa en el 1850 (sin exactitud ninguna y simplemente moviéndonos por estimaciones) respecto a lo que parece estar ocurriendo ahora se realiza solo. 

Al final, la fascinación por lo lejano acaba salvando los obstáculos que puedan impedir su integración en nuestra cultura (u otras). Tenemos la posibilidad de intuir y reformular la emoción que los impresionistas debieron experimentar ante las enigmáticas historias que el viento susurraba sobre el país del sol, porque nos hemos convertido en testigos de la resurrección del japonismo del siglo XIX.

 

Por María B. Lario

Bibliografía:

Atauri, M. (2017). El Japonismo en el Arte Europeo en el siglo XIX. Recuperado de https://www.academia.edu/42236170/El_Japonismo_en_el_Arte_Europeo_del_siglo_XIX?from=cover_page