Que gane el mejor



La participación laboral femenina no ha estado siempre presente a lo largo del tiempo, ni ha tenido la misma presencia en el mercado laboral. La gran incursión se produjo, sobre todo, tras la Segunda Guerra Mundial. Este periodo se caracterizó por tener dos fases. En primer lugar, durante 1940 a 1960 fueron las mujeres casadas de entre 45 a 54 años las que incrementaron su ratio de empleo. Posteriormente, tras 1960, las mujeres casadas de entre 25 a 34 años (especialmente, aquellas que tenían hijos en preescolar) siguieron el mismo camino que sus predecesoras. Tras aquello, la situación ha ido poco a poco mejorando. Sin embargo, ¿en qué punto estamos?
En general el salario que gana una mujer es inferior que el de los hombres. Durante la primera mitad del siglo diecinueve la mujer ganaba entorno al 40% del salario del hombre. Actualmente, esto ha incrementado, lo que ha hecho que la brecha de salarios se quede en un 25% (comparando empleos entre hombres y mujeres con jornadas completas de trabajo). Por lo que hemos mejorado, pero aún queda progreso por hacer. Asimismo, se aprecia una diferencia a lo largo de la vida laboral de una mujer. Antes de los 25-34 años la brecha salarial no es muy pronunciada, es a partir de dichos años cuando aumenta (hasta los 44 años), y se mantiene constante hasta la jubilación. También, se ha analizado que no varía mucho dicha diferencia salarial según el grado de educación. Incluso, se ha apreciado que es mayor cuanto más alta es la misma. Esto se debe en parte a que los puestos que pretenden las mujeres con grados universitarios y educación superior requieren una experiencia laboral, que suele alcanzarse más tarde, pues, al tratar de conjugar la vida profesional y familiar, menos tiempo pueden dedicar al mundo laboral.
Permítanme, ilustrar la cuestión con un ejemplo. Recorriendo los pasillos de las universidades puede verse que el cambio no ha sido tan profundo como parece. Si se mira de manera global a todas las universidades, y se compara el ratio de hombres y mujeres en el profesorado se aprecia como hay casi un 50% de cada género. Sin embargo, si se empieza a dividir entre diferentes categorías de universidades, por ejemplo, aquellas universidades que pretenden ahondar en la investigación e imparten doctorados, la segregación esta presente. Por ejemplo, en 2017 el claustro del MIT estaba compuesto solo por un 25% de mujeres. Ante ello, uno puede plantearse si hay más obstáculos para las mujeres que los hombres, y si es así, ¿que está generando este gran contraste?
Si se analiza las ocupaciones más desempeñadas entre ambos géneros, puede apreciarse que las mujeres copan puestos de trabajo donde los sueldos son más bajos (por ejemplo: trabajadoras sociales, profesoras de preescolar y primaria), y no se encuentran casi presentes donde los mismos son más elevados. Con respecto a los hombres, esto sucede a la inversa. Ahondando en la cuestión, se ha constatado que aún estando en el mismo empleo las mujeres ganan menos que los hombres. Por ello, uno puede preguntarse, ¿qué está ocasionando esta disparidad? Son diversos los motivos que se han presentado para explicar este fenómeno. En primer lugar, se encuentra la educación y la experiencia. Esta idea parte de la premisa del tiempo que una mujer espera destinar al cuidado de sus hijos. Si ella piensa que va a trabajar poco tiempo en el mercado laboral (en comparación que un hombre), se reducirá el beneficio que le reporta el destinar años educándose, pues, las ganancias de la educación (los salarios que espera obtener) son bajos. Asimismo, dicha mujer, si decide trabajar menos para destinarlo a su familia, acumulará menos experiencia laboral. Lo que, por ejemplo, dificultará su ascenso laboral. Sin embargo, esta teoría basada en el capital humano, no se ha visto que sea la causa principal del problema que estamos analizando. Se considera que ha de centrarse la vista más en los efectos inversos que genera la familia en los salarios para cada uno de los géneros (positivo para el hombre y negativo para la mujer).
El segundo motivo de esta diferencia se haya en las teorías de la discriminación. Imagínese que es un empleador, un empresario que no posee una información perfecta sobre los candidatos que ostentan el puesto de trabajo que usted ofrece. En este caso, para valorarlos se basara en características como la calidad de la universidad donde estudió, donde ha estado trabajando anteriormente el candidato… Ahora imagínese que existen dos tipos de mujeres, unas que sabe que están dispuestas a destinar un gran esfuerzo trabajando, y otras que debido a cuestiones familiares, prefieren destinarlo en otro ámbito ajeno al laboral. En este caso no hay ninguna señalización que muestre que tipo de mujer se es, por lo que el empleador al no poder conocerlo, decide ofrecer a todas las mujeres, independientemente del esfuerzo un salario bajo. El problema, no es solo el salario, sino que la mujer que estaba dispuesta a destinar un gran esfuerzo trabajando, decide no hacerlo porque su salario es el mismo que aquella que no lo hace. Esta teoría simplificada ilustra la profecía autocumplida (self-fulfilling expectations).
Y, ahora, ¿cómo esta la situación? La pandemia ha sido calificada como she-cession, para ilustrar, que a diferencia de anteriores recesiones, ésta ha impactado de manera más considerable en las mujeres que en los hombres. Son diversas las causas presentadas por los expertos. No obstante, cabe mencionar dos. La primera se debe a que los sectores en donde más trabajan las mujeres se han visto afectados de manera considerable. La segunda ilustra la necesidad de incrementar los cuidados de los niños debido al cierre de las instituciones educativas, que ha generado un mayor impacto en las mujeres que en los hombres. Asimismo, se enuncia que debido a la implantación de medidas de flexibilización del empleo, como el teletrabajo, pueden generarse cambios permanentes que se espera que modifiquen las desigualdades que estaban y están presentes en el mercado de trabajo. 
Con este recorrido acerca de la brecha salarial presente en el mercado laboral quería ilustrar que se ha avanzado mucho, pero aún queda camino que recorrer. Al final lo que nosotras queremos es que se escoja a la persona que este mejor preparada para desempeñar el puesto de trabajo. No buscamos una simetría de hombres y mujeres, sino que se remuevan los obstáculos que impiden que ambos estemos en las mismas condiciones. Pues, quien debería de conseguirlo es el mejor.

Ana Fernández Bejarano

Para mayor profundización sobre los efectos de la pandemia en la actualidad, recorrido histórico y datos.