Democratizar los sonidos del mundo




A mis chicos, los protagonistas de tantas historias

Desde que nos levantamos hasta que nos volvemos a acostar estamos rodeados de sonidos como el despertador, el microondas que nos avisa de que ya está caliente nuestro desayuno, el tráfico, o los buenos días del conductor del autobús. Haber vivido toda nuestra vida acompañados de los ruidos y las voces impide que la mayoría de nosotros veamos su verdadero valor. Sin embargo, no todo el mundo tiene la suerte de disfrutar de ellos: en España cinco de cada mil niños nacen con sordera o pérdida auditiva cada año. 
La hipoacusia, reversible o definitiva, supone para los niños una enorme barrera a la hora de enfrentarse al mundo. Los personas con pérdida de capacidad auditiva tienen más dificultades a la hora de diferenciar los sonidos, lo que provoca problemas en los menores a la hora de aprender vocabulario, gramática, usos del lenguaje, expresiones y otros aspectos de la comunicación verbal que luego serán arrastrados a la letroescritura, dos habilidades fundamentales para el desarrollo de la inteligencia.  Teniendo en cuenta que el castellano es un lenguaje silábico, y por tanto se basa en sonidos, no podemos ignorar la dificultad que supone para los menores no poder escuchar y comprender los mensajes en su totalidad, ya que los problemas en la comunicación acabarán afectando a su vida académica en todas las áreas. Esta situación de desventaja con respecto a sus compañeros lleva a los niños con pérdidas de audición a buscar distintas estrategias que les ayudan a comunicarse e intentar seguir el ritmo de aprendizaje de sus compañeros, por ejemplo, ladear la cabeza si escuchan solo por un oído o la lectura labios, aunque en el contexto actual en el que la mascarilla son obligatorias en las aulas esta última opción se vuelve del todo imposible. Pero los niños no están solos en esta batalla contra las dificultades académicas, sus aliados más fieles serán, desde que se descubra la falta de audición en adelante, los fantásticos audífonos.
Está comprobado que con la ayuda de audífonos y logopedas los niños con sordera moderada pueden integrarse sin problemas en su entorno social y escolar, pero solo los niños cuyas familias puedan pagar 3.200€ o consigan alguna ayuda autonómica. A pesar de que está demostrado que la pérdida de audición afecta al desarrollo escolar de los niños y dificulta su aprendizaje, el Estado español no se hace cargo de asegurar audífonos a los menores a través de la seguridad social. A los políticos se les ha olvidado que el derecho a la educación es un derecho fundamental de todas las personas y que está especialmente protegido durante la infancia.
Podríamos perder tiempo comparando los audífonos con las gafas, pero sería como comparar el agua y el aceite. Las gafas están estandarizadas y se pueden comprar a un precio razonable, sin embargo, los audífonos requieren de una adaptación al usuario. Los audífonos infantiles precisan de moldes para los oídos que se van renovando a medida que crece el niño, y además, se adaptan a las necesidades auditivas concretas de cada uno, medidas a través de una audiometría (algunos audífonos para adultos incluso se moldean en función del oído del usuario). La necesidad de personalizar hasta el extremo los audífonos supone un enorme desembolso que debe ser afrontado por las familias, aunque las autonomías sí ofrecen algunas ayudas, y también pueden contar con las subvenciones de Organizaciones como la  Organización de Ayuda a la Audición.
La pérdida de audición condiciona de manera tajante la vida de los niños y cómo se relacionan con su entorno y las personas con las que lo comparten. Sin embargo, no sólo les priva de cosas tan básicas como la música o escuchar las voces de sus padres y sus hermanos, también les aleja de conocer el mundo que se les presenta. Las dificultades para comprender el lenguaje oral abren una brecha entre los niños y el mundo, dificultan su acercamiento a la escritura y les aleja de las respuestas a los porqués que tanto necesitamos conocer en los primeros años de edad. Los audífonos ponen solución a estos problemas, pero por el momento disfrutar de ellos es un privilegio de clase.
Irónicamente España ratificó el  6 de diciembre de 1990 la Convención de los Derechos del Niño, lo que significa que se compromete como Estado a proteger los derechos de los menores, entre los que se incluyen el derecho a la educación, derecho a una protección especial, oportunidades y servicios para su desarrollo físico, mental y social en condiciones de libertad y dignidad. Al hablar de derechos de los niños hablamos de todos los niños, también los que tienen necesidades diversas. España está legalmente obligada a garantizar que los niños con pérdida de audición disfruten de sus derechos, aunque para conseguirlo el precio a pagar sean cinco pares de audífonos por cada mil niños al año.

Por Cristina Moreno