Creatividad para no conformarse


La creatividad es importante. Más allá de cualquier ámbito o disciplina. Aunque habitualmente asociamos esta fértil habilidad a las artes plásticas, ser creativo con la palabra, con los sonidos o con los números es también parte de nuestra condición humana. Y esto ha sido así desde tiempos inmemoriales. ¡Hasta los monos son creativos!

Dos monitos vivían en una isla muy pequeña en medio de un mar muy grande. El mar, que debía de ser un dios, tenía muy mal genio y todas las tardes se enfurecía y lanzaba espumas de un lado a otro de la isla. Uno de los monos construyó una barca, y se mantuvo a flote. Al día siguiente se la enseño a su compañero que empezó a chillar y darse golpes en el pecho. ¡Estaba taaaaan contento! 
Hizo su propia barca, pero al llegar la tarde ambas se hicieron añicos contra la costa. Estuvieron tristes varios días. 

Pasada una semana comprendieron y aceptaron que por el momento aquella era su realidad, su circunstancia. Y se adaptaron a ella. Crearon entonces algo bello para animar los días tristes y festejar los felices. Hicieron música. Y bebieron agua de coco para celebrar que se tenían el uno al otro. Durante muchos años, muchas generaciones disfrutaron de aquel rito que los dos monos habían iniciado y los hijos de sus hijos habían mantenido. 

Curiosamente, llegó el día en que un par de monos sabios, conocedores de los barcos que sus ancestros habían construido, decidieron imitarles. Pero esta vez uno de ellos dijo -Se romperá en cuanto las olas lo lancen contra la costa. No habrá manera de evitarlo. Si pudiéramos volar.... 
De pronto, su compañero recordó algo y dijo -Volar, lo que se dice volar, no he volado. Pero de pequeños solíamos jugar a saltar desde el acantilado con hojas de plátano y el viento nos sostenía algunos instantes en el aire.

Desde entonces los monos, con la ayuda del viento, podían volar sobre el agua con su barco de vela, o barco de vuelo como se llamó inicialmente.

Las siguientes generaciones, que crecieron conociendo lugares lejanos y hermosos, siempre estuvieron agradecidos a estos inventores y al dios Viento, quien a partir de entonces fue agasajado por sus fieles con ricas ofrendas. Los monos compartieron con los demás pueblos cocos e ideas. Y no hubo una sola isla en el mundo en la que no se hablase de la belleza de sus canciones y la agilidad de sus barcos.


Hemos llegado al momento del cuento en el que te hablo a ti que lees, a mí que escribo o a aquel niño que desconoce todavía la difícil tarea de vivir. Para todos ellos van estas palabras: 

hay que ser creativo con la propia visión del mundo.

Es necesario aprender a construir ideas nuevas que nos permitan adaptarnos al mundo cambiante, fugaz, cuasi-instantáneo, en el que vivimos. Esta proclama no defiende el bien de la sociedad, el del planeta o el de tus vecinos. El acento está puesto en el propio bienestar. El concepto de felicidad no es estático. Cambia. La circunstancia, la cultura, el entorno, deforma nuestra concepción de felicidad como haría con cualquier otro sentimiento. 

La creatividad puede jugar en contra de uno mismo si no se dirige con cuidado y determinación. Somos capaces de crear grandes pesadillas y esculpir rutinas de miedos y complejos. Creo firmemente que se puede, y se debería, redefinir la felicidad tantas veces como sea necesario para afrontar con éxito el duro reto de vivir. Nunca negar la existencia de nuestros deseos, jamás ceder ante la injusticia, pero siempre buscar vías para una existencia satisfactoria. Creo que es algo muy característico de nuestra generación el inconformismo, por eso os invito a no aceptar tampoco la angustia del existencialismo que nos contagiamos los unos a los otros. Bebed agua de coco. Sed creativos. Esculpid visiones del mundo y cuando ya no os resulten útiles tomad una maza para devolver al mármol su forma abrupta de roca que desea ser tallada.


Por Juan Cabrera