El ‘Meritocuento’ y la inequidad de oportunidades

“Sísifo” – Tiziano. Fuente: Museo del Prado (https://bit.ly/3H50Aq9)

No todo tiene un precio o, al menos, eso queremos pensar. Vivimos en una sociedad dominada por el capitalismo. Esto no es nada nuevo. El capitalismo se impone en todas las facetas de nuestra vida sin que nos demos cuenta. Lo invade todo y no solo está presente en la faceta económica. En la vida personal, evaluamos nuestras relaciones con los demás en función al beneficio que nos aportan (y, desgraciadamente, el coste que nos reportan). Incluso cuando hablamos del tiempo, usamos términos económicos: “¿cuánto tiempo voy a tener que invertir en esto?” Sin embargo, estos pensamientos, aunque parezcan formar parte de nuestra naturaleza, no siempre son algo fácil de aceptar y asimilar. No todo tiene un precio o, al menos, un precio que consideramos justo.

La historia de Sísifo habla del precio del esfuerzo. En su caso, del esfuerzo absurdo. Después de meterse en líos con Zeus, el dios griego más poderoso, Sísifo fue condenado a subir eternamente una pesada roca hasta la cima de una montaña, la cual, rodaría ladera abajo cada vez que Sísifo alcanzase su meta. Fue condenado a lo que Albert Camus interpretó como “el absurdo”: el trabajo inútil y sin esperanza.

Este precio se materializa de forma muy evidente en lo que llamamos meritocracia. En un sistema meritocrático eres lo que haces y, por tanto, debes ser recompensado en base a lo que el sistema considera esfuerzo. Este concepto de esfuerzo es la consecuencia de la suma de dos variables fundamentales: el precio que ponemos a ese esfuerzo y el valor monetario que genera el esfuerzo en sí. Pongamos un ejemplo, dedicar 2 horas a trabar en el banco de alimentos de tu comunidad tendría un valor inferior a dedicar 2 horas a un trabajo de oficinista. Esto se debe a que el resultado de la primera acción no tiene un valor de mercado como tal, mientras que el trabajo de oficinista genera un valor para la empresa para la que se trabaja. Este sistema plantea, bajo mi punto de vista (completamente subjetivo), tres problemas fundamentales a resolver de cara al futuro:

1. La inequidad de oportunidades. La idea principal de la meritocracia es precisamente que vivimos en una sociedad en la que, si te esfuerzas, podrás conseguir todo aquello que te propongas. Las oportunidades se presuponen como algo al alcance de todos por igual. Nada más lejos de la realidad. Los privilegios sociales se heredan, por lo que hay personas que “juegan con cierta ventaja” en esto de vivir. Para poder llegar a un mismo lugar (por ejemplo, tener acceso a educación), hay personas que lo tienen más fácil que otras. Al final, hablamos de la diferencia entre igualdad y equidad. El concepto de igualdad nos dice que un sistema es justo si a todos los ciudadanos les proporcionamos las mismas ayudas. Sin embargo, hay personas más necesitadas que otras por lo que, al hablar de equidad, la justicia cobra un sentido muy diferente: dar a cada uno lo que necesita. Este concepto de equidad, al que opino deberíamos aspirar, puede llegar a chocar con nuestro sistema actual.


Diferencia entre igualdad y equidad (Fuente: https://bit.ly/3n37xQo)

2. El sistema meritocrático obliga de manera inconsciente a ponerle un precio a todo, incluso cuando lo que se valora no tiene un valor cuantificable. Un precio tiene que ser, por norma, tangible, contable, “monetizable” para que algo sea valorado. Sin embargo, el concepto de “valor” es tremendamente subjetivo. Es por ello que el precio de algo depende de quienes deciden lo que se valora de ese algo.

3. Lo que Michael Sandel, filósofo político y profesor en la Universidad de Harvard, denomina “actitud ante el éxito”. Al fin y al cabo, este tercer punto es la consecuencia directa de los dos puntos anteriores. Si una persona que tiene éxito dentro del sistema considera que esta situación es enteramente consecuencia de sus acciones, también tienden a pensar que aquellos que se han quedado atrás viven las consecuencias de las suyas. Por lo tanto, el sistema divide a las personas en “ganadores y perdedores”, siendo los “ganadores” los que reciben mayor recompensa aún cuando hay “perdedores” cuyo “esfuerzo” ha sido infinitamente mayor que el suyo.


Ilustración sobre la Meritocracia (Fuente: https://bit.ly/3n48JDe)

El otro día leía en el periódico que mi generación es la primera que ha dejado de creer en la meritocracia. Honestamente, creo que esta interpretación se debe a que nos sentimos un poco como Sísifo: trabajando de manera inútil y, en la mayoría de las ocasiones, sin mucha esperanza en el porvenir. No obstante, no creo que seamos, ni mucho menos, los primeros en darnos cuenta de los grandes problemas del sistema capitalista del que hablaba al principio de este artículo. Simplemente, hemos sabido comunicar nuestras frustraciones de manera más evidente. Ahora solo queda encontrar una solución, nada fácil, que sea justa para que aquellos que se esfuerzan, sin importar origen o clase social, vean y disfruten de sus esfuerzos de una manera equitativa.


Por Marta Molina Urosa