Devuélveme la infancia



Al plantear el inicio del artículo pensé escribir una historia que pudiera capturar el tema del mismo. Sin embargo, decidí suprimirla porque consideré que cualquier relato producto de mi imaginación no haría justicia a aquello que pretendo abordar. Aquello, que si me permiten denominarlo así, es una vergüenza mundial, y que los 160 millones de niños que lo sufren, de los cuales 79 millones se clasifican como trabajadores forzosos, debería de dárseles una respuesta responsable y efectiva. El tema, pues, que pretendo abordar con el respeto, la dureza y la delicadeza que se merece, es el trabajo infantil.

Son diversos los motivos que se ofrecen como explicación a cómo se ha podido desembocar en esta situación poco afortunada. Entre ellos destaca la pobreza. Se ha analizado que este hecho se suele dar en familias con pocos recursos. Los adultos, al poseer ingresos bajos, no pueden permitirse tener un hijo que no se dedique a una actividad que reporte un sueldo para la familia. Por lo que, las propias circunstancias que los envuelven les empujan a tomar esta decisión. Un niño no empleado es un bien de lujo para ellos. Sin embargo, se plantea uno: ¿cómo este niño puede aportar dinero al seno familiar? Porque alguien lo emplea. Pero, generalmente, no se les emplea porque sea un puesto que requiera las destrezas de un niño. Simplemente, la razón se haya en que, siendo sustitutos, el trabajo de un adulto y el de un niño, el salario no es equivalente, el del niño es inferior. Asimismo, otros motivos que se atribuyen como causa serían: la norma social, concretamente el coste o estigma social que se genera en base a cuantas otras personas han permitido que se empleen a sus hijos, y la calidad, los costes de transacción y la accesibilidad a la educación.

Si me dejara llevar por la moral diría que no es necesario proporcionar motivos por los que se debe implementar soluciones. No obstante, manteniendo la objetividad del artículo, hay razones que justifican la modificación de este hecho: externalidades positivas derivadas de la escolarización, la trampa intergeneracional y perjuicios a largo plazo para el niño. Se ha constatado que, generalmente, cuanto más joven se trabaja, menos ingresos en el futuro se obtendrán. Por consiguiente, la persona que trabajó de niño, poseerá poca riqueza en su edad adulta, con lo que podría generarse que sus hijos también acabarán trabajando a edad temprana, y así se formaría un estancamiento como el vaticinado por la obra de teatro “Historia de una escalera”. Al final, las generaciones venideras serían una calca de la anterior.

Sabiendo que podría mejorarse la vida de los presentes y de los concepturus, e incluso reportar un beneficio social, ¿qué hay que hacer? Durante los últimos años la comunidad internacional ha impuesto estándares laborales internacionales a través de sanciones para frenar esta situación e incluso los propios consumidores han realizado boicots a ciertas empresas. Con ello se pretende reducir las oportunidades de que los niños encuentren empleos con ingresos y debilitar a la oposición que pretende no eliminar el trabajo infantil. Sin embargo, se ha analizado que estas medidas generan efectos contrarios, que ellas son contraproducentes. Es decir, se ha apreciado un desplazamiento en el trabajo infantil, del formal al informal, y un incremento del mismo. La razón subyacente reside en que esta clase de acciones reduce aún más los ingresos de la familia lo que genera que las mismas obliguen a más hijos a trabajar, y no solo eso, sino en sectores aún más peligrosos, pues los anteriores ya no ofrecen dicho empleo al niño. Por tanto, si antes necesitaban un sueldo adicional para conseguir que el resto de hijos pudieran educarse, ahora serán menos los afortunados que puedan escapar del trabajo infantil en una familia. 

Teniendo presente la efectividad de estas medidas, ¿no debería de realizarse otras medidas que no perjudiquen aún más? Porque si se continúa con ellas, ¿para qué se hacen las medidas? ¿Para  erradicar el trabajo infantil o para que quien las hace se sienta mejor por pensar que hace un bien que en realidad es todo lo contrario? Por consiguiente, ¿hay medidas con las que combatir esta injusticia? Sí, ellas son las políticas domésticas. Dichas políticas son promovidas por las organizaciones en defensa de los derechos de los niños; pero, principalmente el peso reside en los competidores de los niños, las uniones de trabajadores no cualificados, cuyos incentivos, cuya participación a la reforma se ve reducida con las intervenciones internacionales (debido a que los niños no son una “amenaza” al ser desplazados a trabajos más peligrosos en los que no luchan por el mismo puesto de trabajo).

Son diversos los ejemplos y la efectividad de estas políticas. Aquellas que han tenido mejores resultados son: el establecimiento de una legislación que obligue a la escolarización y aquellas que hacen “atractiva” la educación: las que premian, las que dan ayudas a las familias por la asistencia del niño a la escuela. Estas últimas, cabe mencionar, que dependen de la frecuencia de la presencia del niño; pues, si no se podría estar utilizando el dinero de la educación del hijo en, por ejemplo, comprar una tierra, con lo que no se reduciría el trabajo infantil. No obstante, hay políticas que dependiendo de la zona y de cómo se llevan a cabo pueden resultar dañinas para la causa. Ejemplo de ello sería la legislación de India que perseguía prohibir el trabajo infantil con el establecimiento de multas. Sin embargo, con ella se incremento el trabajo infantil en un 12% al bajarse los salarios alrededor de un 4%. Ello se debió a que en la implementación la persecución de estas situaciones no fue efectiva, pero sí se incrementó el coste de contratar a un niño, pues, existía cierta posibilidad de que las autoridades descubrieran que se estaban llevando a cabo actividades ilegales, empleando niños.

Por consiguiente, devolver la infancia a todos estos niños es fundamental, pues, cada persona debería poder vivir como le corresponde en cada etapa. Simplemente, poder vivir como un niño. No obstante, hay que tener cuidado en cómo realizar este proceso de eliminación del trabajo infantil. Pues, si uno se apura puede perjudicar la situación. Por tanto, hay que tomar medidas para devolver la infancia pero con responsabilidad.


Por Ana Fernández Bejarano

Para una mayor profundización sobre el trabajo infantil, los efectos de las acciones internacionales y el caso de India.