Y llegó el momento

Llevo tiempo queriendo expresar lo que siento por todo lo que está sucediendo en nuestra sociedad. Tras muchos intentos, creo que ha llegado el momento de hacerlo. Aquí va mi pequeño alegato.

A día de hoy, la sociedad se desmorona lentamente. La política está desahuciada y los simples mortales no paramos de preguntarnos por nuestro futuro. Nuestro país está siendo víctima de una política restrictiva y de una falta de libertad de expresión sin parangón alguno.

Esto que está pasando debe hacernos reflexionar. No podemos mirar hacia otro lado, es momento de remar juntos y aprender la lección. Una enseñanza que puede servirnos de gran ayuda pero que debemos darnos prisa en interiorizar.

El respeto y la educación han desaparecido y los partidos políticos solo saben degradarse los unos a los otros. Amenazas, bulos, exaltación y extorsiones han conseguido dominar la política española como si de una marioneta se tratase, manejando sus hilos a su antojo. El poder ha corrompido a las personas y la mentira se ha proclamado como la gran vencedora.

Otro aspecto a resaltar es el auge de los populismos. Unas ideologías sencillas de entender, que agradan a la gente, pero que, con el paso del tiempo consiguen convertirse en demagogas y utópicas.

Y por desgracia, lo más terrible y triste de este aspecto, es la poca preocupación que la política tiene a día de hoy por la sociedad. La vida de las personas no vale nada, como hemos podido comprobar a lo largo de los años y más en estos últimos meses. Somos ganado al que se le marca para que cumpla con su función, ganado que debe ser obediente para tener su ración de comida caliente en el plato al terminar la jornada. Ganado incapaz de pensar por sí solo.

No podemos quedarnos de brazos cruzados viendo como se destruyen y derrumban los pilares sobre los que hemos construido nuestra sociedad. Está en nuestras manos concienciar a la población y luchar para que todas las personas tengan un futuro mejor, vengan de donde vengan e independientemente de cómo sean. Hagamos alarde de la bondad y la empatía y dejemos a un lado el rechazo y el pensamiento individualista que tanto corroe al ser humano en estos últimos tiempos.

Y me reivindico en que la llave para solucionar todos estos problemas la tenemos los jóvenes. Mucha gente piensa que la juventud hace uso del llamado carpe diem y que no pensamos en nada más, solo en vivir y disfrutar del momento, pero estoy convencida de que las nuevas generaciones tenemos madurez suficiente para mejorar el mundo en el que vivimos, solo tenemos que creer un poco más en nosotros y hacer las cosas desde el corazón.

Muchos de nosotros hemos sentido infinidad de veces una carga desmesurada sobre nuestras espaldas. Queremos ser los mejores hijos, los mejores hermanos, los mejores estudiantes y los mejores amigos. Sin embargo, ser el mejor en todo es imposible, siempre habrá alguien que haga las cosas mejor que tú, y otro que las haga peor. Con esto no quiero decir que no tengamos que esforzarnos ni trabajar, sino que no podemos compararnos con nadie. Nosotros mismos somo el reflejo al que debemos mirarnos y buscar en él nuestros logros. 

La educación es fundamental para ello. Debemos tener claro de dónde venimos y quiénes somos y pase lo que pase, aprender del pasado y no olvidarlo jamás. Los triunfos nos marcan la pauta para seguir nuestro camino, pero los errores, nos muestran las mejores enseñanzas. Equivocarse no es fracasar, sino aprender qué debemos y qué no debemos hacer. El fracaso nos provoca frustración y la frustración no nos deja mirar más allá, por eso, tenemos que comprender que el triunfo y el éxito son una moneda de doble cara.

No sé vosotros, pero yo creo que es momento de actuar, tomar las riendas de nuestra propia vida y salir de este agujero negro de podredumbre y miseria en el que la política se ha convertido.