Cuando entras en la carrera de periodismo te das cuenta de dos cosas: que vas a pasar escribiendo más horas de las que pensabas y que es bastante fácil manipular a las personas. Cualquiera que haya estudiado comunicación sabe que si repites muchas veces un mensaje acaba calando en el pensamiento de la gente. Por eso me sorprende que todos los tertulianos se echen las manos a la cabeza al ver que más de la mitad de la gente de Madrid rechazara vacunarse con AstraZeneca. Después de 2 semanas de bombardeo informativo constante contra este medicamento.
Desde hace varias semanas los programas de debate y los telediarios solo hablan de una cosa: los efectos secundarios de la vacuna de AstraZeneca. Lo curioso es que desde los medios siempre se pone el foco en el 0,18% de las personas que desarrollan algún efecto adverso y no en el 99,82% de vacunados que no tienen efectos secundarios. En realidad la información es la misma pero planteada de maneras distintas, la diferencia está en cómo afecta el dato a nuestro cerebro. Las personas solo ponemos interés en las excepciones, en las cosas que siempre son perfectas pero un día salen mal, por eso los telediarios están llenos de malas noticias. De hecho, lo primero que se aprende en una facultad de ciencias de la comunicación son los llamados "valores noticia", es decir, elementos que debe incluir una información para que resulte atractiva para el público. Dentro de estos valores noticia se encuentran las tragedias, la salud y la actualidad, entre otros. Hablar de los fallos de las vacunas, por pequeños que sean, atrae la atención de la audiencia porque la gente se preocupa por su salud y les crea la necesidad de saber más, esto se traduce en dinero ingresado gracias a la publicidad.
Los telediarios y los programas de debate llevan varias semanas haciendo negocio gracias a la esperanza de volver a la vida normal con la ayuda de las vacunas, y al miedo a los posibles efectos secundarios que puedan provocar. Sin embargo, los efectos secundarios son algo residual que se magnifica por centrar en ellos el debate informativo. Sii apagamos la televisión y buscamos los informes de vacunación nos damos cuenta de que el riesgo a sufrir trombos es algo residual.
A fecha del 10 de abril se han inoculado 985.528 dosis de AstraZeneca en España, de todos los vacunados solo el 0,18% ha desarrollado algún efecto adverso y dentro de este porcentaje el 0,12% son síntomas leves como la fiebre. Es decir, del total de vacunados solo el 0,06% de las personas sufren efectos graves o muy graves. Lo curioso es que la posibilidad de sufrir trombos después de la vacuna es equiparable entre Pfizer, Moderna, AstraZeneca y Janssen, según ha explicado Joan Carles Reverter, presidente de la Sociedad Española de Trombosis y Hemostasia (SETH) a El Español "El número de trombosis totales es equivalente tanto en el caso de Pfizer como en el de Moderna o en el de AstraZeneca. Sí es cierto que llama la atención un tipo de trombosis muy rara, conocida como trombosis cerebral de los senos venosos, que sólo se ha relacionado con la vacuna de AstraZeneca". En el caso de la vacuna de Janssen, cuya distribución ha sido paralizada en España, ha provocado aparentemente 6 trombos de entre los 7 millones de vacunados, lo que supone un 0'0008% de las dosis inoculadas. Por lo tanto, llegamos a la conclusión de que la suspensión de las vacunas no se hace por un motivo médico, ya que los datos confirman que las vacunas son seguras.
Todavía no hay informes suficientes para demostrar la relación causa-efecto entre vacunas y trombosis, pero sí sabemos la relación entre covid-19 y fallecimientos. El 26% de los infectados de coronavirus desarrollan trombosis, y si hacemos una división por franjas de edad, el riesgo de sufrir trombos por contraer coronavirus es siempre superior al riesgo de sufrir trombos después de recibir la vacuna independientemente de la edad de la persona vacunada. Las vacunas no solo han demostrado que aportan más beneficios que riesgos, sino que además han demostrado ser efectivas: la tasa de mortalidad ha bajado prácticamente a cero en las residencias de ancianos, un colectivo donde ya se ha completado el proceso de inmunización.
El exceso de información, como cualquier exceso, nunca es bueno, pero en este caso seguir minuto a minuto las noticias genera confusión y dudas, que a su vez crean desconfianza. Los medios compiten por tener las noticias de última hora y el mejor dato de audiencia aunque se fidelice al público a través del miedo. Por eso es importante diferenciar información real de circo mediático. Desde el comienzo de la pandemia los medios han entrado en un círculo en el que dan información sobre la covid-19 y paralelamente siembran nuevas dudas y preguntas para que los ciudadanos sigan pendientes de los programas. Podríamos entrar a debatir si este modelo es ético o no, pero como ya hemos dicho la información es un negocio y la pandemia ha puesto las bases perfectas para que sean los programas de información los que atraigan a la audiencia y revaloricen el precio de los espacios publicitarios. Al margen del mercado de la información podemos confirmar que las vacunas contra el coronavirus, como el resto de las vacunas, salvan vidas y ayudan a reducir la mortalidad de enfermedades graves como la malaria, la polio o el cólera, patologías que a día de hoy no suponen un peligro para la población (al menos en Europa).
Viendo los datos no hay duda de que lo mejor es confiar en la ciencia, y no tanto en la política o los medios. Porque los tertulianos llenan programas con opiniones, que son siempre subjetivas, pero la ciencia se basa en datos empíricos, en prueba y error, y los resultados son incuestionables. Vamos a apagar la televisión y a escuchar a los médicos.
Por Cristina Moreno