Fetichistas de lo nuevo

El grupo Gipsy Kings en una imagen sin datar

Esta semana ha ocurrido. Mi hermano y yo hemos celebrado por todo lo alto el que se haya dado este hecho histórico y emocionante. Mi padre ha escuchado a C.Tangana. Yo admiro mucho a mi padre, y admiro mucho a C.Tangana por eso pensaba que en cuanto conociese el trabajo tan rompedor que hacía se iba a quedar igual de prendado que yo.

Y…. Spoiler alert: no lo hizo. Lo que sí hizo fue decir dos cosas. Primero: “este tipo es el rey del marketing”. Y segundo, que nosotros éramos una panda de incultos que como no conocíamos lo anterior, todo lo nuevo nos parecía lo mejor. “Os habéis saltado un paso”, nos decía. 


Antes de empezar a meternos con mi padre, porque es un “carca” o porque no tiene “gusto musical”, os explicaré por qué no le resultó una epifanía. No me quiero colgar medallas de triunfos que no me pertenecen. No fue gracias a mí por lo que escuchó al Madrileño. Fue gracias a Pepe Blanco, un taxista de Logroño al que C.Tangana resucita en su tema ‘Cuando Olvidaré’. Fue el nombre de este cantante de copla  lo que atrapó la atención de mi padre y le trasladó a su infancia y a la música que escuchaba en los autobuses y en los bares de barrio (gracias a dios como dice él “no tenía cascos”). Y Pepe Blanco no es rompedor para Papá, lo es para mí, víctima de los airpods, encerrada en un Guantánamo cerebral  y tomando açaí bowls de Honest Greens


Nos hizo ver su entrevista en el programa Cantares de RTVE que el  mismo C.Tangana recomienda. Y con esto me di cuenta de la fórmula, la fórmula de su éxito: vuelve atrás y aprende, bebe y trae lo que funcionó. Una fórmula que ha sido rompedora por ser anodina y extraterrestre. Tanto ser revolucionarios que olvidamos lo que revolución significa: “volver a lo pasado”.  Y nos guste o no, estamos emparentados por tradición y por raíces con los Gipsy Kings, los Chunguitos y Pepe Blanco. Y al final es esto lo que nos emociona. 


¿Sus referencias? Poemas de Machado, el programa Cantares de RTVE, las monterías, la religión católica... Y hoy no es el día de agradecer al artista que eligiese Madrid y España como identidad como hice en otra ocasión. Hoy es el día de agradecer que haya elegido lo antiguo, los clásicos, en un mundo donde lo nuevo siempre parece ser mejor. Ha sabido ser noticia entre los que vivimos con el fetiche de la innovación, con afán de novedad constante  y alabando el “progreso” bajo cualquier circunstancia. Y de esto no me he dado cuenta sola. Ha tenido que venir un profesor de mi universidad a decirnos que no se puede obviar la lectura de clásicos,  mi padre ha decirme que C.Tangana mola porque hace lo que ya había y Álvaro Santos ha enseñarme en un vídeo lo que es el folklore del que tanto tiempo nos hemos querido deshacer.


Todo esto lo describe fenomenal Ana Iris Simón en su libro Feria. El supermercado Lecllerc era para esta joven manchega el paraíso, el cielo después del infierno del mercado local que olía a animal muerto. Esto es lo que nos han hecho creer o lo que hemos querido creer. Poco a poco caigo del guindo. No hay nada más antiguo, tradicional y sin embargo que te haga sentir más vivo y más humano que los mercados tradicionales. No son perfectos, utópicos y limpios, sino llenos de gritos, olores, sangre de animales y escamas de pescado que te saltan. La vida en directo, sin ahorrarte nada y sin filtro. La auténtica realidad, la pasada, te hacen sentir en conexión con las tradiciones, tuyas y de tu familia, con lo que ya fue, con lo que en fondo es tu realidad y de la que – por mucho que nos esforcemos– no nos podemos liberar. Y poco a poco ahora esto es tendencia, es el aesthetic, y espero que llegue para quedarse. 


Ana Iris mencionaba también a C.S. Lewis quién comentaba que igual lo más progresista en algunas ocasiones es dar dos pasos hacia atrás. El progreso también tiene que ser cuestionado. No solo tenemos que preguntarnos si avanzamos, sino si lo hacemos en la dirección correcta. Alejarse de lo que hay, ser rompedor, son los nuevos imperativos y a veces el caramelo Respiral, la vajilla Duralex de tu abuela y el gotelé son lo que triunfa. Y nos descoloca porque nos lo han vendido como lo antiguo, lo feo y lo que tenemos que superar. 


No se trata de descartar lo nuevo y negarse a la evolución, sino de beber de lo que otros han hecho, de lo que otros pensaron e hicieron antes. Porque por muy excepcionales o incomprendidos que nos podamos sentir, García Marquez ya habló de amar en Amor en Tiempos de Cólera, Machado de las raíces en Campos de Castilla, y Jorge Manrique de la muerte. Y tu abuela y  tu padre “carca” también, y saben de lo que hablan. Reivindiquemos los años, la experiencia y la sabiduría asociada a ella. Dejemos de ser fetichistas del progreso

Por Arantxa Lastres