Hacia un sistema económico sostenible


De acuerdo con la teoría de la evolución, las personas nos vamos desarrollando a lo largo del tiempo, vamos creciendo y evolucionando como personas. De esta misma forma ocurre con nuestro entorno. A medida que se hacen mejoras y descubrimientos, se aplican en nuestro día a día para lograr un mayor bienestar. Históricamente es así como hemos visto el desarrollo tan grande que se ha producido siglo tras siglo (pasando por revoluciones industriales, guerras mundiales, crisis sanitarias, entre otros) hasta llegar al mundo en el que actualmente nos encontramos. Todo este proceso ha traído consigo formas de pensamiento, de producción, de consumo, etc., en definitiva, distintas formas de interacción liderado por sistemas económicos cuyas características se han implantado y hoy en día dirigen nuestro comportamiento.

Por desgracia, numerosos factores han comenzado a ser protagonistas en nuestras vidas que pueden hacer, y deberían, hacernos reflexionar. No es ninguna novedad que, desde hace décadas, se esté comentando que nuestro modo de vida es incompatible en el planeta en que vivimos. Consumimos y producimos de forma ilimitada en un mundo que posee recursos que son limitados. Parece que esto puede sonar muy lejano, pero no, las consecuencias de estos comportamientos se están dando ya: deshielo que provoca un aumento del nivel del mar, incremento de la temperatura global de 3 a 5 grados, condiciones climatológicas extremas y expansión de epidemias y pandemias (cabe destacar la actual crisis del SARS-COV 2 que actualmente asola nuestra Tierra). Esto son solo algunas de las consecuencias que produce nuestro sistema descontrolado, y si no tomamos pronto medidas, serán irreversibles.

Por suerte, la mayoría de la sociedad está cada vez más concienciada de la existencia del cambio climático y la necesidad de actuar, sobre todo entre los jóvenes (numerosas plataformas estudiantiles se han creado con el fin de establecer medidas y ser un altavoz contra este problema, Fridays for Future, es un ejemplo de ellos).

Sin embargo, para que pueda ser efectivo, es necesario un compromiso público y privado. A través de políticas que traten de cambiar nuestro sistema de producción, sancionen a aquellos sectores que no apliquen medidas para reducir la emisión de gases nocivos y, apuesten por el uso de energías renovables, podremos desligarnos de la idea de que un crecimiento económico sin control es sinónimo de prosperidad.

Muchos economistas, de la mano de científicos, biólogos y ecologistas, están desarrollando nuevas formas de luchar contra este sistema que se ha mostrado ineficaz y cuyos datos no acompañan al término desarrollo y crecimiento (el incremento de la pobreza en la sociedad de países desarrollados no ha dejado de crecer en estas últimas décadas, en España, en concreto los últimos datos hablan de casi 4 millones de personas en riesgo muy vulnerable; se posee trabajos precarios y con sueldos que no llegan para mantenerse en unas condiciones dignas, etc.). Hay que dar una vuelta y poner en perspectiva la sociedad que actualmente se vive en el S.XXI y partir de ahí para poder aplicar fórmulas correctas y que tengan efectos. Algunos ejemplos son redefinir cómo se mide la prosperidad de un país, hasta ahora casi siempre ligado al PIB (si dicho indicador crece se debe de pensar que el país está teniendo una evolución buena en todas sus perspectivas), pero desafortunadamente, esto no refleja si un país es próspero o no, pues como he comentado, el modelo de empleo posee características muy precarias, el número de personas en riesgo de exclusión aumenta, lo que nos da una idea de que en realidad no puede significar un crecimiento tal y como indica la palabra. Nuevos índices que puedan visualizar la prosperidad del país, entre otras medidas, pueden ser complementadas junto con el PIB para conocer de una forma más amplia los problemas reales de la sociedad.

Es por ello por lo que están surgiendo soluciones basadas en teorías en las que el parón o la redefinición de crecimiento económico es necesario. Destacan economistas como Kate Raworth, que con su modelo “Economía del Donut” plantea una nueva forma de desarrollo basado en reducir desigualdades garantizando una sostenibilidad medioambiental. La economista Mariana Mazzucato aboga por cambiar el modelo capitalista tal y como lo conocemos hoy en día poniendo el foco en la sostenibilidad del planeta. Otros como el economista francés Serge Latouche o el antropólogo y economista Jason Hickel ahondan por el camino del “de-growth” o “decrecimiento” para poder cambiar las cosas.

Por suerte, hay formas y soluciones para transformar nuestra forma de vivir y poder alinearla con las condiciones que nos impone nuestro planeta y que, si ponemos todos de nuestra parte, podremos lograrlo.


Por Guillermo San Pedro Blázquez
Estudiante del máster en Crecimiento y Desarrollo Sostenible (UCLM)
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