Un Jardín Extraordinario

“Cuida tus pensamientos, porque se convertirán en tus palabras. Cuida tus palabras, porque se convertirán en tus actos. Cuida tus actos, porque se convertirán en tus hábitos. Cuida tus hábitos, porque se convertirán en tu destino.” Mahatma Gandhi

Fuente: PuzzleFactory 


Si por algo va a pasar a la historia el año 2020 es por su crueldad. Escojo crueldad y no otro adjetivo porque esta palabra es aplicable a todo lo que hemos vivido. Hablo de la crueldad que han experimentado nuestros mayores; de la crueldad vivida por las familias que lo han perdido todo; de esa crueldad que casi nos quitó hasta las ganas de sonreír... Esta nueva “leyenda negra” que rodea al 2020 nos hace darnos cuenta de hasta qué punto este año nos ha forzado a explorar nuestros límites.

Mientras el mundo se paraba, nosotros, juntos, luchábamos más que nunca por seguir adelante. Mientras nuestros amigos, madres, padres, hijas nos dejaban por el camino, ahí estábamos nosotros, al pie del cañón, para evitar que el mundo se rompiera en pedazos. 

Estas palabras pueden ser duras de oír cuando llevamos 3 días del que yo ya he bautizado como “el año de la esperanza”, este constructo que ha caído encima del año 2021 que promete ser la solución a todos nuestros problemas. Hemos vivido mucho este año, mucho más de lo que deberíamos haber vivido. Sin embargo, a la vez que estamos emocionalmente drenados, en proceso de recuperarnos todavía de todo lo que seguimos viviendo, se nos exige ser más fuertes que nunca. No únicamente se nos exige por parte de fuentes externas, sino nosotros mismos somos los que nos exigimos seguir al 200% y no bajar la guardia ni un momento. 

Vivimos en un mundo en el que constantemente se nos envía el mensaje de que tenemos que ser Superman para “ser alguien” en la vida, ser extraordinarios. Como si ser “multitasking” o “eficientes” fuera lo que nos otorga la capacidad de ser humanos. La idea de ser excepcionales se nos vende en forma de tópico (“Las cosas o se hacen bien, o no se hacen”); en forma de rechazo (“Creemos que usted no da el perfil que buscamos en esta empresa. Su nivel de idiomas y sus dos másteres con 23 años no son suficientes para entrar en esta consultora”); y, mi forma favorita, mediante el uso absurdo e innecesario de adverbios (“¿SOLAMENTE dedicas a tu carrera 50 horas a la semana? ¿Te ves lo SUFICIENTEMENTE preparado para este examen? ¿No estás EXCESIVAMENTE tranquilo con lo que está por venir?”). Tenemos estos mensajes tan interiorizados, que ya no nos damos cuenta del daño que hacemos a los demás y del daño que nos hacemos a nosotros mismos cada vez que los empleamos.

Una vez leí un libro en el que se cuenta una fábula tradicional que utilizan los monjes del Himalaya. La historia habla del efecto que tienen este tipo de pensamientos en nuestra mente, el don más sagrado que tenemos y que tan poco cuidamos. La fábula (reducida) dice algo así. 

Cerramos los ojos. Al abrirlos, nos encontramos sentados en medio de un precioso jardín. No hay nadie alrededor, estamos completamente solos. A lo lejos, se oye el ruido de una fuente. Un sonido agradable, ni muy fuerte ni muy débil. Simplemente perfecto. En este jardín están nuestras flores favoritas. La naturaleza que en él reside es tan exuberante que nos abruma. Hay tanta paz, que hasta es posible oír a pájaros que revolotean y mueven las hojas de un árbol a lo lejos. En este increíble oasis de paz no existe el tiempo. Se puede disfrutar de los placeres que ofrece sin ningún tipo de restricciones. Te sientes en paz, tocas la felicidad plena. De repente, algo sucede. De la nada, aparece un enorme luchador de sumo que avanza hasta el centro del jardín. El luchador ve algo reluciente cerca de sus pies, pero, al agacharse a recogerlo, cae súbitamente al suelo. Su caída provoca un ruido estridente que acaba con la paz del jardín. El luchador de sumo, apresurado, se levanta y huye. Todo vuelve a la calma.

De vuelta a la realidad me surgen un par de preguntas. A pesar de haberse ido el luchador de sumo de nuestro jardín imaginario, ¿es el jardín el mismo de antes? ¿Qué ha cambiado? ¿Eres tú el mismo que antes de la inesperada visita? En la fábula del jardín extraordinario, el jardín se utiliza como un símbolo de nuestra mente y el luchador de sumo representa todos esos pensamientos negativos que aparecen de forma repentina en ella. Todas esas flores que adornan el jardín, son nuestros pensamientos, lo más preciado que tenemos y que, por lo tanto, debemos cuidar. 

Después de lo crueles que hemos sido con nosotros mismos, al 2021 me gustaría pedirle dedicar más tiempo a ser buenos jardineros y menos autoexigentes. El objetivo de este año debe ser cuidarnos más y mejor. Darnos una palmadita en la espalda de vez en cuando y decirnos “Oye, lo estás haciendo genial. Sigue así. Todo va a ir bien”. Debemos intentar eliminar el mayor número de pensamientos negativos de nuestra mente, esos luchadores de sumo que se cuelan en nuestra cabeza, y cuidar de nuestro jardín. Intentemos disfrutar más de las cosas que nos da la vida y no centrarnos en las cosas que nos la quitan. Debemos recordar que el machacarse de forma continua no es lo que nos hace extraordinarios o ser los mejores, es lo que nos destruye como seres humanos. Está bien ponerse objetivos, sí, pero debemos ser realistas y saber que lo que realmente importa es el camino, no sobrevivir a él. A este 2021 le pido que cuidemos las maravillosas flores de nuestros jardines, porque es la única forma en la que verdaderamente saldremos de esto más fuertes.


Por Marta Molina Urosa