Orson Welles estaría orgulloso

Fuente: interpretación de "La Guerra de los Mundos" - Orson Welles (wikipedia.org)

En 1898, mientras los españoles perdían definitivamente su imperio colonial en Cuba, los americanos perdían la cabeza por la última novela de H.G. Wells: La Guerra de los Mundos. Esta caótica novela narra por primera vez en la historia cómo sería vivir una invasión alienígena y lo indefensos que nos encontraríamos los humanos ante dicho acontecimiento. Desde una trepidante lucha “ejército británico vs aliens”, hasta la infección de los marcianos a causa de una extraña bacteria, la paranoia de Wells no decepciona. Sin embargo, no es del escritor H.G. Wells de quien quiero hablar hoy, sino de Orson Welles, aficionado al teatro y locutor de la Columbia Broadcasting, más conocida como CBS.

La víspera de Halloween de 1938, el afamado periodista llevó a cabo una de las mayores gamberradas de la historia de la comunicación. Desconozco si fue por las evidentes similitudes entre apellidos, pero lo que está claro es que su inconsciencia y “mejorada” versión de la novela de Wells casi lleva a Estados Unidos a declarar una alerta nacional. Junto con sus amigos de la compañía de teatro neoyorquino ‘Mercury’, utiliza como base La Guerra de los Mundos. Un emocionado Orson Welles se puso creativo y cambió ciertos detalles de la historia para hacerla más convincente y real.

Fuente: Orson Welles narra "La Guerra de los Mundos" - 30 de octubre de 1938 

Con todo listo, a las 8 de la noche, da comienzo el espectáculo. Welles, relata durante alrededor de 60 minutos la lucha a muerte entre un ejército de alienígenas procedentes de Marte y los pobres habitantes de la rural Grovers Mill, Nueva Jersey. No solo proporcionó a la historia una ubicación real, sino que incluso llegó al extremo de entrevistar a un inventado Secretario de Estado e interpretar conexiones en directo con corresponsales en el lugar de los hechos:

“Una llamarada ha brotado del espejo y se dirige a los hombres que avanzan. ¡Los ha alcanzado! ¡Dios mío, los ha fulminado!” Así relataba el evento el ficticio corresponsal al encontrarse ante una horda de alienígenas momentos antes de ser atacado.

En la era tecnológica, este acto de manipulación mediática no nos parece más que una broma radiofónica algo gratuita. Sin embargo, debemos ponernos en la cabeza de un ciudadano estadounidense de los años 30 que, en una tranquila noche de otoño, decide sintonizar la radio para escuchar las noticias del día. Debido a la autoridad que imponía la radio en materia de información en este momento histórico, se desataron protestas en las calles e incluso se colapsaron algunas ciudades de la costa este. Todos aquellos que se perdieron la introducción del programa de Welles en la que especificaba que se trataba de una adaptación de la novela de H.G. Wells, salieron en pánico absoluto a la calle en un intento de salvarse de la inminente invasión marciana.

Hoy en día, nuestros Welles han metamorfoseado hasta convertirse en una amenaza mucho menos evidente que unos alienígenas recién llegados de Marte y son más peligrosos que nunca. No colapsarán ciudades, no, pero son capaces de colarse en lo más profundo del pensamiento humano y anidar allí. Pongamos el ejemplo de una noticia que salió a la luz esta misma semana:

Fuentes: elpais.com, www.elmundo.es, www.20minutos.es, www.larazon.es, www.abc.es, eldiario.es

Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Ingresos opacos o donaciones? ¿Ponerse al día con Hacienda o evitar una investigación fiscal? Es curioso cómo el uso de unas palabras u otras cambia completamente el mensaje que llega al receptor. Aquí está la cuestión.

Los medios de comunicación cumplen dos funciones fundamentales en las sociedades democráticas: proteger la libertad de prensa y servir a los ciudadanos mediante la proporción de información “objetiva” que les permita realizar juicios de valor sobre los asuntos de la agenda política. No obstante, a pesar del enorme servicio de protección democrática que proporcionan a la sociedad, es frecuente leer noticias en las que el pensamiento crítico sobre dichas cuestiones ya viene de serie. Es decir, las noticias que leemos, no son neutras ya que existe cierta connotación detrás de las mismas. ¿Es esto consecuencia de la naturaleza subjetiva del ser humano que escribe la noticia? Lamentablemente, en la mayoría de los casos, no es así. Como es lógico, a la hora de escribir cualquier tipo de texto, es imposible hacerlo de forma completamente imparcial. Por mucho que yo misma intente hacer de este artículo algo objetivo, por ejemplo, al incluir noticias en las que estén representadas todas las variantes de nuestro espectro político, doy mi opinión a los lectores. 

Esto en sí mismo no es el problema. El problema viene cuando nuestros periódicos y medios de comunicación vienen con una ideología predeterminada, un “pensamiento crítico de serie” que no depende tanto de la libertad individual de nuestros periodistas. Cuando un redactor escribe una noticia, ésta llega a su superior, y así sucesivamente hasta alcanzar las altas esferas de los conglomerados de comunicación. Estos conglomerados tienen un marcado color político, generalmente basado en sus intereses personales y empresariales. En base a ello, se decide qué noticias deben formar parte de la agenda, en qué orden deben ser mostradas al público y cómo deben ser contadas. ¿Cómo se supone, entonces, que los medios de comunicación van a cumplir su propósito de proporcionar información objetiva si dependen de un ente que marca los pasos que deben seguirse?¿No es esto algo tremendamente antidemocrático? ¿En qué lugar deja esto a nuestra libertad como consumidores de noticias? ¿Hasta qué punto es esto libertad de prensa?

Al ofrecer una visión determinada de los acontecimientos, los medios acostumbran al ciudadano medio a tenerlo todo hecho y no tener que hacer el esfuerzo de parar a reflexionar sobre lo que se ha leído. La consecuencia más inmediata de ello es la polarización política. Me explico. Imaginemos un ciudadano medio, con un trabajo normal y con responsabilidades que no puede eludir. Este ciudadano no se puede permitir el lujo de contrastar noticias de forma constante, ya que carece del tiempo necesario para ello. Por lo tanto, se limita a leer su periódico favorito y ver un noticiario televisivo en prime time. Ambos solo muestran una parte de la historia que, por cómo somos, suele ser la misma repetida en dos formatos diferentes. Pocos son los que por la mañana escuchan a Carlos Herrera y se van a dormir con Wyoming. Escuchar esta misma versión, día tras día, hace que el ciudadano medio refuerce, a veces en exceso, sus convicciones, ya que solo lee aquellas noticias que le parecen amables y cambia de canal cuando aparecen eventos que no son de su gusto. Así es como los conglomerados de comunicación consiguen sus objetivos y evitan a toda costa (y a cualquier coste) que los ciudadanos ejerzan su capacidad crítica.

Los nuevos Orson Welles están, en muchos aspectos, en proceso de ganar la batalla. Si queremos evitar una nueva invasión marciana, debemos comenzar por dejar de lado nuestras convicciones políticas, contrastar hechos, consultar medios de comunicación contrarios a nuestra opinión (aunque esto no nos guste mucho) y, sobre todo, pensar de forma crítica TODO lo que leemos

El ejemplo de noticias sobre el Rey Emérito anteriormente mencionadas no tuvo lugar la víspera de Halloween, fue tan solo un día más. Es una continua Guerra de los Mundos de la que Orson Welles se sentiría muy orgulloso.


Por Marta Molina