¡Feliz Navidad y próspero año nuevo!

¡Despertad! ¡DESPERTAAAAD!

Ya están aquí los regalos. En este pone mamá. Toma mamá. En este pone papá. Toma papá. En este pone... ¡¿Toda la humanidad?!


Estoy seguro de que esta mañana ha sucedido algo parecido en vuestra casa. Quizás no os hayáis dado cuenta, pero este año, debajo de cada árbol de Navidad, había un mismo regalo.


Aún así y por si no os ha llegado, os lo dejo también por aquí. He puesto un poco de papel de regalo para que la emoción se sostenga unos segundos más. No tiene forma de pelota, ni de libro, ni tampoco de sartén. No es blandito como una bufanda o un ovillo de lana, pero tampoco pesa como una caja de herramientas o una botella de vino. Tiene el tamaño de una mano grande. Es más bien alargado y sobresalen unas aletillas a los lados. No, me temo que no es un bolígrafo o una pluma estilográfica. Tampoco una cuchara o un tenedor. Y no tiene nada que ver con el mundo digital. ¿Todavía no os imagináis lo que puede ser?


Quizás lo adivinéis en cuanto os diga que tiene una aguja, un émbolo y en su interior contiene una sustancia que conocemos como vacuna y sirve para inmunizar a la población frente a un virus concreto. En este caso frente al SARS-CoV-2.


Para estar seguro de que esta vacuna os haga tanta ilusión como a mí cuando llegue a vuestro organismo, os quiero hablar un poquito de su mito y su rito, de su ética y estética, para que al ver la puntiaguda jeringuilla sintáis esa emoción y alegría que ya sienten muchas personas en el mundo al saber que hemos encontrado la forma de frenar el avance de este virus.


En occidente -y últimamente todo empieza a parecerse demasiado a occidente- uno de los mitos, o historias mágicas, más arraigado, es el de un hombre con sonrisa, barba, abrigo y trineo que reparte regalos de casa en casa. Además, este hecho coincide en muchos lugares con el nacimiento del hijo de Dios (el nacimiento o natividad de Cristo– de ahí el término Navidad).  


Como individuo inmerso en esta extraña narrativa, os he de decir que es una maravilla habitar el mundo en estas condiciones. Las personas están felices, te gritan por la calle buenos deseos para el nuevo año, tararean villancicos de forma inconsciente... Acompañando a estos comportamientos, hay una serie de ritos que dan soporte material a las asombrosas historias de dioses y elfos. En concreto, antes del 25 de diciembre se hacen preparativos. Los cristianos preparan sus almas para la llegada de Jesús a sus corazones y encienden velas de esperanza que alumbren su llegada. Así mismo, todos los creyentes en la Navidad moderna, decoramos nuestras casas con motivos coloridos y metemos un arbolito en casa. Este barroco árbol recargado de guirnaldas, bolas brillantes y ángeles es el lugar donde hemos de dejar nuestros mejores zapatos, bien limpios y ordenados, para que a Papá Noel no se le olvide dejarnos nuestros regalitos.


Como verán, tanto el mito como el rito, cuentan con una gran carga estética. Y si conocen la tradición, sabrán que la ética es el elemento que la sostiene y le da significado. Empezando por los regalos. Sólo los niños buenos reciben lo que han pedido. 


Debe ser que nos hemos portado bien, o que al menos la media de la población mundial es positiva, ya que la vacuna ha aparecido en menos de un año. ¿Qué es? ¿Cómo se ha hecho? ¿Por qué es un regalo?


Al igual que la Navidad tiene sus mitos y se materializa en rituales y formas físicas, así la vacuna tiene una forma líquida que se inyecta, y tiene historias que sustentan el significado y la moral subyacente de este proceso. Como en todo buen mito, y la ciencia es de los mejores que hemos construido hasta ahora, los detalles son complejos pero la forma y el rito son accesibles a todos los mortales. Así pues, no pretendo hacer un análisis pormenorizado de los mecanismos moleculares que operan en el proceso de inmunización, sino, más bien, contaros una historia creíble que pueda competir con los bulos y campañas de desinformación que tanto daño están haciendo. El duelo es de narrativas y no de verdades. Esta es la clave de la cuestión.


Bien, pues la historia que nos cuentan los científicos tiene muchas ventajas. La primera, es que su intención es acercarse a la forma más útil de entender la realidad. El científico es un pragmatista por antonomasia y, para resolver los problemas de la sociedad, los hace propios y se desvive por darles solución (al igual que un buen contador de historias haría con sus personajes). La segunda, es que hay miles y millones de personas trabajando en esta misma historia. Se corrigen unos a otros, se proponen nuevas líneas para la trama, se vigilan entre ellos para que la lógica se mantenga, crean nuevos personajes… Es decir, se preocupan en mantener una estética común y se rigen por comités de ética, donde expertos en la materia juzgan la bondad de los ritos que los científicos practican. Un plan sin fisuras.


Tienen una última ventaja. Frente a los bulos, la paranoia, exageraciones y medias verdades, las historias de la ciencia son falsables. Es decir, puedo experimentar para corroborar o falsar la hipótesis. En este caso, la hipótesis es que la administración de uno de los componentes del virus generará una respuesta inmune en nuestro cuerpo que nos permitirá reconocer al virus como un agente externo y dañino. En esencia, nos van a dar un dibujo de una pata de un lobo y nos van a decir que el lobo es malo. Cuando el lobo asome la patita por la puerta reconocemos las garras y no le damos tiempo a entrar.


Aunque hay vacunas de muchos tipos, la primera que se ha aprobado y va a llegar a nuestro país es la vacuna de mRNA de Pfizer. Esa de la que el gobierno español ha comprado veinte millones de dosis para vacunar a diez millones de personas (doble dosis por persona). Ha sido, sin duda, la vacuna más rápida en ser creada y aprobada de la historia. Pero su velocidad no nos debe de asustar. Al igual que un personaje puede estar basado en personas del mundo real, así, esta vacuna, está basada en la forma de las moléculas del coronavirus. No hemos creado la vacuna de la nada. Sencillamente, hemos observado el virus y lo hemos copiado. La proteína “Spike” se encuentra en el exterior de la partícula vírica y es eso que nuestro organismo va a “ver” cuando el virus entre en contacto con nosotros. 


El proceso o rito de síntesis y administración de la vacuna es el siguiente:


1. Hemos redactado unas instrucciones de montaje que nuestras células entiendan - el mRNA que codifica la proteína “Spike”.


2. La hemos encuadernado para protegerla - la hemos encapsulado en liposomas, una especie de burbujas hechas de grasa en vez de jabón.


3. Y se la hemos enviado a las fábricas de nuestro cuerpo – inyectamos en la sangre burbujas de lípidos que contienen mRNA. Cuando la burbuja llega a una célula, el mRNA se desprende de su cápsula, y en el interior -citoplasma- unas máquinas asombrosamente eficaces -ribosomas- se encargan de montar la proteína correspondiente en un proceso conocido como traducción.


4. Borrado de la información. - Esta vacuna no deja rastro. Desaparecen tanto la cápsula lipídica, que queda embebida en la membrana de la célula, como el mRNA, que será degradado en unas horas. De esta forma, controlados en tiempo y localización, se habrán sintetizado miles de copias de la proteína del virus. Una vez sintetizadas, se liberan a la sangre.


5. La magia - Es al liberar la proteína Spike a la sangre cuando suceden los procesos más complejos. Por suerte hemos aprendido durante cientos de miles de años a reconocer, neutralizar y degradar agentes externos que pudieran ser dañinos para el organismo. Una combinación de células especializadas y compuestos como citoquinas y anticuerpos, entre muchos otros, consiguen identifican y "recuerdan" la amenaza (la forma de Spike)


6. Inmunidad - Así pues, reconocida y neutralizada la amenaza una primera vez, tenemos las armas necesarias para combatir al virus el resto de nuestra vida (o, en su defecto, durante unos años). 


Nuestra sociedad se sostiene por los mitos y los ritos, y por la capacidad que hemos desarrollado de pactar lo ético y lo estético. Me temo que la estética de la vacuna y algunos de los mitos que se cuentan sobre ella no son muy agradables. Así mismo, ese rito moderno, en el que el individuo acude por propia convicción a que le peguen un pinchazo en el brazo, resulta cómico si se observa desde fuera. Pero, si entendemos que la estética que ha de prevalecer es la que refieren los científicos y que la ética (supervisada por cientos de comités) es la del menor sufrimiento humano, entonces, y sólo entonces, podremos comprender en qué sentido la vacuna de la COVID es el mayor regalo que se nos podían hacer estas Navidades. Desde aquí me gustaría dar las gracias a todas esas personas, quizás también elfos de papá Noel, que han estado trabajando sin descanso para que hoy, a día 25 de diciembre, podamos decir que existe más de una vacuna y son efectivas.


¡Felices fiestas! ¡Feliz Navidad! ¡Y feliz inmunidad! Cuidad de vuestra familia y amigos. Habladles de esta buena nueva. Que todo el mundo - rico o pobre, viejo o joven, buenos y malos - conozcan las maravillas de la medicina moderna y puedan disfrutar de sus avances. Y que el 2021 os traiga salud, dinero y amor para compartir con quienes os rodean.





Por Juan Cabrera González