Un Erasmus sin salir de casa

La pandemia de covid19 ha trastocado todos los rincones de nuestra vida, y las becas Erasmus no han sido una excepción. Hace ya 2 meses desde que algunas universidades como la de Murcia propusiera que los participantes en el programa Erasmus siguieran las clases de su universidad de destino de manera on-line, desde su casa, eliminando por completo el sentido de la beca más internacional.


Sin embargo, la facilidad con la que se ha desterrado la posibilidad de hacer del Erasmus una experiencia de provecho denota una vez más el poco (o ningún) aprecio que se tiene en España por la educación. Supongo que no podemos pedir mucho más de un país que solo destina el 0'69% de su presupuesto a educar a sus ciudadanos, donde en noviembre siguen faltando profesores en los institutos y la solución para mejorar la ventilación en las aulas durante una pandemia es abrir las ventanas. En ciudades como Burgos. En noviembre. Sabiendo que en España se quiere eliminar el castellano como lengua vehicular, siendo la única lengua común en el país y la segunda más hablada en el mundo, no debería llamarnos la atención que se aproveche la situación para hacer que el Erasmus pierda fuerza. Las dos cosas son, en esencia, una vía de comunicación y conocimiento del otro, una forma de facilitar el entendimiento entre culturas y eliminar la xenofobia. No me sorprende que se quieran poner barreras a la educación y al Erasmus, que nos invitan a conocer y a pensar de una forma nueva.


Supongo que podríamos resumir una experiencia Erasmus en alquilar una habitación en otro país, ir a una universidad distinta durante un curso, hacer exámenes y volver a casa, pero no habríamos entendido nada de lo que supone esta beca para los universitarios. La experiencia Erasmus empieza muchos meses antes de subir en el avión, y termina años después de volver a casa (si es que llega a terminar). Los primeros pasos son buscar alojamiento, encontrar compañeros de piso, buscar los billetes de avión, comprar la ropa y los útiles que hagan falta según el país… Antes de llegar a su nueva casa los estudiantes ya se han enfrentado a meter su vida en una maleta de no más de 20kg, han hecho un viaje sin saber del todo bien dónde tienen que llegar y se han visto rodeados de personas y carteles que no entienden. Y esto solo en las 10 primeras horas de su movilidad. Una vez que llegan tiene que ocuparse de ellos mismos por primera vez, y además convivir con gente de culturas distintas a la suya con los que probablemente no tengan en común ni el idioma, ni mucho menos la forma de vivir. El Erasmus supone un curso intensivo de cómo convertirse en una persona funcional: alguien que se cocina, se lava la ropa y se vuelve independiente. Pero, además, se aprenden otras formas de hacer las cosas, otras formas de pensar. Igual por eso a los políticos les interesa que el Erasmus sea on-line. Porque no interesa que pensemos de forma distinta, o que pensemos a secas.  Por eso se pasa de curso sin límite de suspensos, se elimina la filosofía como asignatura obligatoria en bachillerato y se mantiene la religión en los colegios e institutos.


A pesar de seguir viviendo en su casa, los universitarios sí tendrán una parte de la experiencia Erasmus: la burocracia y los trámites infinitos entre universidades a las que los estudiantes les traen sin cuidado. El Erasmus on-line tiene todo lo que odian los universitarios que pudieron disfrutar de un Erasmus de verdad, el de las fiestas, los viajes y los “orgasmus”. Los que cursen la modalidad on-line tendrán los mismos problemas de convalidación de todos los años, los horarios descuadrados y la inmensas carga de trabajo que supone estudiar en una lengua que no es la materna, estudiar en ella, que no aprender a usarla.


Viendo que no importa si se deja de aprender la lengua, podríamos decir que en este país hay un odio encubierto hacia los idiomas. Puedes cursar un Erasmus desde casa, sin la más mínima inmersión lingüística, y todavía se apedrea a las personas que se esfuerzan por pronunciar bien en las clases de inglés del instituto. Se hace bandera del bilingüismo mientras se ponen barreras a quienes quieren aprender un idioma nuevo, y para colmo, deja de ser obligatorio aprender castellano en España, como si la Constitución no nos diera el deber de conocer nuestra lengua y el derecho a utilizarla. Aunque claro, ¿cómo vas a utilizar un idioma que no conoces? Igual eso es lo más fácil, que los gallegos solo hablen con gallegos, los catalanes con catalanes y los vascos con vascos. España es un país plurinacional en el que se hablan cuatro lenguas, y en lugar de intentar que todo el mundo conozca (un mínimo) de las cuatro, se quiere eliminar la única lengua común. Para que no hablemos ni entre nosotros. Divide y vencerás.


Si trasladamos esta idea al Erasmus, desterrando la posibilidad de cursar esta beca on-line, los universitarios podrían tener la posibilidad de hablar con belgas, que les cuenten que en Bélgica todo el mundo habla francés, pero también se enseña flamenco en el instituto y en la universidad, porque su país tiene dos lenguas y los ciudadanos deben conocer las dos. Pero claro, según el rumbo que está tomando la educación en España es muy difícil que los españoles lleguen a pensar en esta opción, porque sin el Erasmus es difícil que conozcan a un belga, pero más difícil es que sepan francés (o flamenco) para poder hablar con él.


Aunque los estudiantes tengan clases en remoto en la lengua nativa de la universidad de destino su día va a seguir orbitando alrededor de las mismas personas de siempre, en su idioma de siempre, en los sitios de siempre, y sinceramente, si no se cumple el objetivo de conocer una lengua y una cultura distinta, ¿merece ser llamado Erasmus? Reducir la movilidad en el extranjero a las clases de la universidad de destino supone dejar fuera conocer lugares, culturas, y sobretodo, conocer personas. Personas con un bagaje propio de las que aprender y con las que compartir. 


Enfrentarse a un Erasmus supone eliminar todas las barreras mentales, superar miedos, aprender idiomas que te acerquen a la gente, probar sabores distintos y eliminar la xenofobia y los prejuicios. Esta experiencia pone al estudiante en situaciones que nunca hubiera imaginado, con gente distinta a la que ha conocido hasta ahora. Llegar completamente solo a un país extranjero supone un crecimiento personal y una apertura de miras imposible de conseguir si no se vive en primera persona. Aunque igual ese es el objetivo: no conocer lo que hay fuera, pasar de curso con suspensos, desconocer tu propia lengua y ser incapaces de mirar más allá de nuestro ombligo. Para que se pueda vencer, y además, convencer.


Chicas hablando en la calle en una tarde e invierno. Foto de Twitter.


Por Cristina Moreno