Si hay pelito no hay delito

«El año de mis noventa años quise regalarme una noche de amor loco con una adolescente virgen.»

La última novela de García Márquez, Memoria de mis putas tristes (2004), es la materialización de su propia contradicción. El aclamado autor colombiano, creador de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, deja a sus lectores un amargo sabor en los labios. 

«Los profesores de literatura tienden a plantear problemas tales como "¿Cuál es el propósito del autor?" o, peor aún, "¿Qué trata de decir este tipo?". Ahora bien, ocurre que yo pertenezco a esa clase de autores que al empezar a escribir un libro no tiene otro propósito que librarse de él.»

Nabokov en Sobre un libro llamado "Lolita", último fragmento de Lolita (1955), lo deja claro: él no ha escrito la obra para sermonear a la sociedad sobre lo que está bien o mal; no hay moraleja, es solo el placer de narrar por narrar. Pero, ¿es esto posible?

Campaña de Plan International

Me refería a la obra de García Márquez como su contradicción última porque el autor latinoamericano cree firmemente en escribir para algo. El Nuevo Periodismo es una corriente periodística que apuesta por nuevas formas de narrar la realidad, acercándola al lector a través de los recursos literarios. Memoria de mis putas tristes no es periodismo, pero uno espera que el padre de una fundación que defiende estos valores enseñe, en cierta medida, algo con su obra. No me malinterpretéis, cuando hablo de "algo" no me refiero a una enseñanza moral, pues como García Márquez dice en la primera página de su última novela: "También la moral es un asunto de tiempo". Estoy de acuerdo, las sociedades evolucionamos y la cultura se adapta; pero los niños nunca dejan de serlo. 

La problemática principal que encuentro con ambas obras es la legitimación implícita del pederasta. El lector siempre tiende a empatizar con el narrador de la historia, más aún si está escrito en primera persona; conocemos sus pensamientos, sus argumentos, sus debilidades. Terminamos entendiéndolos, justificándolos, defendiéndolos. El peligro reside, pues, en el hecho de que Humbert Humbert y el viejo de 90 años no existen solo en la ficción.

Volviendo al autor latinoamericano y su reflexión sobre la temporalidad de la moral me pregunto cómo dos novelas que se llevan 51 años exactamente tratan un mismo tema desde una misma perspectiva. Nabokov, ruso nacido en 1899; García Márquez, colombiano nacido en 1927. Ambos crecieron en ambientes absolutamente distintos, sin embargo su manera de abordar la pederastia es la misma: la nínfula como objeto de deseo, no como sujeto de enamoramiento. 

Me gustaría hacer hincapié en esto porque existe el dicho de "el amor no entiende de edades" y es importante matizar que ellos, los pederastas, ven a sus Delgadinas y Lolitas como objetos. Son seres manipulables y, por tanto, inferiores a ellos (aunque en sus pensamientos ellas aparezcan en pedestales). Para que se dé el enamoramiento necesitamos dos sujetos y, más importante aún, una relación entre iguales. En el momento en el que existe subordinación de una parte hacia otra no debemos hablar de amor.

Pero, entonces, si no hablan de amor, ¿qué lleva a dos autores a escribir sobre niñas deseadas desde el punto de vista del pederasta? ¿Algún tipo de justicia moral? ¿Darle voz al malo de la película? ¿Intentar ponerse en los zapatos del abusador? Si existiese algún tipo de reflexión en estas obras, si careciesen del componente pornográfico que ambas contienen, si no romantizasen una relación de sometimiento puro y duro (e incluso insinuasen, en el caso de Lolita, la seducción por parte de la nínfula); estaríamos ante una novela que habla sobre la pederastia. Sin embargo, estas novelas les hablan a los pederastas, y no lo hacen para reprenderlos o hacerles reflexionar, si no que les llega a modo de justificación y camaradería. No estáis solos.

    ¿Y qué pasa con ellas?

¿Qué ocurre con Delgadina cuando el viejo la viola? ¿Qué fue de Lolita tras escapar de Humbert Humbert? García Márquez y Nabokov no son los únicos que han escrito sobre este tema.

Juan Mayorga, dramaturgo, en su obra Hamelin (2005) no solo da voz al pederasta, sino también al niño que sufre sus violaciones (Josemari). Él lo hace desde la distancia, sin señalar a un culpable, pero lanzando una reflexión contundente y clara: las ratas están en la ciudad. Mayorga huye de la visión maniqueísta del pederasta como demonio, enfermo o loco; va más allá y se cuestiona cómo puede ocurrir, quién permite que pase, por qué sigue sucediendo. Con actores adultos, sin romantizar la relación de abuso y sin dar contenido erótico al potencial lector pedófilo, este dramaturgo aborda el tema con maestría. 

Luna Miguel, escritora y periodista, publicó en 2018 su primera novela: El funeral de Lolita. En su obra es "Lolita" la protagonista. La autora narra la historia de Helena, una mujer de treinta años, que en el instituto “se enamoró” de su profesor de literatura, de cuarenta. Su manera de abordar el pasado de Helena logra poner al lector el vello de punta. La crudeza de sus palabras, la verosimilitud de lo narrado, la posibilidad de que sea cierto, de que te hubiese podido pasar a ti, o a tu hermana, o a tu mejor amiga... Es escalofriante. Y Luna Miguel no renuncia al erotismo, lo abraza, lo narra desde el recuerdo de una Helena adolescente, inexperta y ¿enamorada? El funeral de Lolita es una bofetada a la nota final de Nabokov, un grito de rebelión: ¡pudiste hacerlo bien! 

También desde los ojos de una mujer, Mireia Noguera estrenó en 2019 su cortometraje Nunca te dejé sola. Protagonizado por Nora Navas y Clàudia Pons, la directora presenta un relato pavoroso en el que una adolescente vive atrapada en los traumas del pasado. Me parece ejemplar el trabajo realizado por Noguera porque enseña la confusión e incomprensión a la que el menor se ve sometido cuando una figura de poder abusa de ellos. La infancia es la etapa de la vida que nos constituye como personas y la mella que estos hombres causan es irreparable. 

Me gustaría acabar con la prueba de que todos estos personajes de ficción atraviesan los libros y las pantallas. El documental Abducted in plain sight (2017), disponible en Netflix, cuenta la historia de Jan Broberg, una niña que fue secuestrada en los años 70 por el mismo pederasta en dos ocasiones. Aunque no soy muy fan del trabajo realizado por Skye Borgman (directora) en este documental, creo que muestra a la perfección el poder de manipulación que tienen estos adultos sobre las niñas, e incluso algunas de las estrategias a las que recurren para encandilarlas.

Jane Broberg con 12 años, Abducted in plain sight (2017)

Se puede y se debe escribir sobre pederastia, pero es importante ser consecuentes con la clase de contenido que se produce. García Márquez y Nabokov no lo fueron. Tras la obra del autor ruso se generó toda una corriente en foros y en el imaginario colectivo que giraba en torno a la idea de Lolita. Habrás podido escucharlo de boca de alguien cercano a ti, ya sea en el trabajo, en el instituto o incluso en tu círculo de amigos. Si hay pelito no hay delito; si cumple la docena, me juego la condena; si pesa más que un pollo me la follo; si ya usa sujetador, para dentro sin temor. La idea ha sido inoculada en la mente de media población y nadie les está recriminando que no está bien, es más, se alimenta al monstruo (a través de la pornografía, la prostitución, algunas series, obras literarias, etc.).

Así pues, aunque Nabokov no quiera sermonear al lector, yo sí voy a hacerlo. No es lo mismo escribir sobre pederastia (para prevenir, para acercar al lector a la mentalidad de estas personas, para informar, etc.) que escribirles a los pederastas. Puede que la moral sea un concepto que fluctúe con el tiempo, pero los niños merecen poder vivir su infancia sin tener que acarrear con los estragos que adultos plenamente conscientes deciden provocar en sus vidas.


Por Ana Macannuco