Lo que el Bosco puede enseñarnos de nuestra clase política

 El mundo es como un carro de heno, del cual cada uno toma lo que puede” – Dicho popular flamenco

Fuente: Museo del Prado (www.museodelprado.es)

Siempre me ha fascinado como el arte tiene la capacidad de predecir el futuro. Aún me sorprendo al ver como un maestro pictórico de hace quinientos años nos sigue dando lecciones a la sociedad actual. Esta es, sin lugar a duda, la magia del arte. Cuando Jheronimus van Aken, conocido como El Bosco, pintó este tríptico, lo hizo para darnos una lección sin paliativos (como bien dicen nuestros políticos actuales). Quizás haya llegado el momento de preguntarnos cómo es posible que los problemas de la gente de hace cinco siglos sigan siendo los mismos que los nuestros. ¿Por qué no hemos sido capaces de superarlos? ¿En qué nos convierte esto como especie “inteligente”? ¿Cómo un simple carro de heno es la solución a todos nuestros problemas y a la vez nos condena eternamente?


Es evidente que, el hecho de ser un tríptico, nos indica el carácter religioso de esta pintura aparentemente de género. Sin embargo, lo que realmente importa aquí es el mensaje. Queridos lectores, permítanme las confianzas, pero lo que nos dice el Bosco en este cuadro es que somos, nada más y nada menos, que un poco ignorantes. Me explico. El centro del tríptico lo protagoniza un gran carro de heno. El heno en la época del autor simbolizaba la riqueza, la banalidad terrenal, aquello por lo que tanto luchamos durante nuestras vidas. Pero, ¿qué es el heno realmente? No es más que paja, no tiene valor, es algo que está en todas partes pero que aún así todos queremos solo por avaricia personal.


Si les digo la verdad, al Bosco no se le escapa ni una. Si se fijan ustedes en los personajes representados alrededor del carro (que simboliza el camino vital), verán a todos los estratos de la sociedad. Desde el más humilde campesino hasta el emperador y el papa, tienen un lugar cerca del carro. No se salva nadie, todos estamos igual: con el agua al cuello.


El Bosco suele dividir sus trípticos de esta forma. En la tabla de la izquierda, representa el origen de los tiempos (Adán y Eva en este caso); en la tabla central, la escena principal; y en la tabla de la derecha, el infierno (el mal en estado puro). Y aquí viene el truco: ¿hacia dónde se dirige el carro exactamente? En efecto, hacia el más absoluto desastre, al caos, al punto de no retorno. Nuestra clase política es un poco así, como los personajes de este cuadro: solo les importa el poder a cualquier precio, sin importar hacia dónde dirigen nuestro carro. Es decir, nuestra vida, nuestro destino. Saquen sus propias conclusiones.


Cuando miro este cuadro, muchas veces veo a nuestra sociedad retratada como el Jesucristo de la parte superior derecha de la tabla central. En historia del arte, este tipo de representación se denomina el Cristo como Varón de los Dolores, es decir, el Cristo en su versión más humana, justo en el momento de mayor sufrimiento por la humanidad. 


Básicamente nos veo como el personaje apartado con los brazos levantados preguntándose cómo hemos llegado a semejante situación, sin poder controlarla. Como bien les dije, al Bosco no se le escapa una.


Fíjense en qué hay encima del carro de heno. En un principio parece algo sin demasiada importancia ¿me equivoco? En términos pictóricos, destacan mucho más los colores del infierno o las emociones de los personajes de la tabla central. No obstante, queda una última sorpresa. Para el Bosco, lo importante es el bien, huir del mal, escapar de aquello que nos corrompe, pero a la vez representa a un demonio en la derecha de la parte superior del carro y a un ángel en la parte izquierda (tradicionalmente orientación empleada para representar el mal). Aunque no lo parezca a simple vista, combaten. Se preguntarán, ¿por qué exactamente? Pues por nuestras almas, efectivamente. Da igual donde se vean ustedes en el espectro político, izquierda, derecha, centro… Su alma para ellos vale para lo mismo: ganar el combate que decidirá si irán al cielo o al infierno.


Desde aquí me gustaría hacerles una humilde petición. A pesar de ser nosotros el Jesucristo expectante de la tabla central, no se olviden de que todos estamos representados alrededor del carro. Somos igual de culpables que ellos de que esto siga siendo nuestra realidad. Por favor, en la medida de lo posible, dejen de centrarse en coger heno. Cojan el que necesiten, el justo, el necesario y quizás (solo quizás) todos juntos podamos centrarnos en cambiar la dirección del carro de heno.


Por Marta Molina