Harry Potter y el secreto de la auténtica amistad

*ALERTA POR POSIBLE SPOILER! 
A pesar de mis ganas por que todo el que pueda disfrute de mis palabras, quiero advertir de que si no has tenido ningún contacto con la saga quizás mi artículo te chafe un poco la vida… Aún así, ¡disfrútalo (tanto como yo) si al final decides leerlo!



Una de las mejores cosas que me ha traído esta cuarentena de marzo ha sido sin duda la iniciativa de verme todas las películas de Harry Potter. Es cierto que suelen ser mejores los libros que su adaptación al cine, por aquello de que en la imaginación de uno todo siempre es más vívido y más descriptivo, pero aún no he sacado tiempo para darle una oportunidad a la saga en papel. Aquel que se la haya leído seguramente me dirá que hay mil detalles que se omiten, personajes que cambian o que incluso no aparecen en las películas… pero lo que nos atañe en este artículo es bien distinto a las peripecias literarias de J.K. Rowlling...


Antes de empezar a hablar sobre nada, quiero hacer un pequeño inciso sobre Harry Potter (para aquel lector distraído que no haya tenido ningún contacto con la magia de Hogwarts: la escuela de magos donde todos aprenden). La historia de Harry Potter comienza una noche en la que un amenazante mago oscuro, conocido como Lord Voldemort, quiere atentar contra la vida del pequeño Harry. Ante esto, sus padres lo protegen con su propia vida (por lo que Harry queda huérfano) y a cambio de todo, este terrible y sanguinario brujo marca la frente de Harry con una cicatriz en forma de rayo. En realidad esta herida, que sospechosamente nunca se termina de cerrar, es una puerta por la que el propio Lord Voldemort puede entrar: es una huella en señal de que nunca va a irse de Harry; como si hubiera dejado parte de su muerta naturaleza impresa en el corazón del joven mago. Por esta razón, Harry comprende a las serpientes cuando hablan un idioma desconocido para todos, tiene unas habilidades en la magia imposibles de encontrar en un mago de su edad e incluso conoce secretos de Hogwarts que nadie entiende cómo ha llegado a saber de ellos. Esto, por tanto, nos habla de Harry como una “pequeña eminencia mágica” desde el primer momento que pisa Hogwarts. Y tú, querido lector, te preguntarás: ¿qué hay más de maravilloso en toda esta historia aparte de las propias parafernalias fantásticas y esotéricas?


Pues bien, una de las cosas que más me ha gustado de la saga de Harry Potter, es el enfoque tan tierno de la amistad. Más allá de la tremenda magia que le dan los efectos especiales, la banda sonora y los vestuarios es algo tan mundano y “muggle” como las relaciones de amistad entre los personajes principales (para los ignorantes del mundillo de Hogwarts: un “muggle” es un ser humano ajeno al mundo de la magia). Los dos amigos que le van a acompañar a lo largo de toda la saga son Ron Weasley y Hermione Granger. El primer personaje es un chiquillo despistado, pelirrojo y desenfadado al que le encanta el chocolate. Tiene una familia bastante acogedora que abraza a Harry como a un hijo más. Hermione, cuyos padres son muggles, está en las antípodas de la personalidad de Ron: tremendamente organizada y estudiosa pero al mismo tiempo, sensible y detallista en todas sus relaciones. Y por último y no menos importante, podríamos describir a Harry como una persona inmensamente valiente y leal. Como un pequeño leoncito. 


Como es de esperar, estos tres personajes hacen un grupo fantástico desde el primer momento en que se conocen. A medida que van sucediendo diferentes acontecimientos en la escuela de Magos de Hogwarts, se va viendo cómo están cada vez más y más unidos. Lo que sorprende realmente de todo esto es que Harry, lejos de verse a sí mismo como un “semidios” de la magia y como un ser autosuficiente, nunca deja de apoyarse en sus amigos para vencer a las fuerzas más oscuras del mundo de la magia. Me apasiona cómo cada uno de ellos desempeña a la perfección un papel que configura en Harry un corazón noble y confiado: cómo Hermione le abraza cada vez que ve a su amigo hundido o cómo le da una sabia palabra de consejo, a él que podría poseer toda la fuerza del mundo si quisiera. O en el caso de Ron, cómo este le recuerda siempre de dónde viene, para que no se olvide que gracias a la gente que nunca le abandona, él puede volver siempre a un hogar en el que no se encuentre desamparado. Me derrite el alma cómo ellos dos consiguen prácticamente convertirse en la familia que Harry perdió cuando era apenas un bebé y cómo a pesar de no comprender la mayoría de las veces los sufrimientos por los que puede pasar él (por llevar a Voldemort dentro y no saberlo siquiera), nunca le dejan solo. Porque se ríen con él y porque hacen sencilla la complejidad de situaciones que vive Harry por el hecho de ser quien es. Porque son capaces de arriesgar su propia vida con tal de no dejar a su amigo morir en las garras de la misma Muerte. Porque son los amigos que todo el mundo le gustaría tener en su vida, ¿o no es así?


Para evocar alguna escena en concreto, vamos a remotarnos al Torneo de los Tres Magos en el que solo podía haber un ganador de todos los participantes que había. Pues bien, en la última prueba que tuvo lugar en un asfixiante laberinto tenían que lograr tocar la Copa de los Tres Magos, que se encontraba en el corazón del laberinto. En uno de los momentos, Cedric, un apuesto joven que competía contra Harry y que corría al mismo tiempo que él hacia la ansiada copa, tropezó y quedó atrás, tomando Potter ventaja sobre él y por tanto, ventaja para lograr alcanzar el flagrante trofeo. Pues bien, lejos de acelerar el paso y dejar al pobre Cedric tendido en el suelo, herido y humillado por la derrota, paró en seco. Se volvió hacia él y le propuso tocar la copa juntos: vencer juntos. Y fue en este momento, en el que se me saltaron un poco las lágrimas. Fue porque por encima de su posibilidad de reconocerse públicamente como un campeón, estaba ese amor que sentía por ese amigo suyo, incluso cuando le tocaba competir contra él. Para Harry era más importante llegar dando pasos pequeños y quizás más costosos con Cedric a sus hombros que aparecer rápidamente en la meta, pero en soledad. Y he aquí, de nuevo, cómo ni la mayor pirotecnia ni la más sublime invocación mágica pueden superar a un corazón como el de nuestro protagonista.


Más allá de escenas concretas, otra de las cosas que me ha encantado es el amor con el que viven los rasgos más aparentemente irritantes del carácter de los otros. Porque en algo seguramente coincidáis conmigo una gran mayoría de vosotros y es que suele ser más fácil estar cerca de un amigo cuando atraviesa un momento duro de su vida y en el que se encuentra más o menos frágil, a estar cerca de él cuando se ha discutido con él o cuando esa misma situación nos saca de nuestras propias casillas. Siempre va a ser más sencillo ser un hombro donde llorar que arrimar ese mismo hombro para tragarnos el orgullo que a veces nos nubla la vista. Lo que hacen estos tres amigos es encontrar esas diferencias que los separan y a través de ellas, valorarse más entre ellos: hacer que brille la autenticidad de cada uno. Porque gracias a ella podemos hacer del mundo un lugar mejor, a fin de cuentas, nadie va a desempeñar el papel que nos ha tocado vivir que nosotros mismos...


Volviendo al tema de la tediosa cuarentena, me gustaría reconocer desde lo más profundo de mí lo mucho que he envidiado a Harry por tener cerca a esos amigos tan valiosos, cuando yo he estado meses sin ver a los míos en persona. He caído en la cuenta en lo poquísimo que agradecemos (a Dios, a la vida, a la madre naturaleza… o a nuestros mismos seres queridos) nuestras amistades y cómo a veces cometemos el error de pensar que sobreviven por inercia: por lo fantásticos que somos, porque tenemos derecho a lo que queramos o por nuestra cara bonita, en otras palabras. Y esto nos lleva a pensar cómo nos creemos merecedores de ellas, cuando todos bien sabemos que el amor no entiende de méritos. Porque a Harry, incluso cuando ha estado en sus peores momentos y cuando estaba desprovisto de esa gloriosa naturaleza que siempre le ha hecho honor, le han amado. Le han amado sin condiciones ni juicios. Pero no por ser él ni por poder matar a Voldemort, sino porque él también ha querido construir ese fuego de amistad con su propia vida. Harry, antes que ser un gran mago, es un amigo sublime. 


Y esto nos lo podemos aplicar todos aunque no nos vayan a llamar desde Hogwarts...




 

Por Clara Luján Gómez