Cuando los privilegiados lloran

 

Isabel Celaá en el Congreso. Fuente: RTVE

La escolarización pública en España se encuentra catorce puntos porcentuales por debajo del de la media europea. A estos datos, se le suman las altas cifras de fracaso escolar, donde nuestro país se encuentra entre aquellos con las tasas más altas de Europa, junto con el sur de Italia y algunos países del este. Con estos datos, el Congreso aprobó, hace poco más de una semana, la nueva ley de Educación. La LOMLOE, popularmente conocida “Ley Celaá” supone otra línea de actuación educativa sin grandes consensos que será revertida de aquí a una o dos legislaturas. Si bien es cierto que la LOMLOE no es un “pacto de Estado” que gozará de estabilidad en el largo plazo, esta ha sido aprobada con el apoyo de más partidos de los que en su momento apoyaron la LOMCE (solo el PP). Tímidamente, trata de paliar diferencias sociales e incorporar elementos progresistas al currículo educativo y, en este intento de progreso, las derechas han decidido sacar la cacerola de plata. Quienes protestaban por lazos amarillos hace unos meses, ahora se vanaglorian de su heroica lucha social con uno naranja en la solapa de la chaqueta.

Ha de saber la ola naranja que ni desaparecerá la concertada ni lo hará la educación especial. Irónicamente, y a pesar de los gritos por la “libertad” en la retórica populista de las derechas, habrá más libertad que nunca a la hora de escolarizar a la población. Según la nueva ley, se programará la oferta educativa buscando siempre la existencia del suficiente número de plazas públicas en aquellas zonas geográficas que más lo necesiten. Siguiendo esta lógica de libertad, ahora las familias tendrán también la posibilidad de matricular a sus hijos e hijas en escuelas concertadas sin tener que pagar por una enseñanza que tiene que ser gratuita. Esto escuece a quienes pensaban que podían permitirse (porque de hecho lo hacían) escolarizar a sus hijos e hijas en escuelas de primera, mientras los demás están en las de segunda. Ahora todas y todos los estudiantes serán un poco más iguales. Porque recuerden que cuando aquellas personas que se llenan la boca hablando de una libertad que puede comprarse con dinero, no están quejándose por la pérdida de libertad, sino berreando por la pérdida de privilegios y agonizando porque aborrecen la verdadera igualdad. No más separación por sexo, ni por renta, ni por vivir en un sitio u otro. Se apuesta por lo público, pero en ningún momento se prohíbe lo privado.

En la línea de los bulos, poco han tardado las derechas en manifestarse en contra de un supuesto cierre de colegios de educación especial. La Comunidad de Madrid no ha dudado en ser el altavoz de estos bulos, gastando dinero en campañas demagógicas como #NoSinMiCole. Sin embargo, en ningún punto de la ley se menciona la desaparición de los colegios de educación especial. Por la contra, la ley concede a los colegios ordinarios un plazo de diez años, hasta 2030, para adaptarse y dotarse de recursos para atender al alumnado que presente necesidades educativas especiales o trastornos de conducta, de comunicación o del lenguaje. También se apuesta por la dotación de los recursos que sean necesarios para la detección precoz de este tipo de trastornos.

Otro de los puntos más criticados de la nueva ley educativa es la desaparición de la expresión “lengua vehicular” y la supuesta “imposición de las lenguas cooficiales”. Nada más lejos de la realidad. La ley apuesta por el igual conocimiento de la lengua castellana y de las cooficiales y garantiza el dominio de ambas al mismo nivel. No solo eso, sino que, de haber alguna falencia en el uso de cualquiera de los dos idiomas, el alumno o la alumna afectada recibirá ayuda para compensar esa desigualdad. 

El Estado es un poco más aconfesional con esta ley y la asignatura de Religión ya no computará ni en la media ni en el acceso a becas. Acompañando a esta medida, los valores éticos vuelven a tener un peso importante en el currículo, así como también lo hace el conocimiento sobre la historia democrática española. La transición ecológica y la perspectiva de género también se incorporan de forma transversal a las diversas materias, intentando adaptar e incorporar algunos valores de os ODS a la enseñanza. Por si fuese poco, la educación afectivo-sexual irá más allá que una simple charla heteronormativa y falocentrista en la ESO donde te enseñan a colocar preservativos. Por último, y por mencionar muy por encima otro de los cambios, el alumnado indeciso y que no sabe qué bachillerato cursar, ahora podrá hacer una modalidad de bachillerato general. La LOMLOE hace una reforma en una casa en ruinas (LOMCE) para intentar adaptarse a nuevos tiempos. 

Muchas otras novedades se han incluido en la nueva ley con el fin de dar solución a los desafíos del sistema educativo español. Reducir el abandono, modernizar el aprendizaje y adaptarlo a las diferentes realidades del alumnado para recuperar la equidad perdida durante las diversas crisis de la última década, son pilares claves para que el sistema educativo tenga éxito en el medio-largo plazo. Sin embargo, sin una ley de gran consenso esto será imposible. La LOMLOE caerá de aquí a unos pocos años, los efectos de esta apenas podrán medirse y su impacto será mínimo. Mientras tanto, disfrutemos de una aparente pizca de progreso que pretende paliar las desigualdades frente a una bancada de hooligans y lazos naranjas. Que llore el Opus Dei, que lloren los privilegiados, porque la verdadera libertad en el sistema educativo se abrirá paso entre lágrimas si es necesario.


Por Pablo Pardavila