Las tres olas

Hace unos días estuve leyendo un libro acerca de cuentos del País Vasco. Al terminar de leerlo, me quedé pensativa y empecé a reflexionar sobre una de las historias que estaba recogida en el libro, la historia de las tres olas. 

Son muchos los relatos, leyendas y mitos que he investigado acerca de la mitología (fundamentalmente la vasca) pero esta historia no la había escuchado nunca. Es por eso por lo que el artículo que os traigo hoy se centra en este curiosa leyenda (o no) de la costa guipuzcoana.

Hace mucho mucho tiempo, en la costa de Deva vivió un joven marinero llamado Tomás. El joven perdió a sus padres aún siendo niño y su cuidado lo llevó a cabo un experimentado capitán de barco amigo de su padre. Ramón, que así es como se llamaba el capitán, le acogió en su casa junto con su mujer y su hija. Y no solo eso, también le proporcionó trabajo como grumete en su embarcación, el Marsella.

Desde hacía unos meses, la tripulación no pasaba por su mejor momento. A pesar de sus esfuerzos y trabajo constante, no conseguían pescar un solo pez que valiese la pena. Intentaban llegar a los mejores lugares de pesca, incluso se levantaban antes del amanecer, pero nada de eso surtía efecto.

Una noche, Tomás  y otro grumete de la embarcación estuvieron limpiando la cubierta del barco y, al terminar, como aún quedaban un par de horas para salir a faenar, decidieron descansar un rato. De pronto, Tomás se despertó sobresaltado, su compañero estaba delante de él gritándole, con cara de pánico. 

- ¡Tomás! Eran ellas, las he visto, vienen a por nosotros.

- Pero, ¿qué dices? ¿Quiénes  eran?

- María y...

De repente, el segundo de abordo, caminaba hacia ellos para decirles que el barco iba a zarpar en cinco minutos. Al oír esto, el joven grumete amigo de Tomás se quedó petrificado y segundos después comenzó a gritar que él no iría. Que si el barco zarpaba con él dentro todos morirían. 

Tras el escándalo montado por Gorka (que así se llamaba el joven) toda la tripulación se reunió en torno a él sorprendida por lo que el chico estaba diciendo. Sin saber cómo ayudarle a recomponerse, llamaron al viejo capitán. Cuando este llegó le preguntó a Tomás qué sucedía y les dijo que se les estaba haciendo tarde para zarpar. 

Gorka, aún con cara de espanto se acercó a su capitán y le dijo que no podían salir a la mar ese día, que si lo hacían, todos en aquel barco morirían. El viejo lobo de mar, con mirada incrédula le dijo a Gorka que le explicara el porqué de sus palabras.

- Verá capitán, esta noche, cuando Tomás y yo terminamos de fregar, decidimos descansar un rato antes de salir a echar las redes. Fue en ese momento cuando me estaba quedando dormido que escuché la voz de dos mujeres. Aparecieron de la nada y comenzaron a murmurar. De repente, noté como el barco cogía altura y en pocos minutos se posó sobre las ramas de un gran olivo. Las mujeres desaparecieron y yo me asomé a la cubierta para saber qué estaba pasando.

- Continúa por favor - Repuso el capitán.

- Cuando pude ver con claridad lo que sucedía, me quedé pálido. Era un baile de lamias, y entre ellas, las dos mujeres del barco. Pude oír como una le decía a la otra que se despidiera de nosotros. Que jamás nos volvería a ver.

- ¿Cómo es eso posible Gorka? - dijo Tomás.

- La más mayor de las mujeres dijo que su magia no era eterna y que hoy era el último día que podía acabar con todos nosotros. Incluso confirmó que la mala suerte que llevamos teniendo durante estos últimos meses era obra suya. 

- ¿Estás seguro de lo que dices Gorka? ¿No lo habrás soñado?

- Os prometo que no, debéis creerme. Pero aún hay más, no solo chismorreaban sobre nosotros si no que pude oír como pretendían deshacerse del barco y de los que estuviéramos dentro. Querían mandar sobre nosotros tres grandes olas, una de leche, otra de lágrimas y la última sería de sangre. También recuerdo como la joven de las mujeres le preguntaba a la mayor que si sería posible nuestra salvación, a lo que la otra le contestó que solo atravesando con una gran flecha la tercera ola, conseguiríamos escapar de nuestro destino.

- Por eso os he avisado, es mejor que hoy no naveguemos, no podemos dejar que nos maten.

- ¡Calla! - gritó Ramón. - Navegaremos, y lucharemos contra ellas.

Y así fue como lo hicieron, Ramón mandó a Tomás preparar un gran arpón, solo utilizado con pesca mayor y le hizo disponerse en la proa del barco apuntando al horizonte.

Comenzaron a navegar y al llegar a mar abierto, una gran ola blanca se abalanzó sobre ellos. Era la ola de leche. Continuaron su camino y tras de sí dejaron otra de las olas, la de lágrimas.

De pronto, el mar se puso en calma y las aguas cambiaron su color. Al mirar por la borda pudieron comprobar cómo el azul del mar se transformó en el color de la sangre. Efectivamente, la historia de Gorka era verdad y la tercera ola se disponía a atacarles. 

- ¡Tomás! - gritó Ramón, - ¡ADELANTE!

El joven, apuntó hacia el corazón de la ola y la atravesó con el arpón. Al instante, un grito agudo de dolor se cernió sobre ellos y el mar cambió de nuevo de color. Y no solo eso, toda la vida marina que no consiguieron ver los meses pasados, rodeaba en aquel momento el barco.

La tripulación al completo cantaba y saltaba de alegría. Al llegar a puerto, descargaron las redes llenas de magníficos ejemplares, deseosos de enseñárselos a sus familiares y amigos. Sin embargo, Ramón no consiguió ver entre la multitud ni a su mujer ni a su hija. 

Al llegar a casa, el viejo capitán pudo ver como su mujer se encontraba en la cama, moribunda, exhalando su último aliento. Maldito seas, le dijo a su marido y murió. Su joven hija, María, le repitió las mismas palabras y envuelta en una nube, desapareció. 

Ramón, inundado por la tristeza, cayó enfermo y Tomás fue quien lo cuidó hasta sus últimos días.

Tras la muerte de Ramón, el joven Tomás fue a ver a Gorka.

- Gorka, necesito que me digas qué aspecto tenían las mujeres que viste en el baile de las lamias. ¿Quiénes eran las que nos querían matar?

- Tomás, creo que es mejor...

-¡Venga ya Gorka!, necesito que me lo digas.

- Pues..., María y su madre. La recientemente fallecida mujer de don Ramón.

Tomás, deshecho por las palabras de su amigo, se dio cuenta: la mujer y la hija del hombre al que tanto quiso fueron las que quisieron acabar con las vidas de todos los que formaban la tripulación del Marsella. Así fue como decidió irse de aquella tierra y embarcar rumbo a las Américas para no volver nunca.

Es así como termina nuestra historia. Con un final agridulce

¿Acaso creéis que el capitán de nuestra historia se imaginaba quienes eran en realidad su mujer y su hija? ¿Que por algún casual conocía la manera en la que le iban a traicionar? En mi opinión, el fallo no está en quien confía, sino en quien es desleal y engaña. Aquellos que usan a los demás y les hacen daño. Pero como controlar a los demás es imposible, debemos ser selectivos con las personas en las que depositamos nuestra confianza

Creo que en este caso, la moraleja que podemos sacar de este cuento es clara. No siempre debemos fiarnos de las personas que dicen querernos. A veces, las más cercanas a nosotros son las que más daño pueden causarnos. Aquellas que conocen nuestros puntos débiles.

  


Por Ángela Taltavull