Elecciones, elecciones, elecciones... y otras elecciones en Galicia en las que los resultados confirmaron lo que vaticinaban las encuestas. La de ayer fue una jornada marcada por una participación baja, aunque en la línea de anteriores convocatorias, y en la que el sol y el buen tiempo hicieron que subiese ligeramente con respecto a años pasados. La mayor parte del voto se concentró en las horas de la mañana, lo que permitió que gallegas y gallegos disfrutasen del resto de la jornada. Sin embargo, lo más sorprendente de todo fue la práctica insignificancia del factor miedo al coronavirus en el electorado que, si bien tomó todas las medidas de seguridad, no se quedó en casa por miedo al contagio.
Además de las cifras de participación y del “nuevo normal” desarrollo de los comicios, el día de ayer, en palabras de Núñez Feijóo, la ganadora indiscutible fue Galicia, Galicia, Galicia. No el PP, tampoco él mismo, sino Galicia. Sin duda, la victoria absoluta ha sido, de nuevo, la de un PP moderado y personalista del que debe aprender el PP nacional. Una victoria grande de un Feijóo que se ha comido al votante de Ciudadanos y de VOX, y que se predecía en todas las encuestas. Y, por hacer comparativa, en la cara contraria, Iturgaiz (elegido por el mismo Casado que debería atender a un cambio de estrategia) ha obtenido unos resultados, cuanto menos, malos. Con todo, Feijóo revalida su cuarta mayoría al frente de la Xunta, con la holgura y el discurso de siempre, empatando con Fraga y presumiendo de ello con cuatro dedos al pecho y una sonrisa de oreja a oreja. Sin embargo, esto no quiere decir que haya que copiar a Feijóo a nivel nacional. Ni tendría sentido, ni funcionaría emular una copia calcada del gallego, porque España no es Galicia. Entender España hablando también desde la periferia y amoldando el discurso a las naciones del Estado sería una buena solución del PP para volver a la pole nacional.
Por otra parte, Ana Pontón y el BNG se erigen como la sorpresa y otra de las ganadoras de la noche, quienes triplican sus escaños y superan al PSdeG, pasando a liderar la oposición del Parlamento gallego. La gran campaña marcada por la frescura, la sencillez, la buena comunicación, la propaganda electoral y un programa accesible, han hecho que tanto indecisos, como votantes de otros partidos de izquierdas se hayan decantado por la formación de Pontón. Igualmente, el efecto escaparate del que ha gozado el BNG gracias a su escaño en el Congreso de los Diputados, junto con la poca garra de Caballero, la división de la izquierda y el umbral del 5% (que ha perjudicado a esos partidos de izquierdas), ha sido el perfecto caldo de cultivo para el renacer del bloque nacionalista. El voto joven ha inclinado la balanza de la izquierda en favor del BNG de Pontón, quien en su intervención de anoche dejaba clara su intención de seguir luchando por la presidencia de la Xunta en 2024 con ilusión y una mirada humedecida por la emoción.
PSdeG mantiene sus escaños, el voto tradicional y un poco de castigo del voto indeciso y abstencionista, probablemente por su gestión en el Gobierno y por un Caballero que ha pasado sin pena ni gloria por Galicia. Galicia en Común, sin embargo, ha caído hasta la más absoluta ruina electoral y desaparece del parlamento. Luchas internas a nivel nacional y división a nivel autonómico han pasado factura a un partido que ha sacado a relucir a sus ministros y ministras como si fuesen la vajilla cara, en una estrategia que, si bien podría haber sido acertada un tiempo atrás, ahora se les ha quedado corta. Si el lema del PP era “Galicia, Galicia, Galicia”, el ce GeC podría haberse quedado, tranquilamente en “Gali-”, porque, sin duda, a la gente les ha faltado Galicia en su discurso. Les ha faltado la falsa moderación que vende Feijóo y les ha faltado el convencimiento de Pontón, y ahora es hora de mirar para dentro, aunque sea tarde, y replantear su relación con las autonomías. Necesitan mucha autocrítica, lavado de pies y cara, aunque de llegar, llegaría año y medio tarde. ¿Galicia cierra un ciclo? Es probable. Aunque deberíamos mirar con pinzas a España, donde parece que aún le queda un poco más de tiempo para rectificar y corregir el rumbo.
Un día 13 que empieza con cuatro años más de Feijóo al frente de la Xunta, gracias a la mayoría absoluta que le ha concedido el pueblo gallego... el que ha salido a votar. Una victoria holgada, varios puntos mayor que la de la izquierda en términos porcentuales de voto, que hacen del Presidente da Xunta una máquina de votos, que lo erigen como ese último bastión fuerte del PP en el norte y del que muchos saben que tienen que aprender (y si no que se lo digan al silencio de Álvarez de Toledo estas semanas de campaña). El PSdeG-PSOE necesita un cambio para destacar, para ser una alternativa real en Galicia, aunque puede que hubiese sido peor haber hecho mucho ruido; y en este sentido, sus 15 escaños podrían considerarse una pequeña victoria, que prima celebrar en silencio. El BNG se alza como el segundo ganador de la noche y la gran sorpresa electoral. Si bien su tendencia era a la alza y unos pocos preveían el sorpasso, nadie podría imaginar una victoria 4 escaños por encima del que había sido el partido líder de la oposición y actual líder de gobierno nacional. Tendremos Pontón para rato en una Galicia que ha echado a GeC fuera del parlamento (y en cierta medida un parlamento que ha dejado fuera a parte de Galicia con su 5%) y ha apostado todo por el bloque nacionalista. La jornada de ayer puede resumirse en unos altos niveles de abstención a los que estamos acostumbrados, un Feijóo imparable, un BNG que recupera su gloria y una Galicia en Común abocada el olvido.
Para gallegos y gallegas ayer, más vale malo, malo, malo conocido que bueno por conocer.
Por Pablo Pardavila