Los Hikikomori: ¿Es esta la sociedad que nos espera?



Hay ciertos países en los que el aislamiento social y la creación de una nueva vida a través de internet son sucesos cada vez más normales. Tomando esto como referencia, ¿debería la Psicología replantearse el concepto y el estudio de los “vínculos” y las relaciones? La aparición de la tecnología en nuestras vidas ha marcado un antes y un después sin precedentes. Ahora nos acompaña en cada paso de nuestro desarrollo vital, moldeándolo a su manera, impredeciblemente. Este caótico avance, junto a la poca anticipación que hubo y su crecimiento exponencial, hacen más complicado para la ciencia poder ir a la par con teorías, recursos y estrategias actualizadas que reflejen el verdadero impacto de este fenómeno en nuestras vidas. 

Hasta ahora, todo lo relacionado con los vínculos interpersonales (formación, implicaciones, etcétera) estaba más o menos claro y establecido; todo el mundo, ya sean bebés, niños o adultos, estaba constantemente interaccionando con las personas de su entorno y adquiría aprendizaje en base a esto. Sin embargo, cada vez es más normal ver a niños absortos en videojuegos o a padres intentando distraer o calmar a sus bebés dándoles sus tablets o móviles para entretenerlos. La tecnología se ha vuelto como "uno más del grupo". Y, sin meterse en el debate de si eso es mejor o peor, ¿hasta qué punto podría esto cambiar el curso del desarrollo de los niños y jóvenes? ¿Cuáles son las características y consecuencias de esta nueva presencia en nuestras vidas? Y, quizá una de las preguntas más importantes, ¿están los profesionales de la salud preparados para tratar los posibles trastornos, conductas o cambios (desconocidos hasta el momento) que se presenten? La respuesta debería ser claramente "sí", lo cual implica la necesidad de estudiar estos fenómenos y actualizar la base teórica de estas ciencias para poder explicar la novedad, patológica o no, que tarde o temprano vendrá. 

Resumiendo, la tecnología ha llegado a nuestras vidas para quedarse, y el hecho de que no haya vuelta atrás nos obliga a buscar una manera de convivir equilibradamente con esta. No se pueden negar los aspectos positivos que tiene, pero tampoco se puede mirar hacia otro lado cuando se habla de los negativos. Es un tema muy polémico, teniendo como principal oposición a esa parte de la sociedad que justamente añora ser seres sociales. A pesar de que aún queda mucho camino por recorrer hasta llegar al momento de vivir en una sociedad de personas totalmente aisladas, es comprensible que surja la duda de si realmente podríamos llegar a establecer relaciones tan estrechas con las máquinas. Y no debemos confiarnos; los hikikomori ya son una realidad en Japón, Corea del sur o Hong Kong.

Definidos como personas que se retiran por completo del contacto físico y social, hasta llegar al punto de no abandonar sus casas en años, la cifra de estos sobrepasa ya el medio millón en países como Japón, estimándose que es mucho más alta debido a la imposibilidad de diagnosticarlos al no mantener contacto con nadie. Comenzó siendo un trastorno considerado como “cultural” (aunque hoy en día se ponga en duda), sugiriendo que eran los países más estrictos y demandantes con sus habitantes los que presentaban cifras más altas. El origen no era el ansia por dedicarle más tiempo a la tecnología, sino la presión que generaban las altas expectativas que podía tener una familia, un jefe o un profesor sobre el individuo, provocando temor, bloqueo y sensación de incapacidad. Sin embargo, una vez encerrado, uno se suele entregar a la tecnología en cualquiera de sus formas como manera de entretenimiento y consuelo, por lo que no es descabellado pensar que esta podría estar potenciando el aislamiento.

Esto, al igual que los retiros de desintoxicación digital, no son más que ejemplos de lo que hay que evitar. Reflejan la locura de una sociedad sometida a niveles de estrés y presión increíbles que recurre incluso a pagar por alejarse forzadamente de eso que un día quería tan cerca. Debemos superar esa dificultad de encontrar un punto medio en el que estar a la misma altura que nuestros descubrimientos, y en su lugar hacer todo lo posible para que estos no nos sobrepasen. Al fin y al cabo, tener estos ejemplos como referencia facilita el saber identificar lo que queremos y lo que no. Este tema levanta muchas dudas e incógnitas para las que aún no hay respuesta. Sin embargo, mientras nos esforzamos por llenar este vacío e incertidumbre con algo útil y coherente, una cosa nos debe quedar clara: nuestra manera de relacionarnos, de trabajar y de vivir en general nunca volverá a ser igual. 



Por Beatriz García Valverde