El orden es otro

Momento histórico nº0: Cuando una pandemia arrasa con un modo de vida, con ese ritmo constante e ininterrumpido de las ciudades del siglo XXI, algo se altera también en nuestro entendimiento, en nuestra concepción del mundo. Es algo sutil en la mayoría de los casos, pero muy potente a nivel común. El lapso de tiempo que va del primer contagio al primer artículo publicado en prensa es bastante corto. Quizás demasiado corto. Después cae como una piedra el comunicado del gobierno de turno, que viene a ser lo mismo que un artículo periodístico, pero con una identidad política mucho más marcada. Sobre España, en concreto, qué quieren que les diga… A toro pasado, me parece que prefiero una coalición. No por sus integrantes, sino por lo que la propia palabra indica. La respuesta será co-, juntas, ambas partes deben llegar a un acuerdo; -ali-, es decir, alimentar, hacer crecer, en definitiva, lo contrario a dejar morir; y -ción, la parte más importante, este prefijo implica acción. Y sí, también con errores y, como tantos otros, demasiado tarde, pero salvaguardando la parte humana. Ahora que ya somos expertos en este tipo de situaciones pseudo-apocalípticas (ya lo éramos antes con las series de zombies y las películas fin-del-mundo, pero ahora más), sabemos que es fácil olvidarse de los principios morales y muy difícil controlar las pasiones en estas extrañas situaciones. Homo sum, humani nihil a me alienum puto. O lo que es lo mismo: soy humano, nada humano me es ajeno. Por poneros un ejemplo, no me es ajena la sensación de que, ante un posible confinamiento, necesitaré ingentes cantidades de papel higiénico. 

Bien, recapitulemos… Tenemos la prensa rápida, el gobierno lento y una sociedad con miedo y preguntas, sobre todo eso, toneladas de preguntas. Algunas más concretas -¿Le quedan mascarillas?- otras algo más existenciales -¿Qué va a ser de nosotros?-. Pues bien, no vengo a dar las respuestas, ya lo siento, sino a opinar sobre el orden y la forma que tienen esas respuestas. Por cierto, para vuestra tranquilidad, sí, me he lavado las manos antes de escribiros estas letras.

Momento histórico nº1: Una vez han respondido medios de comunicación y políticos, aquellos quedan como un murmullo que se hace eco de las “otras respuestas”, esas que preponderan en cada momento. ¿Qué surge tras las respuestas obligadas? Las razonadas. En este caso, se abre la puerta de atrás, se levanta el felpudo, y se abre una trampilla oculta por la que salen dos individuos bajitos, algo feos, con gafas y barba. Se llama a la asistenta, quien les sacude el polvo con un plumero de purpurina, y listo. Alguien le da las gracias y se le paga en negro. Aparece entonces la Ciencia, estos dos individuos, bien peinados y con un algo sexy que no se le recordaba a la Ciencia desde que Fleming descubriera los antibióticos a principios del XX. El pueblo aplaude. ¡Son héroes! La otra ciencia, la que se escribe con minúscula, lleva ya varias semanas trabajando en pos de un entendimiento y una solución al gran problema planteado. Si los científicos lo son, es por hacerse preguntas y por ser cabezotas a la hora de tratar de responderlas. Que se levante y se vaya quien no se sienta un poco científico. Esta curiosidad permite a la Ciencia aclarar un par de puntos. -Lávense las manos- dice uno. -Si eso, lávense las manos- dice el otro. -Hay que aplanar la curva. -Hay que aplanar la curva- repite el segundo con voz de pito. Y terminan a la vez -Por el bien de la sociedad y por el suyo propio, quédense en casa.

Momento histórico nº2: Por fin. Aquí quería llegar yo. La gente ya tiene provisiones, ya tiene una función, fácil, al menos al principio, no moverse de casa. Y hacer mascarillas y batas y respiradores caseros. Sea entonces, la cuarentena, un domingo perpetuo. Bricolaje, película, prensa y té. ¡Qué a gusto! ¿No? Sin eventos sociales, más allá de alguna videollamada y de lo de los balcones. Sucede entonces que todo el mundo tiene tiempo, y quien tiene tiempo piensa - preguntad a los antiguos griegos - y, termina sucediendo, que todos tenemos una opinión y queremos compartirla y hacer ver lo válida e ingeniosa de esta. Esto, que parece filosofía, recibe el nombre de poesía. Opiniones precipitadas con forma agradable y desestructurada. Cuanto más lo pienso, más convencido estoy. Las respuestas, después de las oficiales y de las que dan de comer (prensa), han sido poesía. De todos los colores y sabores, pero lírica, al fin y al cabo. Incluso, si me apuras, el discurso del rey también fue poesía, sin fondo; los de Sánchez, teatro poético. Incluso los artículos tienen cierto carácter poético. Pueden ir a leer a Guillem Martínez, por ejemplo. Aunque hay muchas otras personas haciendo muy buena poesía periodística.

En fin, que somos seres poéticos, aunque no lo sepamos. ¿El problema? Que la poesía, si no se controla, es una simple explosión de individuos. Y que, en la situación en la que estamos, vamos necesitando algo más que eso. La poesía ayuda en el momento crítico. La capacidad terapéutica de esta ha sido demostrada por poetas, psicólogos e incluso filósofas. Si conocen a María Zambrano, sabrán que dio a su forma de filosofar el nombre de razón poética. 

Momento histórico nº3: Lo que viene. Lo que ha de venir. Me temo que este “momento” es bastante más largo. Se trata de esa desescalada tan famosa. A mí el término no me termina de convencer. Me imagino al borde de un precipicio, bajándolo de piedra en piedra con riesgo de caída en cada una de ellas. Para no caer, necesitamos una respuesta sesuda. Una respuesta que vaya construyéndose poco a poco. Que laS cienciaS y filosofíaS se sienten a dialogar en una mesa y que desde las instituciones no se pongan trabas. No pido ya una coordinación organizada por su parte, hace tiempo que me caí del guindo. Se necesita, únicamente, que faciliten el intercambio de información entre los mejores de cada ámbito para, una vez existan conclusiones, tomar acción a través de ellas. Lo comentado anteriormente. La política debe ser un altavoz, la herramienta que pone en práctica la mejor respuesta posible. Con humildad. 

Esto, a medio plazo. Para que, si resbalamos del precipicio, haya una colchoneta al final de la caída. Y mientras tanto, el ciudadano post-covideano debe tener una respuesta de hormiguita. Empezar a salir con cautela del hormiguero, empezar a traer miguitas a casa y, sobre todo, ayudar a las otras hormiguitas. Es una respuesta poco mediática, sin reconocimiento público, al menos en lo individual, pero la única que nos va a servir para recuperarnos tras la convalecencia. Cautela, comunidad y esfuerzo.


Por Juan Cabrera