Alfonso Alonso ha perdido la lucha en el PP o,
mejor dicho, Casado lo ha mandado a la guillotina por comodidad. El líder del
partido ha decidido comunicar a Carlos Iturgaiz que será el nuevo candidato a lehendakari,
borrando con perfidia al anterior líder del PP vasco. ¿La razón? La
inamovilidad de Alonso a las imposiciones de Casado sobre las listas para las
autonómicas. Habiendo ya cedido en las listas de generales al cabeza nacional,
esta vez Alonso se mantuvo firme en las configuración de las listas de Álava y
Vizcaya, lo que le costó, unido al recelo de pactar con Ciudadanos, el puesto.
Sin embargo, Feijóo que, abierta y literalmente, ha
manifestado que es “mayor (su) compromiso con Galicia que con el partido”, que se
ha negado con rotundidad a presentarse en coalición con Ciudadanos y que ha
diseñado las listas a su antojo, sigue firmemente al frente del PP de Galicia.
Y es que desde Madrid saben que hay pocas alternativas viables a Feijóo, tan
pocas que solamente hay una: la suma de todas las izquierdas. Con En Marea fuera
de juego, la que fuera segunda fuerza en 2016 ya no supone una amenaza para el
PP. Pero con un PSOE y BNG más reforzados que nunca, Casado no se atreve a
imponerse ante un rajoyista. Sin duda, es una victoria por partida doble.
Contando con Iturgaiz, quien en su momento votó a Soraya para tomar las riendas
del partido, el líder de los populares, Pablo Casado, muestra un PP falsamente
plural y abierto.
Los primeros sondeos publicados otorgan una
mayoría o quasi mayoría absoluta al PP, con un escaño 38 en juego y en pos de
un PSdeG en alza tras el efecto Sánchez. En la derecha, la caída del PP sería
leve pero notable, perdiendo alrededor de un 4% de votantes y, por lo pronto,
nada apunta a que C’s o VOX entren en el parlamento gallego. Por otra parte, en
la izquierda, el crecimiento del PSdeG supondría un aumento de,
aproximadamente, un 40% de votos, superando en escaños los resultados del 2012.
El BNG, gracias a su presencia en las Cortes españolas, que funciona a modo de
escaparate electoral, podría obtener su mejor resultado en casi 10 años,
mientras que la coalición de las mareas, ANOVA y Unidas Podemos, bajo el nombre
de Galicia en Común, se quedaría en los 5-6 escaños. El indudable potencial tripartito
liderado por el PSdeG sería la única alternativa viable al, a priori, imparable
Feijóo que podría liderar la XI legislatura, alcanzando el récord de un Fraga
que se mantuvo 15 años en la Xunta con mayoría absoluta.
Si tenemos en cuenta datos de pasadas elecciones
autonómicas al Parlamento gallego, todo apunta a que el último escaño en juego
será para Feijóo. Esto puede explicarse, en parte, por el gran descenso de
participación electoral en los comicios gallegos respecto a los generales, donde
la gente que sale a votar se reduce hasta en un 10% en las urbes más grandes
como Vigo o A Coruña. Este descenso perjudicará, como hemos visto a lo largo de
los años, a las fuerzas de izquierdas e incluso podría perjudicar la subida del PSdeG. Sin
embargo, en las últimas elecciones a la Xunta la movilización tendió a la alza
y esto puede repetirse.
Todas estas dudas se irán despejando en campaña
electoral donde el apoyo desde Madrid, en algunos casos, puede ser determinante
para unas elecciones más ajustadas que nunca. El PSdG deberá aprovechar al
máximo el tirón del efecto Sánchez para movilizar a su gente y, por su parte, GeC
tendrá que usar el comodín de su presencia en el gobierno nacional por parte de
Unidas Podemos. Ciudadanos no se comerá ni una filloa y VOX, aunque cerca del
5% que le permitiría obtener un escaño, no parece que vaya a calar entre las
gallegas y gallegos. Por último (y Casado lo sabe), Feijóo podría ser la carta
ganadora del PP, la última oportunidad del PP para gobernar en mayoría
absoluta, la ocasión en la que Galicia podría erigirse como el último bastión
del PP.