Somos dependientes de la tecnología. Vivimos 24/7 pegados al móvil, a la tablet, al portátil… Todas y cada una de la nuevas tecnologías que invaden nuestra vida nos absorben y nos hacen totalmente dependientes de ellas.
Cada vez son más las interacciones en nuestra vida vía app, formulario, o inteligencia artificial. Incluso el número de atención al cliente es un robot al que hablamos con monosílabos y respuestas afirmativas o negativas. Poco a poco, nos adentramos en un problema social cada vez más común, y no nos damos cuenta porque todos estamos contagiados del mismo mal.
Hace muy poco padecí esta enfermedad. Una persona me pidió ayuda en el metro porque se había desorientado. Me dijo su destino, consulté el mapa del metro en mi app (tecnológicamente dependiente, el primero), le indiqué el camino a seguir, el trasbordo que debía hacer y hacia donde tenía que dirigirse. Ni un simple “gracias”. Me sentí como si hubiese sido una consulta en Google. Como si alguien hubiese introducido en el buscador su pregunta y yo le hubiese contestado al más puro estilo SIRI.
Me “despedí” del hombre que me había empleado de GPS dándole vueltas a la cabeza. Aquella forma de proceder, ¿era simplemente mala educación, o era habitual a causa del exceso de intoxicación digital? Google resuelve todas tus dudas y no tienes que agradecérselo. ¿Esa costumbre se está trasladando a nuestra vida diaria?, ¿a nuestras relaciones personales?
Creo que sí. Cada vez más a menudo resolvemos nuestra vida vía digital, sin ninguna interacción humana. Emails, Whatsapp, Facebook, Instagram… nos están alejando de las personas poco a poco y necesitamos practicar un “detox digital” para conectar más con el mundo real. Cada vez más personas realizan esta práctica que consiste simplemente en alejarse de todos nuestro dispositivos y llevar una vida menos tecnológica durante un periodo de tiempo. Hasta un 40% de los españoles sufrimos algún tipo de adicción tecnológica según la OMS, que inevitablemente podemos llevar a nuestras relaciones personales. Creo que todos hemos sufrido alguna vez a ese amigo o amiga con el que hemos quedado y está más pendiente de su móvil que de nosotros, ¿verdad?
Acabar con el denominado estrés tecnológico no es nada fácil. Sinceramente: ¿sobrevivirías un día entero alejado de tu móvil sin sufrir? Muy pocas personas confiesan poder hacerlo. Saber si sufrimos este estrés tecnológico es bastante fácil. Si el móvil es lo primero que consultas al despertarte y al acostarte, lo sufres. Si lo consultas mientras conduces, lo sufres. Si no eres capaz de desconectar el móvil en vacaciones, lo sufres.
Las consecuencias de este camino hacia la adicción digital a nivel personal son muy claras.
No debemos olvidar que somos seres racionales, pero también nos emocionamos. Reímos, lloramos. Escuchar, hablar y sonreír a una persona es mucho más importante que un like, un comentario en tu post de Instagram o un emoji. Mantengamos por encima de todo la esencia personal; es lo que marca la verdadera diferencia.
Por David Fernández
Cada vez son más las interacciones en nuestra vida vía app, formulario, o inteligencia artificial. Incluso el número de atención al cliente es un robot al que hablamos con monosílabos y respuestas afirmativas o negativas. Poco a poco, nos adentramos en un problema social cada vez más común, y no nos damos cuenta porque todos estamos contagiados del mismo mal.
Hace muy poco padecí esta enfermedad. Una persona me pidió ayuda en el metro porque se había desorientado. Me dijo su destino, consulté el mapa del metro en mi app (tecnológicamente dependiente, el primero), le indiqué el camino a seguir, el trasbordo que debía hacer y hacia donde tenía que dirigirse. Ni un simple “gracias”. Me sentí como si hubiese sido una consulta en Google. Como si alguien hubiese introducido en el buscador su pregunta y yo le hubiese contestado al más puro estilo SIRI.
Me “despedí” del hombre que me había empleado de GPS dándole vueltas a la cabeza. Aquella forma de proceder, ¿era simplemente mala educación, o era habitual a causa del exceso de intoxicación digital? Google resuelve todas tus dudas y no tienes que agradecérselo. ¿Esa costumbre se está trasladando a nuestra vida diaria?, ¿a nuestras relaciones personales?
Creo que sí. Cada vez más a menudo resolvemos nuestra vida vía digital, sin ninguna interacción humana. Emails, Whatsapp, Facebook, Instagram… nos están alejando de las personas poco a poco y necesitamos practicar un “detox digital” para conectar más con el mundo real. Cada vez más personas realizan esta práctica que consiste simplemente en alejarse de todos nuestro dispositivos y llevar una vida menos tecnológica durante un periodo de tiempo. Hasta un 40% de los españoles sufrimos algún tipo de adicción tecnológica según la OMS, que inevitablemente podemos llevar a nuestras relaciones personales. Creo que todos hemos sufrido alguna vez a ese amigo o amiga con el que hemos quedado y está más pendiente de su móvil que de nosotros, ¿verdad?
Acabar con el denominado estrés tecnológico no es nada fácil. Sinceramente: ¿sobrevivirías un día entero alejado de tu móvil sin sufrir? Muy pocas personas confiesan poder hacerlo. Saber si sufrimos este estrés tecnológico es bastante fácil. Si el móvil es lo primero que consultas al despertarte y al acostarte, lo sufres. Si lo consultas mientras conduces, lo sufres. Si no eres capaz de desconectar el móvil en vacaciones, lo sufres.
Las consecuencias de este camino hacia la adicción digital a nivel personal son muy claras.
No debemos olvidar que somos seres racionales, pero también nos emocionamos. Reímos, lloramos. Escuchar, hablar y sonreír a una persona es mucho más importante que un like, un comentario en tu post de Instagram o un emoji. Mantengamos por encima de todo la esencia personal; es lo que marca la verdadera diferencia.
Por David Fernández