¡Camarero, hay un coronavirus en mi sopa!

Hace un par de años vi una película que es quizás de las más famosas dentro del género temático de películas de insectos que se llama “Cuando ruge la marabunta” (The Naked Jungle, para los bilingües). Trataba sobre cómo una invasión de hormigas acababa poco a poco con la humanidad, dado que devoraban todo lo que se iban encontrando a su paso. Pues bien, al pararme a leer las noticias últimamente no he podido evitar relacionar este fatídico argumento con el nombradísimo asunto del coronavirus: desde la liquidación de mascarillas en numerosas farmacias de Madrid hasta casos de sanitarios que roban 300 de hospitales para repartirlas entre sus conocidos. Y dentro de este ávido deseo (quizá algo infundado, pero eso no toca abordarlo ahora) de hacerse con una mascarilla, hay quienes lo aprovechan y las integran a sus desfiles de moda, para que al menos el virus no te pille sin estar a la última. 

Con todo este bucle (quizás algo alarmista) de bombardeo informativo no he podido evitar investigar e informarme sobre lo que está pasando actualmente con el coronavirus y, aunque el futuro de este asunto no esté escrito aún, no puedo evitar preguntarme…  ¿realmente se corresponde este virus con el monstruo silencioso y agresivo que pintan en todos los medios de comunicación?

Para conocer un poco sus antecedentes, según la OMS, este nuevo virus (SARS-CoV2) fue notificado por primera vez en Wuhan (China) el 31 de diciembre de 2019. Los coronavirus son una gran familia de virus, algunos de los cuales pueden ser causa de diversas enfermedades humanas relacionadas con el aparato respiratorio, que pueden oscilar desde un resfriado común hasta un SRAS (síndrome respiratorio agudo severo). El padecer una cosa u otra depende de numerosos factores entre los que se encuentran desde el estado inmunológico de la persona infectada en cuestión hasta la edad o la presencia de otras enfermedades severas de base. 

En cuanto a su transmisión, se piensa que es mediante gotas de tamaño mediano a través de toses o estornudos, aunque se desconoce si existen otras formas en las que este microorganismo pueda lograr expandirse. Como para cualquier infección respiratoria, la población de riesgo, que puede llegar a presentar desde cuadros más severos hasta la muerte, son tanto los inmunodeprimidos como personas con enfermedades previas de base (en especial las pulmonares). Las personas de la tercera edad (de 70 a 79 años, en especial) también forman parte de este grupo de riesgo.

En definitiva, si tienes la suerte de no padecer ninguna enfermedad de base y tu sistema inmune está perfectamente, lo más probable es que si te contagias de coronavirus no sufras algo mayor a un resfriado común. Para más inri, si se presta atención a los datos epidemiológicos recogidos hasta la fecha, la mortalidad en el mundo (más allá de China, donde presentó un 2,3% de mortalidad) es del 0,7% frente al total de infectados por el coronavirus.

De todo esto, más allá de dar información que ya de por sí aporta tanto el BOE como la OMS, me gustaría decir abiertamente que se nos está yendo de las manos. Es cierto que el no tener actualmente una vacuna frente al virus asusta y que no se conoce mucho sobre él dado que antes del brote, este virus no había infectado de esta forma a población humana (más que en dos ocasiones y siendo serotipos diferentes al de la epidemia actual). Pero aún así pienso que la información más importante sobre esta epidemia se está viendo a la sombra de una histeria colectiva que solo acapara telediarios y tertulias de radio las 24 horas del día. 

Por tanto, la información más importante que todo ciudadano debería conocer reside en el cuidado de la higiene (nadie ha descubierto América aquí… lavarse las manos siempre estuvo bien, la verdad) y en que si se sospecha de una posible infección (que suele cursar con fiebre, dificultades respiratorias y tos), es importante comunicarlo a las autoridades sanitarias

La razón por la que se insiste tanto en la importancia del lavado de manos en la prevención de este virus es porque este presenta una cubierta de lípidos sensible a los jabones y más aún, a los alcoholes desinfectantes; por lo que hacer uso de estos previene de una forma eficaz el contagio por el COVID-19. 

Y en cuanto al uso masivo de mascarillas, he de decir que las únicas personas que deberían llevarlo son el personal sanitario que tuviera riesgo de contagio por personas con coronavirus, las personas que se encuentren en el grupo de riesgo de contagio y los posibles infectados. El resto no las necesita. Y no solo eso, sino que la compra compulsiva de mascarillas por desconocer toda esta información ha podido dejar desabastecido a otros grupos de personas que verdaderamente deben hacer uso de ellas como pudieran ser los pacientes oncológicos o los inmunodeprimidos y que no solo son una diana perfecta para el coronavirus, sino para otros muchos microorganismos dañinos para la salud. 

Con todo esto no pretendo hacer ningún alarde soberbio de sabiduría ni reírme de aquellos que tienen miedo a sufrir, dado que en el fondo todos lo tenemos. Además, este terror se infla cuando se trata de una situación que no está del todo controlada y con la que lo único que se puede hacer es cuidar de los afectados y extremar las precauciones para reducir el contagio. 

Después de todo, solo me gustaría que se tuviera conciencia de que ahora mismo en el mundo hay enfermedades que siguen acabando con el hombre con una letalidad mucho mayor al coronavirus y se han normalizado con una resignación algo psicópata. Sin embargo, no por esto se deben pasar por alto las medidas preventivas que desde tantos medios de comunicación se han explicado.

El alarmismo solo nos lleva a pensar que el coronavirus va a acabar con todos nosotros por igual como esa desagradable y hambrienta marabunta de hormigas de aquella película de Byron Haskin, y la verdad es que no tiene por qué ser así. 

Quizás la marabunta más peligrosa es la del terror y la ignorancia.

P.S.: Me gustaría aclarar que no soy ninguna experta en el tema y que dada la gran incertidumbre y la rapidez con la que avanza todo con respecto a este asunto, este artículo puede quedarse algo obsoleto (se escribió cuando todo esto no había empezado aún). Por tanto, me gustaría recalcar tanto la importancia de la prevención del virus cuidando la higiene y el lavado de manos, como el solicitar asistencia sanitaria solo si se necesita (dado que ahora todos los centros sanitarios están desbordados de trabajo). Por lo demás, debemos intentar que la marabunta de pánico no nos devore.


















Por Clara Luján Gómez