Sutil
y cutre. Así ha sido la estrategia de la Casa Real para comunicarle al pueblo
español lo que piensa del nuevo Gobierno. La fotografía que compartía en sus
redes sociales, inclinada hacia la izquierda, estaba tomada desde un plano
holandés o aberrante. Esta técnica, utilizada en el cine, tiene como fin
transmitir inestabilidad, además de un nombre que lo dice todo. Puede ser
casualidad. Aunque, tratándose de la realeza, sorprende que se haya saltado el
protocolo. Quién sabe, quizá ha aprovechado la ausencia de Dios en la toma de
posesión para hacer una trastada.
La
incomodidad del rey era visible. Le delataba el puño cerrado (hacia abajo). Con
el ceño fruncido y una mirada hostil clavada en Pablo Iglesias, escuchó al
líder de Unidas Podemos jurar lealtad por España y por la Corona. Parece
mentira que tan solo cinco años antes, Iglesias le regalase la saga de ‘Juego
de Tronos’ al monarca.
Con
una guerra civil a nuestras espaldas, los españoles vivimos la política de una
manera visceral, apasionada. Aunque hayamos avanzado hacia un gobierno
progresista, en las calles la tensión es palpable y se asemeja más al siglo
pasado que al presente. Vuelven los “nostálgicos” que cantan el ‘cara sol’
envueltos en la rojigualda. Vuelven los lemas de “España una, grande y libre”.
Vuelve el desprecio a lo diferente. Todo vuelve, pero nada es igual. En un
marco democrático, con la sombra de la Unión Europea sobre nuestras cabezas, la
guerra se antoja como un imposible.
Amenábar,
candidato a los Goya 2020 por su película ‘Mientras dure la guerra’, nos
advirtió a todos. España tiene un conflicto de identidad. La polarización de
los españoles se hace tangible no solo entre el norte y el sur, sino también
entre las izquierdas y derechas, que últimamente parecen no poder ni verse. La
“tercera España” se diluye, las personas vuelven a sentir la necesidad
posicionarse contra alguien, y los enemigos se repiten.
No
es de extrañar que a instituciones “tradicionales”, como la Casa Real, la
posibilidad de un Consejo de Ministras se les antoje como una idea aberrante,
descabellada, fuera de lugar. Las mujeres en la última ola han conseguido
avances impensables para nuestros abuelos y los votantes de la derecha más
rancia. Irene Montero, como Ministra de Igualdad, declara sin titubear la
existencia de un gobierno feminista. Una utopía para muchas y un infierno para
otros.
Las
consecuencias de vivir en un país dividido se reflejan también en nuestros
hábitos. Están los que son del Sevilla y los que son del Betis. Los republicanos
y los monárquicos. Los que dicen que el toreo es un arte y los que lo llaman
asesinato. Ateos y creyentes devotos. Españoles orgullosos y españoles
realistas. Son las cicatrices que 45 años de atraso, silencio y miedo han
dejado en una población que no sabe qué ve cuando se mira al espejo.
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Por Ana Macannuco