Demos luz a la esperanza

Ya hemos dejado atrás la temida cuesta de enero. Hemos cogido energía y enfrentamos los retos del nuevo año con ganas e ilusión.

Durante las pasadas fechas, cargamos las pilas con momentos de alegría, cenas con familia y amigos, regalos…

Fue precisamente un regalo el que suscitó en mí la presente reflexión. Como regalo de empresa, recibí una botella de aceite.

“¿Aceite?”, preguntaron mis padres extrañados.

Mis padres habían recibido la clásica cesta de Navidad: jamón, embutidos variados, quesos, dulces, vino… todo de buena calidad, por supuesto, para contentar y agradar.

Sin embargo, mi botella de aceite era especial. Era una botella que proviene de la iniciativa “Apadrina un Olivo”.

Es una acción que pretende recuperar un olivar abandonado en Oliete, Teruel. El objetivo es recuperar más de 100.000 olivos centenarios.

Esta preciosa iniciativa tiene una repercusión directa en el pueblo. Gracias al trabajo que se ha generado en el olivar y a los hijos de las familias que hoy trabajan para conseguir la heroica hazaña, la escuela del pueblo, que estuvo a punto de cerrar hace tres años, se mantiene abierta. Oliete moría lentamente, pero ahora es el único pueblo de la comarca que tiene nuevos habitantes en el último lustro.

Por otro lado, ha tenido gran revuelo el éxito del partido político Teruel Existe por alcanzar dos representantes en el Congreso.

La aparición de Teruel Existe en la primera plana política reavivó el debate sobre la despoblación rural y los grandes problemas asociados. Siempre hablando de trágicas consecuencias como la desaparición de pueblos emblemáticos de la región. Nadie habló sobre Oliete y Apadrina un Olivo. Nadie dio luz a la maravillosa iniciativa que, aunque a pequeña escala, había devuelto la vida a un humilde pueblo al borde de la desaparición. Siempre hablando de lo desalentador. Nunca de lo bonito, lo esperanzador.

Lo bonito no tiene voz. La ilusión  no tiene cabida en los medios de comunicación.

Recuerdo que hace unas jornadas, en un partido de fútbol, el jugador Iñaki Williams, recibió insultos racistas provenientes de la grada. Un actitud deleznable y retrógrada que suscitó la solidaridad en redes sociales de numerosas personalidades, incluido Pedro Sánchez.

En el siguiente partido que disputaba el jugador, la afición del Tenerife homenajeó a Iñaki Williams con pancartas y cánticos de apoyo. Realmente emocionante.

Adivina cuál de las dos acciones tuvo más repercusión. ¿Lo sabes? Correcto. Los cánticos racistas ganan en visibilidad.

Nuevamente, al igual que en Oliete, los grandes gestos de las personas quedan en un segundo plano.

No obstante, debemos sentirnos afortunados. Aunque a veces no lo parezca, la humanidad de las personas nos sigue sorprendiendo. Ilusionando. Emocionando.

Tenemos que dar luz a la esperanza en las personas y sus grandes gestos que nos muestran que hay otro camino. No todo es despoblación y abandono, o racismo. También hay grandes soñadores que deciden lucha contra viento y marea por no dejar que desaparezca su pueblo en Teruel. Hay grandes gestos de humanidad y respeto hacia los demás, como el de la afición del Tenerife.

Hablemos más de la grandeza de las personas, que ya sabemos que no todo es idílico en nuestra sociedad.
Por David Fernández