Sólo la voluntad me falta


Sobre la exposición del Museo Nacional del Prado que comprende los dibujos de Goya a lo largo de su vida y que lleva por título “Sólo la voluntad me sobra”



La obra de un artista es, en verdad, su idea primera, el boceto. El detalle y lo concreto viene después. Sólo en su forma final se permite el artista vender sus cuadros; sólo así consigue el mecenas entender lo que se le ofrece.

El Prado ha querido mostrarnos la obra, la de verdad, la íntima, de uno de los artistas más innovadores que ha engendrado España. Francisco de Goya y Lucientes, su pensamiento y la fuerza con que lo muestra. Su sufrimiento, sus esperanzas, su interés por entender la realidad en la que vivió quedan recogidos en sus cuadernos, hoy expuestos en la planta baja del museo. Rayas negras, manchas rojas y poco más-. ¡Pero qué manchas!

Lo visto a través de los sentidos se une a la caricatura y la sátira para dar, como si del mismísimo esperpento se tratara, una visión exacta del mundo. Una exageración que transmite de forma fiel las verdades más evasivas y oscuras del ser humano. Parecen caber todas las almas en una sola de sus majas o en la mirada de ese loco que nos observa desnudo tras las rejas. Todas tienen cabida en este papel verjurado al que Goya va sacando luces y sombras a lo largo de su vida.

Resulta excitante ver las ideas primeras de “El Sueño de la Razón Produce Monstruos”. Sus garabatos y escenas inciertas transmiten en mayor medida la oscuridad, lo difuso de esos monstruos que le rondan la cabeza. Los mismos que pasarán a ser detallados murciélagos y búhos en la versión final. Esta última versión sería una contención, con fuerza y belleza, pero una formalización, al fin y al cabo, de aquello que sintió en un inicio. Es entonces que la imagen que se nos transmite es una imagen velada, es una representación filtrada por la moral o la estética del artista para hacerla más amable, o, quizás, más comprensible. La obra de Goya se encuentra repleta de sus propios comentarios manuscritos que van perfilando el sentido del dibujo o identifican lo que se ha de observar. Incluso se dice que, en estos comentarios y otros más extensos, Goya trataba de ocultar significados menos agradables, dando un tono moralizante a aquellas escenas que consideraba arriesgadas.

Si un cuadro es la narrativa, la perfección formal y la dedicación, entonces los dibujos, al menos los de Goya, son pura poesía, puro sentir plasmado en el papel en un instante concreto. La técnica y la experiencia son las herramientas que canalizan ese sentimiento que iba desnudo. Después la razón, la belleza e incluso la intención de originalidad van deformando la idea hasta hacerla real. Limando asperezas el dibujo se convierte en “obra de arte” y el ímpetu inicial queda oculto al fondo de la imagen

Existen otros dos manuscritos contemporáneos al autor que dan visiones algo más comprometidas de los “Caprichos”, la serie de 80 grabados entre los que se incluyen el arriba mencionado "Sueño de la Razón" y otros tan importantes como “Hasta la Muerte” o “A Caza de Dientes”. A destacar de esta última obra que, tras tres versiones del mismo dibujo, tomó la más desgarradora (no todo boceto es intimidad y pureza). La alusión a personalidades concretas se hace presente y lo anticlerical se refuerza en estos dos comentarios anónimos. Y esto es en contraposición a lo que nos deja escrito el autor, quien se esforzó en dotar a los grabados de un tono universal. En cualquier caso, las frases cortas manuscritas sobre cada dibujo ponen de manifiesto la gran capacidad de Goya, no sólo como artista plástico, sino también a la hora de otorgar un aforismo que en pocas palabras refuerce la imagen que nos ofrece.

Terminará su vida bastante atormentado, exiliado en Burdeos, pero con una idea clara que se puede observar también en sus dibujos, “Todavía Aprendo” y en sus cartas “Sólo la voluntad me sobra”.

Quizás, si hubiera vivido hasta el día de hoy, con su habilidad para la imagen y las letras, Goya hubiera sido un gran instagramer. Pero, si he de deciros la verdad, lo más probable es que de saber lo que iba a suceder con las redes sociales, nos hubiera dedicado un par de “caprichos” a esta generación caprichosa, a la que no le falta de nada excepto, en muchas ocasiones, la voluntad.


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Imagen tomada de la página web del Museo Nacional del Prado

Por Juan Cabrera