El talento olvidado

Ser abogado, economista o incluso médico, ya no es tan atractivo. Es una realidad. 
La era de la transformación digital está en pleno apogeo y los programadores, diseñadores digitales o ingenieros industriales, están más cotizados que nunca. 
Las denominadas profesiones del futuro, aún sin inventar, están directamente relacionadas con algún componente digital o tecnológico. 

Nuestro presente, es una espiral vertiginosa de constante crecimiento por desarrollar la siguiente innovación tecnológica. Ante esta realidad, brilla por sí solo el talento asociado en esta nueva era; el mejor programador o un excelente diseñador web, son premiados con cuantiosas remuneraciones, estabilidad laboral y privilegiadas oportunidades profesionales. 

Este nuevo mercado laboral, tan atractivo, nos conduce a una nueva presión para los jóvenes a la hora de decidir su futuro profesional. Como la inmensa mayoría de cambios, entrañan riesgos que en este caso quedan velados por consecuencias no inmediatas. 
El principal será la falta de talento en áreas que anteriormente estaban provistas de los mejores profesionales, y que siguen siendo vitales para el desarrollo de una sociedad completa, estable y compensada. 
Hablamos de cada vez menos maestros en la educación, que ante un futuro salario con bajo poder adquisitivo, renuncien a su talento como docentes para dedicarse a una de las nuevas profesiones del futuro. 
Hablamos de cada vez menos doctores en la sanidad, que ante un sacrificio de tiempo de tantos años, opten por una salida profesional con recompensas más inmediatas. 
Hablamos de cada vez menos investigadores, que ante un futuro incierto en su profesión siempre dependiente, opten por las facilidades de un buen sueldo y sus comodidades. 
Hablamos de cada vez menos artistas, historiadores, filósofos o periodistas. 
Hablamos de cada vez, menos talento.

Toca reinventarse en todos estos campos. Toca enfrentar la realidad y prepararse para los cambios que se están produciendo, y que tendrán aún más impacto en la próxima década. 
Esperamos grandes avances que mejoren la vida de todos, pero debemos estar muy atentos a esa pérdida de talento, a esas personas que se olvidan de que su verdadera vocación era otra. 
¿Cuál será la consecuencia de este nuevo paradigma?

No lo sabemos, pero podemos asegurar que renunciar al talento que uno posee para hacer lo que más le gusta, nunca es algo positivo para una sociedad.

Por David Fernández