La educación no es para todos

La educación no es accesible para todo el mundo. El nivel en que el sistema educativo se ajusta a cada uno de los diferentes perfiles y personalidades que existen y optan a una educación es bastante bajo, y como era de esperar, el hecho de que se pretenda encasillarlos a todos en un mismo método representa una excesiva y errónea generalización destinada a fracasar. No todo el mundo puede alcanzar su máximo potencial en un entorno que no tiene en cuenta la variabilidad a la que se enfrenta, por lo que si el sistema rechaza y califica a alguien de incompetente, directa o indirectamente está limitando su capacidad para acceder a la educación que quiere, principalmente al no presentarle otra posibilidad que se adecúe mejor a sus necesidades. 

Lo que aún falta por aceptar y explotar realmente es el concepto de que precisamente son esas diferencias entre personas las que presentan una infinidad de oportunidades para conseguir obtener el máximo de cada individuo. Hace un tiempo escuché una idea que me llamó mucho la atención y afianzó aún más mi convicción de que se necesitaba un cambio urgente en el ámbito educativo. Señalaba que, al igual que recibimos planes individualizados cuando acudimos a un nutricionista o a un entrenador personal en busca de ayuda y guía, es necesario recibir una educación al menos mínimamente especializada y personalizada. Es cierto que sería imposible crear tantos métodos de enseñanza como alumnos hay, pero se podría trabajar con una cantidad limitada de distintos perfiles, básicos y lo más generales posibles, para ofrecer así un abanico de opciones lo suficientemente amplio como para que todo el mundo pudiese situarse dentro en mayor o menor medida. 

Dejando a un lado la idea de la accesibilidad, existen además varios puntos de la educación en sí bastante criticados hoy en día, sobre todo por los jóvenes. Es muy común, por ejemplo, escuchar a estudiantes desmotivados y cuestionando la utilidad de lo aprendido en las aulas. A pesar de que pueda haber distintas razones o causas de esta aversión compartida, considero que la mayoría coincidirá en dos cuestiones principales. 

Por un lado, es objetivo de crítica la carencia de conocimientos sobre ámbitos cotidianos y eternamente presentes como son la política y la economía y todo lo que ello engloba (declaraciones de la renta, conocimiento de organismos oficiales, etcétera), e incluso otros que suelen pasarse más por alto, pero son igual o quizá más relevantes, como las emociones, las habilidades sociales o la capacidad para hablar en público, debatir, exponer y defender tus ideas, así como educar en valores y fomentar la tolerancia y la apertura mental. Son asuntos importantes para cualquiera, independientemente de la carrera y la edad, y por ello urge la necesidad de impartir contenidos con una mayor aplicabilidad al día a día. 

Por otro lado, la dinámica seguida por el profesorado es el segundo factor criticado. La educación debería estar enfocada a estimular el pensamiento crítico, hacer surgir ideas nuevas y reflexiones y fomentar las ganas de aprender más por cuenta propia, y no limitarse a esperar que se memoricen unos cuantos datos que serán olvidados en poco tiempo porque no han sido realmente entendidos. Además, el hecho de que el profesor sea una de las primeras fuentes de motivación en la que se fijarán los alumnos aumenta considerablemente la importancia de su rol, y transmitir su pasión por lo que conoce y hace es fundamental para captar la atención y la curiosidad de sus mentes. Es sencillo percibir la diferencia entre alguien que hace su trabajo por obligación o por devoción, y en un ambiente educativo en el que la línea entre la pasión y el aburrimiento de los alumnos es tan fina debería incentivarse mucho más el entusiasmo del profesorado.

Salman Khan, el profesor que creó una organización en la que se imparte educación gratuita online en 36 idiomas y recibió en 2019 el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional, resume muy bien todas estas ideas comentadas en su novedoso concepto de la enseñanza. Critica la rigidez del sistema actual que impide a los alumnos retroceder para asimilar conceptos que no han quedado claros y, por el contrario, les obliga a avanzar con lagunas mentales que se van acumulando. Para él, aprobar con un 6 significa que aún hay un 40% de contenidos no fijados, por lo que propone crear un sistema que se ajuste al ritmo de aprendizaje de cada uno, independientemente de la edad. Además, las clases no deben durar 1 o 2 horas, ya que la atención no se puede mantener durante tanto tiempo, y los alumnos deberían poder elegir cuándo acudir a las clases para rendir mejor. Por último, propone eliminar los deberes y sustituirlos por maneras de aplicar lo aprendido de forma práctica en clase, dejando así tiempo disponible para que puedan descubrir lo que les gusta, dormir más y pasar tiempo con su familia y amigos. 

Como conclusión, se podría decir que el hecho de que sea algo normal coincidir en esta opinión acerca del sistema educativo es preocupante y debería hacer sonar las alarmas de las personas responsables o influyentes en este ámbito. ¿Qué mejor manera de evolucionar y crecer hacia algo mejor que escuchar las propias voces, sugerentes y críticas, de la misma gente en la que tendrás que confiar en un futuro?


Por Beatriz García Valverde