La lenteja o la vida


La Conferencia de Madrid sobre el Cambio Climático, celebrada en la capital desde el día 2 de diciembre, ha sido un acontecimiento comentado y seguido mediáticamente por miles de personas. Está claro que algo ha cambiado, ¡la situación de la Tierra nos preocupa! Al igual que el feminismo, el cambio climático se ha convertido en la moda y en lo aceptado socialmente… Aun así, ¿estamos realmente concienciados? ¿O tan solo repetimos las frases con gancho que leemos en redes sociales?

El calentamiento global es un hecho. Multitud de científicos y científicas de todo el mundo publican mensualmente estudios que lo corroboran. Nos advierten de que, como las cosas no cambien, nos vamos a pique. Muchas personas se muestran ajenas al peligro inminente que nos acosa, pero hasta el momento no tenemos un planeta B. Escucho a la gente hablar de la necesidad de utilizar más el transporte público, de cerrar grifos, de no consumir plásticos… Pero, ¿qué pasa con la carne?

El año pasado, la revista Science publicó una investigación en la que se analizaba el coste ambiental que supone producir, transportar, comerciar y consumir los 40 productos básicos que conforman el 90% de las necesidades mundiales de proteínas y calorías. Los resultados del estudio son concluyentes: para obtener una proteína de carne de vaca es necesario un mayor terreno y gasto de agua que para conseguir una proteína de origen vegetal. Para más inri, la carne de vaca emite más contaminantes a la atmósfera, los suelos y la tierra.

En los países industrializados, se consumen cerca de 100 kilos de carne por persona al año. La mayor parte de tierra agrícola se dedica a la producción de cultivos para la alimentación del ganado. Las selvas tropicales, el pulmón de la Tierra, están siendo masacradas para crear espacios de cultivo para el ganado. Se estima que, cada segundo, se destruyen 4.000 m2 de selva.

Los principales productos de origen animal (carnes, huevos, lácteos y peces de piscifactoría) requieren el 83% de la tierra dedicada a la producción de alimentos, pero apenas aportan el 18% de las calorías y el 37% de proteínas que sostienen la alimentación humana.

En el planeta somos 7,5 mil millones de personas, una cantidad irrisoria si la comparamos con la cantidad de animales que criamos para el ganado: 70 mil millones. La población humana consume un total de 20.000 millones de litros de agua al día y 9.500 millones de kilos de comida. Mientras que tan solo 1.500 millones de vacas consumen al día 170.000 millones de litros de agua y 610.000 millones de kilos de comida.

Según el doctor Will Tuttle, el 50% de las legumbres y cereales que se cultivan en el planeta están destinadas a la alimentación del ganado. Por otro lado, John Jeavons, inventor de la agricultura biointensiva, afirma que al día nacen 216.000 personas y que, por ende, se necesitan 138.000 km2 más de tierra cultivable.

Entonces, ¿cuál es la solución? Los científicos en la revista Science sentencian: la necesidad de un cambio generalizado y masivo de la dieta, dejando los productos animales y consumiendo los vegetales. Las consecuencias para el planeta serían determinantes: se reduciría el consumo del agua un 20% y hasta el 76% de las tierras que ahora ocupan el ganado y la agricultura volvería a la naturaleza.

Alimentar a una persona con dieta vegana durante todo un año requiere 674 m2. Una persona vegetariana, es decir, que consume huevos y productos lácteos, necesita 2.022 m2. Alimentar a un omnívoro supone 12.132 m2, o lo que es igual, 18 veces el espacio que requiere un vegano.

Finalmente, los seres humanos tendremos que adaptarnos a las necesidades de la Tierra. Seguir negando este hecho es ponerse una venda en los ojos mientras el mundo arde a nuestro alrededor. El cambio es difícil, pero posible; simplemente tenemos que querer hacerlo. Podemos salvar el mundo.



Por Ana Macannuco