Apostando nuestro futuro

Nos enfrentamos a una realidad difícil de asumir en nuestra sociedad. Una realidad que lleva años instalándose en nuestro día a día y que, sin darnos cuenta, se ha convertido en un problema realmente triste de asumir: Ir a una casa de apuestas a pasar la tarde es una alternativa de ocio entre los jóvenes. Años de publicidad invasiva en televisores, radios, redes sociales, marquesinas de autobuses, vallas publicitarias, eventos deportivos y prensa, tanto escrita como digital. Años de aperturas constantes, sin control, en los barrios más humildes de las ciudades españolas y cercanas a institutos o centros de estudios. 

Años de incesantes campañas de publicidad por parte de deportistas, clubes de fútbol como principal deporte y personalidades famosas en nuestra sociedad. En la temporada 18/19, 19 de los 20 equipos de LaLiga tenían el patrocinio de una casa de apuestas.

Como consecuencia, tenemos a uno de cada cinco jóvenes enganchados al juego y más de 3.000 casas de apuestas repartidas por todo el territorio nacional. Sin ventanas, sin relojes y rodeados de un ambiente perverso de adicción. Alcohol barato y eventos deportivos en pantallas gigantes terminan de formar un cóctel perfecto para generar un problema social entre los más jóvenes. 

Esta nueva forma de ocio es un claro reflejo de la cara más oscura de una generación llena de influencias y falta de valores. La conciencia moral o la ética son dos de los valores sociales que se han quedado por el camino en este profundo cambio que está viviendo la sociedad en su conjunto. 

Al igual que ante muchos otros problemas de trascendencia social, aún estamos a tiempo de poner freno y se debe actuar ya. Para ello, deben renacer los valores personales anteriormente mencionados. Imaginemos por un momento el revuelo mediático si un personaje famoso rechazase un contrato millonario de una casa de apuestas por su falta de ética. Tal vez estemos imaginando una utopía social aunque esperemos que algún día se haga realidad.  

Debemos luchar para impedir que nuestros jóvenes sigan apostando su futuro. 


Por David Fernández