Podría
decirse que ya estamos en campaña, o más bien que llevamos en ella desde el
comienzo de la no-legislatura, y los pseudopolítólogos salen de sus madrigueras
para encender sus teléfonos y empezar a tuitear. Entretanto, la derecha trata
de recuperar su identidad frotándose las manos ante una nueva posibilidad de
“(acercarse) a los españoles” – como decía hace unos días Casado en el comité
ejecutivo nacional. Por su parte, la izquierda se enzarza en un bucle
interminable de reproches y añade a su lista negra de desleales a Errejón – si
es que no lo estaba ya desde Vistalegre.
Los nuevos comicios son, sin duda,
un fracaso del sistema. Los ciudadanos se han pronunciado, han dado un mandato
a sus representantes, pero la respuesta es nula. Nuestros políticos, lejos de
asumir responsabilidades, basarán probablemente sus campañas en el “y tú más” o
el “fuiste tú”. Estos reproches de carácter esperpéntico estiran un relato de
comunicación electoral hasta extremos pueriles. Un relato generador de
decepción, desencanto, hastío, enfado y preocupación que se traducirá en un
descenso de la participación electoral y un voto de castigo. No es coincidencia
entonces que, el electorado de izquierdas, muy ilusionado con aquel idílico
28-A, sea el más disconforme con la repetición electoral [1],
así como no es de extrañar que casi un tercio de la izquierda considere que no
existen formaciones suficientes para representar los distintos intereses y
preocupaciones de la ciudadanía.
Como si el genio de la lámpara se
hubiese liberado de su dueño, Íñigo Errejón hará realidad el sueño de esa parte
desencantada de la izquierda, del centro e incluso de parte de la derecha, al presentarse
a las próximas elecciones. Al mismo tiempo que empieza esta carrera de fondo
-aunque en clara ventaja con los demás candidatos, al no venir desgastado de
negociaciones fallidas - le echará el pulso final a su examigo y excompañero
Pablo Iglesias. No son pocos los ataques que ha suscitado este salto de Errejón
a la política nacional con un nuevo partido. Los más acérrimos votantes de
Unidas Podemos no dudan en tacharlo de lacayo de Sánchez, vendido de los
medios, o producto de las cloacas, mientras que los derechistas no titubean al
llamarlo chavista o comunista con piel de cordero. Sin duda, todas estas críticas
están a la altura de una precampaña electoral de poca calidad.
No mentiré si digo que puedo llegar
a comprender todo este criticismo pero también diré que el señor Errejón
incluso puede hacerle un favor a la izquierda y al centro. En una España cada
vez más polarizada, donde la abstención parece concentrarse en el centro – con
un inminente batacazo de Rivera y Ciudadanos –, una nueva formación de
izquierdas, atractiva para un amplio espectro de votantes, puede suponer un
salvavidas para la misma.
El factor ‘nuevo partido’ amplía la
oferta electoral del 10-N y una mayor oferta significa un cambio en el nivel de
participación. Ya no se puede afirmar con contundencia que el porcentaje de
votantes vaya a caer drásticamente (aunque esto es para los politólogos la
pesadilla de la predicción). Lo que sí está claro es que la aritmética
electoral no debe reducirse al simplismo axiomático de igualar la fragmentación
partidista a un fracaso electoral. Fragmentación no es siempre sinónimo
de pérdida electoral, al igual que la unión no lo es de victoria. Miren los
resultados de las elecciones de 2015, cuando se criticaba a Podemos de
fragmentar la izquierda, donde los votos de los principales partidos de
centroizquierda e izquierda aumentaron de casi ocho millones y medio de votos [2]
a nueve millones y medio [3].
La izquierda debería dejar de
pelearse, de echarse las culpas, de jugar al tradicional “y tú más” y sentarse,
hablar y aprovechar las oportunidades de cambio. Vienen curvas en la economía,
viene un refuerzo del bipartidismo y también vienen épocas de incertidumbre. La
izquierda plural no es una izquierda peor si decide entenderse. La izquierda
tiene muchos enemigos de izquierdas y, mientras “los enemigos de España” – como
diría Rivera – siguen peleando, Casado calienta motores… porque saldrá de su
fosa antes que Franco.
[1] Un 65% de
los votantes del PSOE piensa que su partido es bastante o muy responsable de
volver a votar según el medio El País.
[2] Sumando los votos de PSOE e IU, que resultan en 8.689.551 votos.
[3] Sumando los votos de PSOE, Podemos e IU, que resultan en 9.670.682 votos.