Aquí suena a muerto

Tarde o temprano casi todo el mundo se plantea, aunque solo sea por fantasear, qué música le gustaría que sonara en su funeral. Puede ser una buena ocasión para quedarse con el público asistente y, aprovechando que querrán respetar tu última voluntad, animar tu último adiós haciendo que suene La Macarena...

Desde hace unas semanas, estoy viendo un programa nuevo (ya está grabada toda la primera temporada y la segunda viene en camino) en Movistar#0 llamado El cielo puede esperar. Básicamente consiste en coger a un personaje público, simular su muerte y llevarle al limbo donde, antes de entrar al cielo, le permiten presenciar su propio funeral. El planteamiento es curioso y el resultado interesante. En estos dos primeros programas que he podido ver, los invitados a morirse han sido Leiva y Ana Belén, por lo que sus fingidos funerales se han convertido en un carrusel de artistas y buenas actuaciones musicales.

Los cantantes son muy dados a morirse sin avisar y antes de lo esperado. Valga como prueba que existe el "club de los 27", formado por artistas que murieron a esa edad, comenzando con el padre del rock Robert Johnson, siguiendo con Janis Joplin, Jim Morrison, Jimmy Hendrix, Kurt Cobain, y acabando con Amy Winehouse.

En algunos de estos casos, sus espantadas vitales han dejado, además de familiares y amigos compungidos, contratos discográficos a medias y públicos sedientos de más. Quizás más por lo primero que por lo segundo, no es raro ver aparecer un tiempo después discos póstumos con grabaciones que se quedaron a medias, maquetas y otros materiales con los que, por así decirlo, saldar cuentas. El crítico musical Juanjo Ordás (Efe Eme, Muzikalia) nos comenta que detrás de los discos póstumos hay muchas motivaciones para los seguidores del artista en cuestión: el componente emocional de querer aferrarse al que se ha ido, obtener las últimas lecciones del maestro (en un sentido casi religioso), el puro querer más de algo que nos gusta e incluso se pueden tomar como una celebración u homenaje al que se ha ido.

Y aquí comienza una polémica sobre si es necesario, está bien, es adecuado, o si aportan algo los discos póstumos. Veamos varios casos.

El más reciente es el del dj sueco Avicii, quien dejó el 90% de su último disco grabado e incluso especificó por escrito que quería que colaborasen en él algunos artistas, como Imagine Dragons. Y así ha sido. El disco se llama Tim, como el nombre de pila del artista.

También está reciente la muerte de Dolores O'Riordan, vocalista de The Cranberries. El grupo irlandés ha sacado un álbum titulado apropiadamente In the end. En este caso han terminado de trabajar los temas que ya estaban grabando con la propia cantante y con ello dan por finalizada la vida del grupo. Es un bonito homenaje y curiosamente pareciera preparado, no solo por el título del disco y de la canción que cierra sino también por el tono oscuro del mismo y el nombre de otros temas que lo componen como el que abre el disco, All over now.

Otro disco que salió fruto del trabajo del artista fallecido y con el acuerdo de sus compañeros de banda fue Made in heaven, de Queen. Aunque luego la banda haya estirado su popularidad realizando giras con otros cantantes, este álbum incluía las últimas grabaciones de Freddie Mercury.

Pero el caso más apoteósico probablemente sea el de David Bowie. Su último disco, Blackstar, no se puede considerar póstumo porque el artista no murió antes, pero sí tan solo tres días después de publicarlo. Al parecer, Bowie era consciente de que se acercaba su final, lo cual le da un valor especial a este último lanzamiento. De hecho, el videoclip del single, Lazarus, tiene varias imágenes que se pueden interpretar en ese sentido.

Y entramos en la parte chunga del asunto. Hasta ahora hemos visto bonitos finales, sentidos homenajes y respeto por la producción del artista, pero en no pocas ocasiones lo que ocurre con el material inédito que deja el finado suele provocar disputas y generar chismorreos.

Posterior a la muerte de Prince se ha publicado el álbum Piano & A Microphone 1983, basado en unas grabaciones sencillas, como su propio nombre indica, que el artista realizó a solas en su casa con la única presencia de su ingeniero de sonido. Sin embargo, antes salió a la luz en iTunes el álbum Deliverance, publicado por otro de sus ingenieros de sonido con material que conservaba de sus grabaciones. Los herederos interpusieron una demanda, que ganaron, y el juez mandó retirar el material. Apenas duró unas horas publicado. Si además tenemos en cuenta que Prince estaba completamente en contra de subir su música a plataformas digitales, suena todo muy chusco...

En el caso de quien cierra el Club de los 27, Amy Winehouse, se publicó el álbum Lioness: Hidden treasures, con sus últimas grabaciones y colaboraciones. Pero recientemente un directivo de su discográfica, Island Records, ha afirmado haber borrado el resto de grabaciones que la propia artista no quería que fuesen recogidas en un álbum para evitar que esto suceda algún día. Una decisión salomónica, sin duda.

Y para acabar, el rey del pop. Si su talento ya fue explotado en su infancia y su vida artística y personal han sido objeto de todo tipo de documentales, reportajes, etc., qué no iba a pasar con su legado musical. Tras la muerte de Michael Jackson, se han publicado, no uno, sino dos discos póstumos (por ahora...). Mientras que el último, Xscape, ha gozado de una buena aceptación, el primero, Michael, estuvo rodeado de polémica al comprobarse (gracias a una fan acérrima) que hay al menos tres cortes donde no es el propio Michael quien canta sino un imitador. Además, tanto el padre de Jackson como otros artistas cercanos al mismo criticaron el lanzamiento de este disco con temas sin terminar, es decir, sin el visto bueno del propio Michael.

Al final lo mejor es no morirse pronto ni de golpe y dejarlo todo grabado y bien grabado en vida. O incluso renacer y vivir una segunda vida. 
Como nuestro Raphael
Qué pasará, qué misterio habrá...

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