Sexo, drogas y epicureísmo

No hace mucho me topé con una biografía de Epicuro de Samos (341 a.C.-270 a.C.), el filósofo griego que creó la corriente del epicureísmo; y esta despertó en mí un interés que, durante el colegio, se había mantenido dormido. En bachillerato, cuando estudiamos esta corriente filosófica, lo hacemos de la mano del estoicismo y del escepticismo; todas estas escuelas tenían como objetivo alcanzar la ataraxia, es decir, el bienestar corporal y espiritual, y cada una establecía los caminos que seguir para llegar a esa meta. De manera inevitable, nuestro razonamiento se iba guiando por la filosofía de uno hasta decidir cuál nos parecía un mejor camino en comparación con las otras. Por ejemplo, alguien podría pensar "el estoicismo era mejor porque se libraba de los placeres y bienes materiales, llevando una vida mucho más tranquila que la del epicureísmo". Y creo que es lo que ocurría en muchos casos:  la forma de vida que predicaba el epicureísmo (según lo que estudiábamos) era una locura comparada con las otras dos escuelas.
Pero, en mi opinión, la forma en la que aprendemos sobre el epicureísmo es errónea; quiero decir, básicamente nos enseñan que la  filosofía epicureísta se podría resumir en estas palabras: "SEXO, DROGAS Y ROCK AND ROLL". Y aunque de primeras pensamos que esta filosofía es divertida, creo que cualquier persona en su sano juicio es capaz de darse cuenta de que es un excéntrico disparate: ¿Quién querría vivir una vida centrada en los malos placeres, el egoísmo y la muerte rápida? Prácticamente los cantantes de rock y aquellos que se dejan guiar por la frase "Vive rápido y muere joven".

Y esto es lo que nos enseñan del epicureísmo: aprendemos que solamente busca satisfacer los placeres en una vida incontrolable, unos placeres que actúan como veneno y que aquellos que se dejaban seducir por esta vida estaban perdidos, destinados a una muerte prematura. Pero, bajo esta imagen tan banal, amoral y sin virtud, el epicureísmo esconde una profundidad que radica en la búsqueda de la plenitud del ser.
Epicuro de Samos se dio cuenta de que las otras dos escuelas, en su búsqueda de una vida sobria y moderada, provocaban la anulación del ser. Y este es el motivo por el que nació el epicureísmo: el epicureísmo es únicamente un grito que exclama "¡Viva la vida en todas sus formas!". El ser persona supone tener deseos, esperanzas, aspiraciones y anhelos. Todo esto habita en la naturaleza de nuestro ser, y si los eliminamos, no estamos más cerca de la ataraxia, sino más lejos de ser humanos.
Además, el Epicureísmo no es solo un grito a la vida, sino también a la muerte: Epicuro de Samos, el día en que murió, escribió una carta a un amigo suyo en el que explicaba que, aquel era un gran día.
Mientras que las otras escuelas filosóficas buscaban limitarse, el epicureísmo aceptaba a la vida tal y como se la daban, y la muerte tal y como la recibiría. No modificaba, no ponía límites, no reprochaba. El epicureísmo es decir "así somos y si lo somos es por algo", es una exaltación del ser en su forma más pura, es apreciar lo que se nos ha dado, hacer las paces con la muerte, y vivir la vida como lo que es: un regalo.