Por Íñigo Madrid.
«Esa tolerancia que mostraba Smith para
el adversario es quizás el más admirable de los rasgos de la doctrina liberal:
aceptar que ella podría estar en el error y el adversario en la razón». Así,
Mario Vargas Llosa (Arequipa, Perú, 1936),
expone en su último libro una de las características elementales que
deben estar presentes en todo liberal. Se tratará de un lugar común ideológico
al que recurrirá en numerosas ocasiones a lo largo de las 313 páginas de la
publicación.
La llamada de la tribu –que es como
titula el libro– es, para el escritor peruano, ese instinto irracional que
poseen los humanos a volver, una y otra vez, a la colectividad, a la
irresponsabilidad, al momento primitivo. Esta idea la extrae de un concepto
acuñado por Karl Popper: el «espíritu de la tribu»; que no es más, como bien
escribe en el libro, que el «irracionalismo del ser humano primitivo que anida
en el fondo más secreto de todos los civilizados».
A lo largo de ocho capítulos, Vargas
Llosa recorre su biografía intelectual, su formación y sus lecturas. De este
modo, consigue extraer de su biblioteca siete autores liberales a los que
considera constituyentes de su pensamiento: Adam Smith, Raymond Aron, Karl
Popper, José Ortega y Gasset, Isaiah Berlin, Jean-François Revel y Friedrich
von Hayek.
Éstos, son desnudados en cada una de las
páginas; relatando, con una apreciable claridad, sus vidas, sus pensamientos,
sus virtudes y, claro, sus defectos. De Smith dice que «nadie antes que él había
explicado con tanta precisión y lucidez este sistema autosuficiente [el libre
mercado] que hace progresar a las naciones». Prosigue con Ortega y Gasset, del
que destaca que «desarrolló un discurso inequívocamente liberal, en un medio
como el español en el que esto resultaba insólito».
Hayek ocupa un lugar central de la obra.
Insiste notablemente en la tesis que reseña el liberal austríaco en Camino de Servidumbre: «que la planificación
centralizada socaba de manera inevitable los cimientos de la democracia y hace
del fascismo y del comunismo dos expresiones de un mismo fenómeno, el
totalitarismo». Subraya también su ensayo Por qué no soy un conservador,
texto clave para dilucidar la muy recurrente confusión entre un liberal y un
conservador. Aquí es cuando Vargas Llosa escribe unas de las, quizá, sean de
las líneas más brillantes de la obra, señalando las irreconciliables
diferencias entre nacionalismo y patriotismo: los liberales consideran al
primero una «pasión negativa», «una defensa de lo propio contra lo foráneo»;
mientras que al segundo lo destacan como un «sentimiento bienhechor, de
solidaridad y cariño con la tierra en que nació».
De Popper destaca su obra fundamental, La
sociedad abierta y sus enemigos; dónde éste busca, desde los orígenes de la
historia, las fuerzas ideológicas que soportan a las teorías enemigas de la
libertad. Termina, de forma excelente, con Aron, Berlin y Revel.
Se tratan, en fin, de unas páginas que
pueden actuar de dos formas: o a modo de recordatorio, o de introducción. Unas
páginas dónde lo que sobresale, también, es su prosa, elemento al que el autor
ha dado una importancia destacada: quiere, parece, un libro de divulgación que
aclare, limpie y facilite la lectura de unas obras usualmente encerradas en las
bibliotecas. Todo ello lo compagina con anécdotas; recordando, de forma un
tanto vanidosa, variados encuentros con sus padres ideológicos. Parece un libro
sencillo, con una tarea complicada, la indispensable tarea de la libertad.
Autor: Mario Vargas Llosa. Título: La llamada de la tribu. Editorial: Alfaguara. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro.