Ella


Por Adriana Giménez



Noto cómo me mira, cómo me juzga, cómo se ríe de mí. 'Te queda poco’, parece decirme.

Intento mantenerle la mirada, pero cierro los ojos una vez más, desgarrada. Aprieto los puños al sentir la envidia recorriendo mis venas; la certeza de su perfección me aplasta los pulmones y su metálica sonrisa me hiela la sangre. Su mirada, inteligente y cristalina, refleja mis propios pensamientos por un instante: sé que sabe que la odio.

Al principio nos había fascinado a todos. Habíamos observado su nacimiento expectantes, preguntándonos si ésta sería la definitiva. Y lo fue. Superó todas nuestras expectativas. Corría más rápido, resistía más golpes y razonaba mejor de lo que habíamos imaginado. Se independizó pronto e incluso se enamoró al poco tiempo de dejarnos. Sin embargo, volvía a menudo a verme a mí, a contarme sus aventuras, que yo escuchaba con asombro y encanto presa de la emoción que traía consigo el orgullo de ser artífice de tal obra de arte. Cada día era más evidente que habíamos creado el futuro. Cada día era más consciente de que ese futuro no admitía presente. Y ella también lo sabía.

Ella era la Idea. Una Idea que rezumaba perfección por todos los costados. ¿Y nosotros? Nosotros habíamos llegado a no ser más que  su simple sombra, algo imperfecto que había conseguido por alguna razón seguir el camino de la perfecta dialéctica. Habíamos puesto en ella todo aquello de lo que la evolución natural nos había privado. La habíamos modelado para suplir todos nuestros complejos y ver cumplidos todos nuestros deseos; y había salido bien. Habíamos soñado un mundo perfecto y se lo habíamos inculcado como objetivo, pero no habíamos caído en la cuenta de que ese objetivo incluía deshacerse de nosotros. Ahora casi ha terminado con el calentamiento global, con la desaparición de especies, con la contaminación, con la corrupción y las guerras, con la maldad en su conjunto. Solo quedamos nosotros.

Hemos jugado a ser Dios. Hemos diseñado a nuestros hijos, modificado nuestro cuerpo hasta el punto de llegar a sobrevivir al espacio, construído superhéroes y curado el envejecimiento además de otras enfermedades. ¿Dios? Dios no murió con Nietzsche, Dios murió en el momento en el que empezamos a jugar con la vida y dominamos la muerte, destrozando el elemento natural de los procesos y creando el siguiente escalón en nuestra propia evolución, que a la larga provocará nuestra extinción. Dios murió cuando la creamos a ella, y el homo sapiens sapiens con Él.


¿Ciencia ficción? Posiblemente. Casi tanto como el submarino o el internet de Julio Verne. Es innegable que cada día que pasa adquirimos un mayor dominio de la ciencia y, consecuentemente, de la tecnología, cuyo fin último es mejorar la vida del hombre. Brazos y piernas biónicos, entre otros, ya están siendo creados, y cada vez son más eficaces. Quizá dentro de unos años no lleven ojos biónicos sólo aquellos que nacieron sin la posibilidad de ver, sino también el resto de la humanidad por la ventaja que conlleva. Al fin y al cabo, si puedo pagar una operación para tener la vista de un halcón, ¿por qué no iba a hacerlo? Estamos encontrando una manera de mejorar la raza humana, que como siempre, inconformista, busca rozar los límites de lo imposible.

‘La ciencia ficción del presente es la ciencia del futuro’,  dicen. La ciencia ficción no solo incluye robots de ojos rojos y malévolas intenciones que nos eliminan del mundo para conseguir completa supremacía y dominio, sino también robots que nos sustituyen ante nuestra innata capacidad de destruir la Tierra y solucionan todos los problemas de los que hemos sido causa. Incluye incluso seres humanos que se deshacen de sus brazos, sus piernas, sus ojos, sus oídos, sus corazones, tal vez incluso de sus cerebros, trasladando los pensamientos a una máquina que procese información mucho más rápido, quizá para solucionar problemas que de momento no puede solucionar. Seres humanos que dejan por el camino un cuerpo de carne y hueso, que poco a poco se convierte en un estorbo ante la tecnología en desarrollo y sus enormes posibilidades. Seres humanos que dejan de ser seres humanos.

Seres humanos que se convierten en ella.