Se acaba; lo mejor y lo peor
también se acaba. La nostalgia de quien mirando atrás avanza, la sensación de
estar viviendo algo importante. La solemnidad entre velas se acaba. La alegría
contenida y la infelicidad dichosa, esas tienen fin a su vez. El cielo azul de ayer— y qué azul este nuestro por la tarde en invierno, la ligereza
del sol mediterráneo, que como en Madrid cae en Venecia y Aviñón, también en Roma,
Atenas y Nicosia; o enfrente, al otro lado, en Damasco, acabada; en la Jerusalén
llorosa; en el vigilante Cairo y en nuestra vecina Tánger, en todos esos
lugares también fue Navidad— es hoy de un gris nublado y hasta llueve (literalmente
lo digo, sin metáfora). En Nueva York nieva y miles de personas carecen de refugio.
Nos gusta, sin embargo, recordar las cosas buenas. Aquel partido de fútbol conocido o el piloto que escoltó a su presa
malherida. Hacemos un esfuerzo y sonreímos olvidando que el largo plazo no nos
favorece. Aún así compartimos, aunque sea un café, aunque sea un abrazo. La
madre divorciada que merienda y discute con su hija un día festivo (el único en
que puede) o el abuelo casi ciego que viaja en metro sin querer sentarse. Quizás, después de todo, no seamos tan horribles.
Y al
tiempo nuevas cosas se presentan. Por delante, un año en blanco, bien marcado.
De fechas y momentos, claro, tan parecido a otros y a la vez distinto, repetido
y nuevo, poco a poco menos malo. O igual de bueno, si es posible. Ilusiona, asusta y reconforta. Un cristal limpio aún no empañado. Cabrá anotar
días pésimos y otros mejores. Habrá duda y tendremos miedo, viviremos con
determinación. Seremos vulnerables —porque jamás hemos dejado de serlo— así que andaremos
abatidos y pisaremos firme. Al final y con suerte (también dedicación) las
cuentas nos saldrán o haremos trampa. Contaremos, uno, dos, tres y cuatro; día
a día, lunes, martes, qué cerca parece ahora el verano. Pero todo eso ya vendrá, no todavía, aunque
poco quede para lo bueno y malo. Hoy, esta noche, la duodécima de la Navidad (como esto, el título es también cosa de Shakespeare), la de Reyes, la última, tan cerca, el aliento y la sorpresa se contienen. Más tarde ya veremos.