O matas o te matan

Por Ethel Sainz de Vicuña


Comenzaré este artículo con una breve anécdota para entrar en contexto:

Me encontraba una noche de verano acompañada en un banco cerca de mi casa, cuando se nos acercó un señor de unos 45-50 años. Nos preguntó si sabíamos de alguna calle transitada por la zona, a ser posible con varios restaurantes, y yo le indiqué una muy cercana donde, a pesar de ser un poco tarde, iba a haber gente. Tras decírselo, nos dio las gracias y nos explicó que era para pedir dinero; sin que nos diera tiempo a responderle con algo más que una mueca de compasión (como suele hacerse en esos momentos), prosiguió diciendo que se veía obligado a pedir dinero sobre todo para lograr mantener a sus hijas, y que se le hacía muy duro tener que pedir a la gente cuando, en el fondo, también podría robar aquello que necesitara, pero que entre las dos opciones, decidía la de perder tiempo lejos de su familia para conseguir unas míseras monedas (si eso). Ante aquella confesión, mientras se precipitaba a alejarse, ambos le dijimos que, si hubiese decidido robar al encontrarse en esa situación, le hubiésemos entendido. Y se fue.
Desde este efímero encuentro, no he podido dejar de pensar en ello. De esta situación surge un debate del que Maquiavelo seguro que se sentiría orgulloso. Es decir, ¿el fin justifica los medios?

Lo más probable es que con este artículo no llegue a ninguna conclusión final clara, quiero decir, llevo dándole vueltas a esta cuestión desde entonces y lo único que he conseguido es que me aparezcan más dudas. Además, haberme leído hace unos meses Crimen y Castigo (Dostoievski, 1866) no ha colaborado en la búsqueda de respuestas, mas sí en el aumento de las ya mencionadas dudas. Es por eso que intentaré exponer de la forma más concisa posible el laberinto de pensamientos que ha generado en mí este acontecimiento.
Como punto de partida, empezaré a analizar la cuestión a raíz de la respuesta que le dimos: "Si hubieses decidido robar, lo entenderíamos". Me siento obligada a aclarar que, al decir eso, no quiero decir que el robo no sea una acción condenable: es malévolo; una forma de aprovecharse de la vulnerabilidad de las personas, una invasión a la privacidad, a aquello que alguien se ha podido ganar limpiamente. No obstante, no hay que olvidar que aquellas personas que se encuentran en la misma situación que el protagonista de estas líneas, viven en una situación de supervivencia, en la que no es solo "O matas o te matan" sino que se encuentran dominados por la idea de "O matas, o te matan a ti y a tu familia".  Y eso él no lo puede permitir, y yo, lo entiendo. En situaciones de supervivencia uno actúa por instinto animal, hacemos la balanza y actuamos en función del "mal menor".
Considero esencial la inclusión de Crimen y Castigo en este artículo ya que trata de manera excepcional un tema parecido. Como breve resumen para aquellos que no se lo hayan leído (a quienes recomiendo que se hagan ahora mismo con un ejemplar en sus manos) en esta obra de Dostoievski, el protagonista Raskólnikov, sumido en la pobreza, decide matar a una vieja usurera para conseguir no solo dinero sino que, con la pérdida de su vida, se salven muchas más. Maquiavelismo en su forma más pura. A ese cometido se le une el tema del castigo legal y moral. Y es ahí donde considero que es esencial al tratar esta cuestión: en mi anécdota, aquel señor decidió no robar no por el castigo legal que le caería encima, sino por la carga moral que le supondría realizar aquello a personas que no se lo merecen y luego mirar a sus hijas a los ojos. El respeto que siento hacia este señor, que formó parte de mi vida unos...¿cinco minutos? ¿menos?, es descomunal.

Está claro que, a pesar de que entienda a aquellos que en situaciones parecidas se sientan obligados a robar (lo cual reconozco que es muy fácil de decir hasta que sea a mi a la que le roban), no se puede negar que es la vía fácil, y si todo el mundo se dejara guiar por esta, el mundo sería un caos, de ahí la creación de ciertas leyes.

Como he dicho, soy incapaz de llegar a una conclusión concreta; ¿el fin justifica los medios? supongo que depende; ¿entendería a aquellos que decidieran dejarse guiar por la vía fácil? sí, ¿me parece algo respetable? no. ¿Considero que la carga moral condena más que la legal? Sí. ¿Por cuál hay que guiarse? No lo sé. Elijan ustedes.
De lo que sí estoy segura es de que espero que a este señor sin nombre, daño colateral de la pobreza en la sociedad, le haya ido algo mejor. Espero que no haya sucumbido a la vía fácil, y que se deje guiar siempre por la fuerza que le impulsan sus hijas. Gracias a él, la única conclusión firme a la que he conseguido llegar es la siguiente: Pasarse los días y noches pidiendo dinero a la gente por la calle o el metro, siendo atacado por el silencio y las esquivas miradas, requiere más valentía y voluntad que decidir robar a alguien.