Observados

Por Amalia Cid Blasco.

Les presento un nuevo dispositivo electrónico llamado móvil, un artilugio que revolucionará las pautas de espionaje. Permite una visibilidad plena, ya que contiene una cámara trasera y otra delantera, para así, no obstruir la actividad del que se está observando en ningún momento, capta el sonido, rastrea su localización, sus búsquedas, sus conversaciones, sus compras y lo más sobresaliente: es permanente, igual que la mirada de aquellos cuadros que nos siguen a cada paso que damos.


Imagino que ustedes habrán escuchado alguna vez que “cuando un servicio es gratuito, el producto es usted”, pues bien, el ser humano se ha convertido en el producto por excelencia y ha olvidado que las conversaciones digitales no son igual de seguras y auténticas que las que tienen lugar cara a cara.

Gracias al teléfono móvil compañías cómo Google o Facebook -dueño también de WhatsApp e Instagram- han sido capaces de crear los servicios gratuitos más beneficiosos de la historia. Pero conseguir esto no habría sido tan fácil -si no imposible- sin la invasión de privacidad a sus usuarios que se les ha permitido. Son proporcionados, cada vez que surge una interacción, con la información de cada individuo y la venden a terceros por temas de publicidad personalizada.

El otro día hablé con una amiga sobre como me había pegado el sello de Tanqueray al móvil. Les aseguro que jamás antes he mencionado esa botella de alcohol en una conversación. Misteriosamente, al día siguiente, Instagram (quien tiene acceso a mi micrófono) me enseñó un anuncio de esa misma botella. ¿Casualidad? Sería demasiada. Aunque pueda resultar más alarmante la escucha de conversaciones privadas de estas aplicaciones, hasta hace poco Gmail desarrollaba algoritmos que se encargaban de rastrear y leer palabras clave en nuestros correos.  ¿Acaso no es inquietante la información y el poder que poseen sobre la humanidad?

Podríamos pensar que nuestros datos son solo utilizados para publicidad, pero en 2014 Facebook se vio obligado a sacar a la luz un estudio realizado por ellos en el que se demostraba que podían ser capaces de alterar el estado de ánimo de sus usuarios según las publicaciones que se les enseñasen. Para ello, utilizaron el perfil de miles de personas sin que estos fuesen conscientes de que estaban formando parte de una investigación.

Los avances tecnológicos poseen infinitas ventajas, pero debemos permanecer alerta cuando se trata de privacidad propia: denunciar aquellas actividades que sobrepasan los límites impuestos por la ley, informarnos sobre las políticas que aceptamos sin cuestionamiento alguno y ser conscientes de que todo lo que se escribe en las redes sociales nunca pasará al olvido. “El Gran Hermano está observando” (Orwell, 1984).