Por Íñigo Madrid
Crónica parlamentaria de la sesión de control al Gobierno del día 13 de diciembre de 2017.
Hoy me he estrenado en las tribunas de público de la Carrera de San Jerónimo. Estamos ya a mitad de diciembre, acercándonos peligrosamente a Navidad, y la presidenta había mandado encender la calefacción del histórico hemiciclo, ¡y qué bien se estaba ahí arriba!
El hecho es que, entre ujieres y fotógrafos, llegó Mariano
acompañado de su séquito de ministros. No sé si os habéis fijado pero siempre
trae a la sesión de control un enorme maletín. Cualquiera diría que lo hace
para imponer a los interpelantes; pero, conociéndole, seguro que son reales decretos
del 155: ¡en política, como en la vida, nunca se sabe cuándo vas a necesitar
algo!, que diría nuestro Presidente.
A todo esto, comenzó doña Margarita preguntando sobre
el balance de los 13 meses de Gobierno –¿ya trece? Mariano contestó lo de
siempre: datos, datos y más datos; mal empezamos: ya es sabido que no rigen los
datos, lo hacen los gritos. En la réplica, la portavoz socialista le recriminó,
con razón, la enorme falta de dinamismo legislativo que está teniendo nuestra
cámara baja: el Gobierno sólo ha presentado 14 proyectos de ley en el último
período de sesiones. Añadió Margarita, además, que agradece que el último
Consejo de Ministros haya aprobado un nuevo «plan anual normativo» que explica
las leyes que va a elaborar el ejecutivo para el próximo año: ¡menos mal que es
anual y no quinquenal!, lanzó –con ironía– la juez. En fin, la típica
conversación tecnócrata que hizo que sus señorías agarraran el móvil
rápidamente.
La segunda pregunta, que volvió a aupar los ojos de
diputados –y diputadas–, era propiedad de don Pablo Iglesias
Turrión. Le preguntó si cree que en España se cumple y aplica lo que dice la
Constitución. Y, claro, bandeja mediante, llegó el momentazo. Frases tales
como: «Le agradezco que me haga esa pregunta, porque creo que usted nunca ha
sido un gran entusiasta de la Constitución» o «Le agradezco que vuelva usted al
redil constitucional», han sido de las muchas prodigiosas respuestas marianas
que, sin saber por qué, Iglesias le facilitó. Le ha dejado lucirse y, claro, él
lo ha aprovechado. La réplica de Pablo –un tanto clásica– consistió en citar
artículos de nuestra carta magna y afirmar que no se están cumpliendo. En todo
caso, hay que agradecer que Pablo haya regresado al marco constitucional, una
pena que no se vaya a quedar por mucho tiempo.
Después de varias preguntas, y varias regañinas de
la presi, han llegado las interpelaciones. La de Cataluña ha sido novedosa: ¡la
interpelada y el interpelante fueron a lo sentimental! Tardà –y su lacito– subió a la tribuna y soltó lo de siempre. La
ministra de Sanidad fundamentó su réplica en el color amarillo: ¡no os lo
apropiéis!, le espetó, razonablemente, bien. También es de los demócratas,
hubiera añadido yo.
Sin dar para mucho más, terminó la chicha del pleno.
Bueno, a mitad hubo dos convalidaciones que defendió el ministro de
Economía; pero eso ya se lo dejamos a los de los despachos de la Castellana. El
caso es que ha estado muy entretenido, ¡y ha sido, igualmente, muy pedagógico!
En tiempos belgas en los que manda el exaltado; en
los que se echa en falta la razón y la confrontación de ideas; y en los que se
argumenta con el estómago, hacen falta tediosas sesiones parlamentarias. Como
cuando se baja la fiebre a los niños con una dosis de Apiretal.