Una vez a la semana


Por Rafa Cotarelo.


Los miércoles por la tarde intento ir a correr, salvo que las ganas de superar el intento sean mínimas o el tiempo, el atmosférico o el de agenda, lo haga imposible. Lo cual sucede con mayor frecuencia de la que me gustaría, la falta de tiempo, sobre todo, por lo general ni siquiera tengo que plantearme las ganas, menos mal. Claro que tampoco depende únicamente de mí. Como voy con una amiga —hay gente incapaz de correr acompañada, tan acostumbrada a un ritmo y a sí misma, con admirable fuerza de voluntad para el deporte, no es ese mi caso—, las salidas se hacen doblemente complicadas. Aunque, todo sea dicho en su favor, mi amiga es mucho más razonable que yo y casi nunca plantea dificultades.

El caso es que, si nada nos lo impide, los miércoles, a eso de las ocho de la tarde, paso por su portal, le envío un whatsapp para que baje y, juntos, vamos al Retiro. El recorrido es siempre el mismo, amplio, en el sentido de las agujas del reloj, sin prisa. Porque, más que nada, nos sirve para ponernos al día, para contarnos cómo va la semana. O para no hablar de nada o hacerlo de cualquier cosa, que son los mejores temas de conversación cuando uno está en confianza. Es una pequeña rutina, tranquila, imperceptible para el mundo, semejante a la de tantos otros corredores, que poco a poco hemos ido cultivando, casi pactando, haciendo nuestra y que procuramos cuidar. A veces se nos une alguien, algún amigo común al que hace tiempo que no vemos, y entonces el momento tiene algo de festivo, de celebración para los tres. Después, cada uno, ella y yo o los tres, vuelve a su casa y sigue con su vida, tanto que lo habitual es que apenas tengamos contacto hasta la semana siguiente.


No recuerdo con seguridad cuándo empezamos, qué día nos apeteció decir vamos a correr, intuyo que por casualidad. Lo más probable es que fuera un sábado por la noche y que alguno lo planteara, ocurrente, medio en serio, medio en broma, como quien propone un atrevimiento a sabiendas de que terminará por hacerse, arrepintiéndose, quizás, en el mismo instante de haberse pronunciado, al pensar en el tedio que supondría y de hecho a veces supone. Pero lo cierto es que a fecha de hoy agradezco el pensamiento. Acaso sea el momento de salir a correr un verdadero impulso dentro de la semana, a partir del cual esta se vuelve más fácil y llevadera. Como si, en tan solo tres cuartos de hora, al mismo tiempo que la respiración se intensifica y los pulmones se expanden, las horas se alargaran y uno saliera del parque como quien abandona un albergue o un refugio, con ganas de seguir adelante, ya descansado a pesar del esfuerzo.